La censura se ha ejercido siempre, unas veces por el Estado, otras veces, de forma más sibilina, por los intelectuales y gentes de la cultura; por fin, también por los editores que deciden qué es lo que merece la pena –más bien, lo que es rentable- publicar y lo que no.
Arthur Koestler, judío húngaro nacionalizado británico (1905-1983), antiguo comunista que se desengañó pronto, dedicó algunas obras a la crítica del totalitarismo y del fascismo, ya es difícil de encontrar. Y, sin embargo, El cero y el infinito es uno de los alegatos más importantes que se han hecho contra el estalinismo. Un testamento español, donde narra su prisión y condena a muerte en manos de los nacionales españoles, en Sevilla en 1937 (fue liberado gracias a la intervención británica). Otros libros, como Los sonámbulos, es un excelente resumen de la filosofía de la naturaleza y de la ciencia, donde precisamente expone la necesidad de la racionalidad y de la intuición, complementarios . En La tribu de los kazares o la décimotercera tribu, un libro de historia, examina el origen de los judíos de Rusia y del Este de Europa. Otras obras y ensayos, sobre la causalidad y el azar, sobre el fenómeno del humor, son singulares que merecerían también ser reeditadas. Sobre los orígenes del Estado de Israel y los kibutzs, escribió La torre de Ezra, donde evoca sus experiencias en la Palestina de los años treinta del pasado siglo. Sus demás escritos autobiográficos son casi un trasunto de la historia de la Europa del siglo XX, en la que fue no sólo testigo, sino actor, sin arredrarse ante el peligro.
Como se dice ahora, fue un hombre renacentista pues abarcó diferentes áreas del conocimiento, tanto en la ficción, la autobiografía y los ensayos científicos, algunos sobre la ESP, percepción extrasensorial y telepatía. Nunca vulgar ni banal, introducía las dudas en el lector, que a menudo es conformista por definición. Sus libros soliviantan, sacuden, nunca dejan indiferentes. También podríamos llamarle excéntrico, en el sentido más euclidiano de la palabra, pues eludió y rehusó los centros de los dogmas, imaginando y demostrando otras posibilidades de pensamiento. Así como estudió astronomía y los movimientos de las esferas sin plegarse a las verdades aceptadas, así en política y pensamiento, Koestler no siguió los caminos trillados.
Fue un gran amigo de George Orwell, con quien compartió la desilusión del marxismo y del comunismo. Ambos fueron adalides del pensamiento libre, de la lucha por la libertad y por la defensa de los oprimidos y los excluidos.
Es curioso el poco caso que se le ha hecho en España. Quizá porque la derecha leía poco y porque la izquierda, que leía algo más, lo tachó inmediatamente de anticomunista. Con eso se ahorraban examinarlo, leerlo y discutirlo. Era todo menos políticamente correcto.
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