Oviedo: dos pintores de Jaén

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El cazador, de Rafael Zabaleta

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Retrato, por Cristóbal Ruiz

Asturias siempre sorprende. Por su paisaje, cada vez más cuidado, sin una aldea que desentone, por la limpieza de sus pueblos y ciudades, por la simpatía de sus gentes. Efectivamente, estas cosas, viniendo de Madrid, sorprenden. Otra agradable sorpresa nos espera en el museo de Bellas Artes de Asturias y en la Fundación Velarde, que ahora va a recibir otra donación del mecenas Plácido Arango. En el museo de Oviedo hay dos cuadros de sendos pintores jiennenses, uno completamente olvidado, como Cristóbal Ruiz, de Villacarrillo, que murió en el exilio; otro algo más conocido, Rafael Zabaleta, que vivió en Quesada. De éste hay un museo digno en el pueblo, al pie de Cazorla, pero que languidece; de Cristóbal Ruiz, casi ni rastro, ni se habla ni hay casi nada en su memoria aunque un Instituto de enseñanza lleva su nombre. Una enteca publicación de la Diputación, inhallable, es la única confirmación de su existencia.

Sobre el museo tripartito de Oviedo sólo cabe decir que deberían cobrar algo de entrada, que los que viajamos tampoco estamos tan pobres.

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Relanzando la novela «Declaración de ausencia».

En el Madrid del otoño de 1963,  a un abogado mediocre, de vida ordenada y aburrida, un acontecimiento inesperado, inoportuno, lo va a sacar de su rutina acomodaticia y le hará cambiar de vida. Una mujer aparece, extranjera, desconocida, enferma, y desde su lecho en el hospital le cuenta la historia de su hermano, que todos pensaban que había desaparecido en la batalla de Teruel. Todo lo que era aceptado, todo el manto de olvido y engaño de una familia se pone al descubierto. La mano del ángel se ha manifestado.

Es una historia verosímil. Historias parecidas probablemente no eran infrecuente en aquellos años. Hace ahora medio siglo, y las secuelas de la guerra civil todavía estaban entonces latentes. Muchos soldados habían sido apresuradamente dados por muertos, como el famoso Colonel Chabert, que inmortalizó Balzac, dado por desaparecido en Eylau. Hay en este relato algunos datos y hechos reales, otros, son ficción. Por ejemplo, es cierto lo del grupo del Liceo y la policía política española, los colaboracionistas franceses refugiados en Madrid, la vida en Casablanca durante la Segunda Guerra mundial (entrega de alemanes a los nazis por las autoridades francesas de Vichy), el Congo Belga, entre otros sucesos que ocupan estas páginas, responden en gran parte a la realidad y sucedieron.

Espero que el lector se entretenga con esta historia, o le traiga recuerdos o le suscite algún sentimiento.