Pasear se ha convertido en algo raro en muchas ciudades. El norteamericano Wayne Curtis (www.waynecurtis.squarespace.com) está investigando lo que caminamos, cuánto, cómo, para qué nos sirve. De siempre se ha dicho que pasear, caminar, ayudaba a despejar la mente: solvitur ambulando. En las ciudades norteamericanas no se pasea, se va en automóvil y luego se anda en los centros comerciales. En Europa se va de un sitio a otro, se va “a hacer cosas”. Según él, los norteamericanos dan unos 5.000 pasos al día, los japoneses, 7.000, los suizos, casi 10.000. Claro que eso incluye los que se dan en oficinas, pasillos, aeropuertos, metro. En España no tenemos estos datos pero conservamos todavía la institución del paseo, mientras los concejales no nos arrebaten los pocos espacios de aceras todavía libres de terrazas, de armatostes Decaux y de motos estacionadas.
Vayamos, pues, al campo que es más abierto y libre. Pensaría el lector que pasear por un lugar como la Sierra de Segura, en la provincia de Jaén (Andalucía), alejada del mundanal ruido, es fácil. En efecto, no tenemos demasiadas vallas ni cercados pues no hay ganado, los olivares y montes están abiertos a todos. Así es, pero es casi imposible pasear, como se hacía antes, por las carreteras. No tienen arcenes, tienen cunetas descuidadas como simas (a menudo llenas de latas y botellas que arrojan los que van en raudos automóviles) y no se aplica, aunque la hay, limitación de velocidad. Pasear por las carreteras de la Sierra de Segura lo puede hacer el caminante a su propio riesgo.
Mejor es irse por senderos casi borrados (pues nadie anda ni a pie ni en caballería) y descubrir pequeños vallejos, lugares recatados, silenciosos, olivares perdidos y montes perfumados.
La primavera va a ser una explosión de verdor, de flores. Aprovéchenla y salgan de las peligrosas carreteras, redescubriendo esos caminos de pastores, los senderos que antes llevaban de La Puerta de Segura a Orcera, o de Orcera a Segura. Suban a El Yelmo (1808 metros) andando por su vertiente occidental. Echarán el día y descubrirán, lejos de los vehículos de motor, vistas para soñar y silencios para meditar. Y quizá puedan llevar un libro de poesía y leerlo a trozos, como se lee la poesía.
Pasear y conocer el país era lo que hacían Unamuno, Azorín, Ortega y Gasset y hoy, entre otros, Eduardo García de Enterría y Eduardo Martínez de Pisón (Materiales sobre el paisaje, ediciones Biblioteca Nueva, 2009, ISBN 978-84-9742-908-5).
Caminante, son tus huellas / el camino y nada más; / caminante no hay camino, / se hace camino al andar. / Al andar se hace camino, / y al volver la vista atrás / se ve la senda que nunca / se ha de volver a pisar./….
No se ha de volver a pasar por seguir avanzando; siempre adelante. En caso de gran obstáculo: media vuelta y seguir avanzando.
Buena reflexión Jaime.
Los grandes pensadores, las grandes personas, son aquellas que cuidan los pequeños detalles. Piensas en lo que la gran mayoría pasamos por alto, y nos lo cuentas con total naturalidad.
Me gustaMe gusta