El olivo, árbol sanador

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El olivo azulado, óleo de J.A. Ruiz Baudrihaye

Originario de Siria, el olivo – olea europea– es mencionado en la Biblia, sobrevive al Diluvio, es símbolo de paz (errado, pues era el general romano victorioso el coronado por una rama de olivo, lo que significaba que esa pax romana era posible tras la aniquilación del enemigo), y ha sido siempre, el aceite, un elemento curativo. Desde los sacrificios propiciatorios, a las lámparas votivas alimentadas con aceite, desde los ungüentos hasta los Santos Óleos, el aceite de oliva, ha sido apreciado por sus propiedades curativas.

En la terapia a base de esencias florales –la inicial, más conocida, es el sistema floral del doctor Bach-, la flor del olivo es una de las siete ayudas o siete remedios. Se usa para paliar el cansancio, causado por la falta de sueño, tras haber dedicado mucho tiempo a cuidar un enfermo, o tras un esfuerzo excesivo, mental, físico o espiritual.

El olivo, árbol humilde, de hoja perenne, que resiste todas las inclemencias, que crece en tierras pobres, duras, es símbolo de resistencia, de arraigo, de fuerza y de regeneración. Se planta con un esqueje, una rama con una yema y agarra casi siempre. Es también un especial símbolo de la permanencia pues, desde hace miles de años se viene cultivando igual.

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Añoso tronco de olivo. Sierra de Segura, Andalucía.

Curiosamente, es un árbol que tiene los dos géneros en español, pudiendo decirse olivo u oliva. Algo parecido a la palabra mar, que puede ser el o la mar.

Por último, como señalaba Aldous Huxley (The olive tree), es el árbol ideal para ser pintado, poniendo de ejemplo a Cézanne. Muchos artistas se sintieron atraídos por el olivo, y no precisamente mediterráneos, como Van Gogh o John Silver Sargent, el norteamericano amigo de Sorolla.

 

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La diferencia entre viajero y turista

Gregorio Marañón dijo, en 1953:

Español: Gregorio Marañón en la revista Caras ...

Español: Gregorio Marañón en la revista Caras y Caretas 09/03/1929 (Photo credit: Wikipedia)

Hay, ante todo, que saber lo que es viajar, para no confundirlo con hacer turismo. Es tema que no me abandona. Sólo se puede decir que se viaja cuando hay algo que descubrir. Si no se descubre nada, el viajero ya no existe; y al hombre inerte que le sustituye se le llama turista. La diferencia es esencial. Pocas cosas dan una idea más clara de la desvalorización del hombre en el mundo actual, como el hecho, en apariencia intranscendente, de que las sociedades de viaje se hayan transformado en agencias de turismo, de que disminuyan los libros de viajes, donde se cuenta lo que se ha visto y aumentan las guías turísticas en las que se nos dice lo que vamos a ver; porque el turismo supone la desaparición de la noble y libre condición del viajero. Pero se me dirá: si viajar es descubrir, es lógico el ocaso del viajero, porque, sobre el haz de la tierra todo está descubierto ya. Mas esto, que parece exacto, no lo es. En realidad, el mundo entero está inédito y lo estará perdurablemente para el hombre que conserve intacto en su espíritu la capacidad para la expectación, para la curiosidad emocionada hacia todo lo que existe. El descubrimiento no sólo consiste en ver las cosas con los ojos de la cara por primera vez, sino también en alcanzar a ver con el entendimiento las dimensiones inagotables de lo ya conocido.

(De “Un español regresa del Brasil”, 1953)