Pomerania y Mecklenburgo

Esta región del noreste de Alemania, parte de la antigua Prusia, es muy singular. Bordea el Báltico, el Ostsee, con unas ciudades hanseáticas bastante desconocidas por los españoles (entre otras cosas porque era la Alemania del Este y era de problemático acceso).

Mi ruta comenzó en Tegel, una pequeña población entre bosques junto al aeropuerto de Berlín que da sobre un bello lago, Tegelersee, en las afueras de la capital alemana. De allí me dirigí hacia Prenzlau, IMG_0685antigua villa de guarnición prusiana, a visitar lo que queda del campo de la Segunda Guerra Mundial, offlag, donde estuvo prisionero mi abuelo. Curiosamente, aunque toda la población quedó devastada, los antiguos cuarteles prusianos no fueron bombardeados y siguen aún en pie, algunos de ellos reconvertidos en viviendas, uno, abandonado. El inmenso campo entre ellos, paseo de los prisioneros, aún está allí, vacío, solitario, invadido por la hierba con restos de hormigón. El lag fue liberado por las tropas rusas casi al acabar la guerra, en abril de 1945. Los prisioneros, acogidos a la Convención de Ginebra, habían sido relativamente bien tratados por los alemanes y celebraban conciertos, montaban obras de teatro y escuchaban la BBC gracias a una radio que tenían bajo las planchas del suelo y que habían ido construyendo con cables ocultos en los macarrones enviados por sus familias (se admitían paquetes por medio de la Cruz Roja). En toda esta apartada región hubo muchos campos de prisioneros ocultos a menudo por sus tupidos bosques.

La catedral de Prenzlau es la primera sorpresa. Pertenece a la colección de las backsteingotik basilike, catedrales góticas de ladrillo rojo, seña de identidad de muchas iglesias del país –con influencia hasta en los países bálticos- de enorme altura -43 metros- y luminosidad (http://www.eurob.org/ ) . Allí reposó el cuerpo de Gustavo Adolfo de Suecia (padre de Cristina de Suecia, que se convirtió al catolicismo y vivió en Roma), muerto en la batalla de Lützen, en la Guerra de los Treinta años, hasta ser repatriado a su país. Toda la ciudad desprende un cierto aire de tristeza, con sus bloques soviéticos y todavía restos de la devastación.DSCF6238

Por bellas carreteras arboladas (la antigua red prusiana de adoquines, hoy revestidos de alquitrán), el viajero llegará en media hora a la más amena ciudad de Neubrandenburg, encerrada en murallas de ladrillo con cuatro bellas puertas de estilo hanseático junto al lago Tollen (Tollensee). Descanse del viaje con un tradicional y delicado almuerzo en Mudder Schulten Stuben   http://www.mudder-schulten-stuben.de/ , donde será amablemente atendido.

Si tiene tiempo, al oeste puede llegar hasta Feldberg, en medio de un gran parque natural de lagos y hayedos (www.feldberger-seenlandschaft.de) . Por allí, en Carwitz, se encuentra la pequeña casa museo de Hans Fallada, escritor conocido sobre todo por una obra suya silenciada hasta hace poco, Solo en Berlín, en la que relata la trágica resistencia de un matrimonio en plena época nazi. Fallada, condenado al ostracismo pero renunciando a dejar su país, vivió allí apartado desde 1933 hasta 1944. Esta es su última obra.

Más al norte se llega a la ciudad portuaria de Greifswald, cuna de Fallada y también del pintor romántico Caspar David Friedrich. La catedral hanseática de San Nicolás, St. Nicolai, imponente, es visita obligada. El pintor norteamericano Lyonel Feininger, que anduvo por aquella región antes de la Primera Guerra Mundial, nos ha dejado algunas acuarelas de la iglesia y la ciudad. Repare el viajero en los magníficos órganos que hay en todas estas iglesias. La música religiosa y los coros fueron una de las aportaciones de la Reforma luterana.

