Si te hubieran dicho, a tí la que tanto reías,
a tí, la favorita de todos tus amigos,
a tí, la alegre pecadora de la ciudad,
lo que iba a ser tu vida:
con tu talego, tú eres la trescientas,
esperas a la sombra de las Cruces[i]
y las lágrimas te queman,
atraviesan el hielo del día de Año Nuevo.
Se ve oscilar el chopo de la prisión.
ni un ruido… más allá, han dado fin
a cuántas vidas inocentes…
1938
Pregúntale a las mujeres de mi tiempo,
presas, las quinientas[ii], prisioneras,
y te contaremos todo:
que el miedo nos embrutecía,
que criábamos hijos,
para la cárcel, la tortura y la muerte.
5 de enero de 1941
En la Fontanka y en Tashkent, y aún después
En los años terribles de la tiranía de Yejov[iii], he pasado diecisiete meses haciendo la cola ante la prisión de Leningrado. Una vez, alguien me ha reconocido. Entonces, la mujer con los labios azulados que estaba detrás de mí –que evidentemente no había oido nunca mi nombre- ha despertado del sopor que todas teníamos y me ha preguntado al oído (allí todo el mundo hablaba susurrando):
-Y ésto, ¿ lo podrá describir?
Y le he dicho:
-Puedo.
Entonces algo como una sonrisa ha pasado por lo que una vez fue su rostro.
1º abril de 1957
Leningrado
[i] Prisión de Las Cruces, donde estaba su hijo, Lev Gumiliov, cuyo padre había sido acusado en 1921, de complot monárquico y fusilado.
[ii] Las “quinientas”, porque el código penal soviético permitía encarcelar a cónyuges y madres de los “culpables”.
[iii] Yéjov, director de la NKVD, Comisariado Popular para Asuntos Internos, luego GPU.
Más información:
Vidas vividas sin acabar de transmitir todas sus miserias, sin acabar de comunicar todos los ultrajes sufridos, sin contar todas sus fobias y esperanzas; aún así, vidas tan intensas que dudo que seamos capaces de hacernos una idea del sufrimiento sufrido a diario, del dolor del alma, del éxtasis del espíritu.
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