En los confines de Andalucía, limitando con La Mancha y con Murcia, se encuentra la Sierra de Segura, en la provincia de Jaén (foto: iglesia de Segura).
Uno de los enclaves oretanos era Sicura, hoy Segura, nombre de remotos orígenes. La partícula seg- alude, en lenguas prerromanas, a fortaleza (por ejemplo, Segovia, Segóbriga, Segura). De ahí la palabra ‘segura’ que implica una situación reforzada, defendida. La sierra adoptó así el nombre de la fortaleza más importante de la zona.
Desde tiempos inmemoriales fue una tierra de frontera, una zona de transición. Hoy designa los montes que, sin solución de continuidad, se extienden desde las manchegas sierras de Alcaraz y de Yeste, hasta la Sierra de Cazorla, que luego continuará, hacia el sur, sin interrupción, por Guadix y Baza hasta las altas cumbres de la Sierra Nevada, cuyos picos nevados se pueden ver perfectamente en los días claros de invierno. La división administrativa la hizo andaluza desde 1830, con la reforma territorial de Javier de Burgos, pero podía haber sido igualmente murciana o albaceteña.
Segura fue enclave fronterizo de los bastetanos (de Basti, hoy Baza) frente a los oretanos. La civilización ibérica ha dejado numerosas muestras en el sudeste español, muchas de las cuales se pueden rastrear en la Sierra de Segura. No hay más que observar un mapa de los principales yacimientos arqueológicos para comprobar el lugar privilegiado de esta sierra como ubicación de enterramientos y tumbas, cuevas, pinturas rupestres, poblamientos y otros restos.
En el Museo Arqueológico de Madrid podemos contemplar tesoros, cerámica, objetos religiosos y muchos utensilios ibéricos que proceden de lugares muy cercanos. Desde el enterramiento de Toya, en Peal de Becerro, hasta los tesoros y restos de Baza, Galera (Cerro del Real) y Orce (Tútugi y el cortijo Cucurugí), en la provincia de Granada, no muy lejas de Santiago de la Espada. Desde Mogón, Santisteban del Puerto, La Torre de Juan Abad (Cabeza de Buey) en Ciudad Real, Abengibre en Albacete, los descubrimientos son todos espectaculares. No sería extraño que algún día se produzca un hallazgo espectacular en plena Sierra de Segura. Falta por encontrar la misteriosa ceca de Ikalkunsken, cuyas monedas se han encontrado, que habría estado situada en algún lugar en la Sierra de Segura o de Alcaraz.
A unos tres kilómetros de Segura se ven todavía los restos de Segureja o Segura la Vieja, un emplazamiento ibérico y dentro de la Sierra son incontables los hallazgos, no siempre bien documentados, en los poyos, mesas o castellones que abundan en los cerros, como el Poyo de los Almendros, sobre el río Zumeta. Hay que lamentar que no exista todavía un inventario de lugares y yacimientos que permitan su protección frente a los desaprensivos y su estudio científico. Para conocer la historia de esta Sierra véase el libro de Genaro Navarro que lleva el mismo título, publicado en los años sesenta.
La Sierra de Segura formaba parte del llamado Mons Orospeda y figura en la historia en los remotos tiempos de los cartagineses, antes de la ocupación romana. Hispania pasó a ser provincia del Imperio Romano en el año 197 antes de Cristo. La ruta de Aníbal seguía aproximadamente el trazado de la carretera de Bailén a Valencia, la N 322 que pasa cerca de Beas, por Puente de Génave y cerca de La Puerta de Segura. Todavía se pueden observar los restos de algunas torres, que algunos historiadores consideran son vestigios de las ‘turris hannibalis’.
Los romanos construyeron la Via Augusta que va de Cádiz a Sagunto y luego continuaba bordeando el Mediterráneo hasta Roma. La calzada pasaba probablemente por Cástulo y luego seguía por el Condado. El puente romano sobre el Guadalimar, cercano a la Ventilla de Beas, llamado Puente Mocho, pertenecía a un ramal de la misma (la llamada variante de Aníbal) y es una buena muestra de la importancia que tuvo esta calzada. Es llamado así porque es una construcción singular, un puente quebrado, con especiales tajamares para evitar que esas riadas de fin de verano, ya entonces frecuentes, se lo llevasen. Su primera mitad es romana y el resto es de fábrica medieval.
En los años oscuros que van de la caída del imperio romano a la invasión musulmana, la zona pertenece al condado de Murcia, cuyo legendario Tudmir o Teodomiro, uno de los nobles hispanogodos que pactan con el invasor africano para mantener sus señoríos.
En el año 1065, al principio del reinado de Alfonso VI de Castilla (la época del Cid Campeador), Segura, en pleno territorio musulmán, pertenecía al efímero Reino Taifa de Denia.
La sierra fue reconquistada en tiempos de Fernando III, y adjudicada a la Orden de Santiago, «in perpetuum” por Alfonso VIII de Castilla en 1174 para que protegiese esta zona fronteriza y la repoblase.
El origen de la Orden de Santiago se encuentra sin embargo mucho más al norte, en Galicia, en tierras de Lugo, en un convento junto al río Loyo, un pequeño afluente del Miño. El Camino de Santiago y el espíritu de Cruzada que prevalece en el siglo XII, propician la constitución de la Orden, con Bula de Confirmación de 1175. En esa época se establece en León, pasa luego a tierras castellanas y se le concede Uclés (Cuenca), teniendo también Casa Maestral en Ocaña. Su influencia llegó a tierras hoy portuguesas y todavía hoy la más a lta condecoración en ese país es la Ordem de Santiago da Espada.