No es fácil entender la historia, y el paisaje, de esta región si no se sabe que fue asolada por la Guerra de los Treinta Años (1618-1648) ; entre la guerra, las masacres, la peste y el hambre que les siguieron, perdió el noventa por ciento de su población y por eso hoy aún hay muy pocos pueblos, si se compara con el resto de Alemania. Estos territorios fueron escenario de encarnizadas luchas entre suecos y prusianos, inmortalizadas en la obra de Bertolt Brecht, Madre Coraje, escrita en 1938, ya en el exilio, símbolo de todas las guerras.

Para saber más:

Europe’s Tragedy, por Peter H. Wilson, 1024 págs., Penguin, Londres, 2010.

La guerra de los Treinta Años, dirigido por Geoffrey Parker, Madrid, 2004.

Solo en Berlín, de Hans Fallada, 552 págs, ediciones Maeva, Madrid, 2011.

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Prora. El turismo nacionalsocialista. Educación y descanso en Rügen.

Prora es una localidad creada en 1936 en la bella isla alemana de Rügen para organizar las vacaciones del proletariado alemán mediante la Fundación KdF, Kraft durch Freude, fuerza con alegría.

Prora

Prora

Se trata de un edificio de casi cuatro kilómetros de largo, cerca de la elegante localidad balnearia de Binz sobre el Báltico.

El propósito era que los trabajadores alemanes, arios y afectos al régimen nacionalsocialista, pudieran ir a la playa y tener vacaciones por módico precio. Además de esta inmensa colonia de vacaciones, la KdF dispuso de dos grandes paquebotes de crucero, el “Robert Ley” y el tristemente famoso “Wilhem Gustloff”, que llevaron obreros a Madeira por un precio diez veces menor que los turoperadores privados.

En 1945, a punto de terminar ya la guerra mundial, el “Wilhem Gustloff”, cargado con nueve mil refugiados alemanes de los países bálticos fue deliberadamente hundido por un submarino soviético, pereciendo todos, niños, mujeres, ancianos. Sabían que no era un objetivo militar. Fue una pura venganza. Günther Grass ha sido el único que se ha atrevido a evocar esta masacre en su libro A paso de cangrejo (2002). Gustloff era un nazi, impulsor del socialismo hitleriano que había sido un héroe en la I Guerra Mundial. Tras la KdF estaña el Frente de los Trabajadores (el Arbeitsfront, DAF), sindicato único que había sustituido a los disueltos tras la llegada de Hitler al poder.

Volviendo a Prora, en 1936 se pensó que debía ser más bien destinado a hospital militar, como así fue. La propaganda del régimen acabó pronto. Pero los carteles y folletos editados en la época son sorprendentemente parecidos a los de la promoción turística actual. Presos políticos trabajaron en su construcción, inacabada. Tras la derrota alemana, los soviéticos lo siguieron utilizando con propósitos militares.IMG_0728

La arquitectura era muy funcional y muy bien pensada, con torres de servicios y una igualdad absoluta para todos los residentes. Hoy, sus ruinas, son como un monumento a la historia viva del país.

El contraste con la coqueta localidad vecina, Binz, es flagrante. Restaurantes, villas y casas de madera blanca, parques bien cuidados. Allí veraneaban, a un kilómetro, las clases altas del Tercer Reich.

Existe un paralelismo con las iniciativas de parecido objetivo llevadas a cabo en 1936 por el Frente Popular francés y, tras la guerra, los proyectos en la costa de Argelès sur Mer y la Grande Motte, en España por la Falange (Educación y Descanso), y en el Portugal salazarista con las villas de vacaciones.

El viajero se verá sorprendido porque muchos pequeños pabellones, con jardines, siguen siendo alquilados por familias modestas alemanas. Hay un gran camping para jóvenes, deportes de vela y un acceso ferroviario al pie mismo de la urbanización, que está enclavada entre los bosques y la playa.

El centro de Documentación de Prora explica todo esto y además presenta exposiciones temáticas sobre el nacionalsocialismo, la persecución y exterminio de los judíos, etc. Como en toda Alemania, la labor de catarsis y de reconocer los males pasados, es un ejercicio que no tiene parangón con ningún otro país implicado o cómplice en masacres, por ejemplo, Austria o Japón.

Más información: http://www.prora.eu