La Orden poseía toda una parte de la Mancha, en tierras que hoy son de Toledo, Ciudad Real y Cuenca. Entre sus fortalezas destacaron la de Alhambra, Montiel (reconquistada en torno a. 1220), San Polo, Terrinches, Albaladejo, Montizón, Eznavexore (Iznavéjor o Torres de Joray), y la Puebla del Príncipe. Es lo que se ha dado en llamar La Mancha Santiaguista, para distinguirla de la repoblada por la Orden de Calatrava o por la del Hospital de San Juan de Jerusalén.
La Sierra de Segura fue reconquistada en el siglo XIII, tras la Batalla de las Navas de Tolosa (1212), que abrió el valle del Guadalquivir al rey Fernando III, llamado el Santo. Córdoba es reconquistada en 1236 y Sevilla en 1248, lo que permitirá a Castilla la salida al Atlántico por el sur.
Tras la reconquista, Segura y toda la Sierra se rigieron por el Fuero de Cuenca y la mayoría de la población que ocupa el territorio al ser abandonado por los musulmanes, eran gentes procedentes de las tierras de Cuenca y de las altas de Soria e incluso Navarra. Apellidos como Tauste, Navarro, Gallego, Vizcaíno, Soria, Soriano, Zamora, Avilés, comunes en estas tierras, atestiguan el origen de muchos de sus primeros pobladores. El primer obispo de Baeza con la reconquista de Fernando III era de Soria y puede que hiciera venir gentes de la Castilla alta.
No hubo municipios con concejos democráticos, elegidos por sus pobladores, como en otras tierras ganadas al islam, pues sólo la Orden de Santiago ejercía la Jurisdicción sobre el territorio, dado su carácter fronterizo con el Reino musulmán de Granada. Era considerada por la Corona zona de riesgo y era preciso mantener un régimen militar en su población y explotación, lo que sin embargo perduraría mucho después de la extinción del poder musulmán.
Entre los Maestres de Santiago figura don Rodrigo Manrique, Conde de Paredes y Comendador de Segura de la Sierra, padre del famoso poeta. Juntos, padre e hijo, asolaron aquellas tierras sometiendo a pueblos y aldeas, pillándolas o destruyéndolas sin piedad si se negaban a unirse a su bando contra otros caballeros de la Orden. Las destrucciones de antiguas fortalezas y aún de iglesias y capillas, los incendios de montes, mieses y pastos que marcarían su huella en el paisaje, se remontan a esta época y no, como siempre se cree, a la Reconquista.
Debido a su oposición al poder real las Ordenes ven limitados sus poderes por los Reyes Católicos. La Orden de Santiago queda incorporada a la Corona por la Bula de 1523, al mismo tiempo que las de Calatrava y Alcántara.
La renta anual de la Orden de Santiago, cuyos dominios se extendían por la Mancha oriental principalmente era la más elevada de todas las órdenes. Eran tierras del rey donde no se permitía la creación de señoríos o grandes propiedades. Las grandes propiedades datan de la segunda desamortización fundamentalmente, a mediados del siglo XIX.
En el ámbito eclesiástico, las tierras de la Sierra de Segura limitaban con las del Adelantamiento de Cazorla, que pertenecía al Arzobispado de Toledo. El dominio temporal de la Iglesia se manifestaba en que hacia 1495, durante el reinado de los Reyes Católicos debía proporcionar gentes de armas, en la cantidad de 400 picas y 100 espingardas. El Arzobispo de Toledo, Carrillo, fue uno de los instigadores de las revueltas de los nobles contra el poder de Isabel la Católica y ha dejado dos topónimos importantes: Villanueva del Arzobispo y Villacarrillo.
De la época de la Orden de Santiago quedan trazas en la toponimia de la Sierra, siendo frecuentes las cortijadas o cortijos denominados Capellanías, del Cura, de la Orden, y algunos lugares llamados ‘de la Encomienda’. Y, por supuesto, la villa de Santiago de la Espada, precisamente la más adelantada frente al reino nazarí de Granada. Antes de la desamortización de Mendizábal, en 1835, y de la de Madoz, en 1855, -desastrosas, pues conllevaron la desaparición de muchos bienes de propios y comunales y la consiguiente deforestación a manos de los nuevos propietarios-, había muchos más lugares con esos nombres de origen eclesiástico, pero muchos fueron alterados.
Todos los pueblos que componían el Partido Judicial pasaron a pertenecer a la Provincia Marítima creada en 1748, que comprendía cuarenta y un pueblos, desde Alcaraz a Pozo Alcón. Las maderas, esparto y otros productos eran transportados río Guadalquivir hasta los astilleros y atarazanas de Sevilla, para construir las flotas de América.
Para profundizar en el tema, acuda el lector a los trabajos de Emilio de la Cruz Aguilar, profesor universitario que ha desempolvado y divulgado buen número de documentos sobre la Provincia Marítima, las Ordenanzas del Común e incluso sobre el personaje de Juan de la Cruz Martínez, un ilustrado de Siles, su antepasado.