Los bojs de Bruselas

Paseando por los jardines de la Alhambra y del Generalife pensamos que el oloroso boj es un privilegio del sur. El buxus sempervirens pertenece a una familia con más de 70 especies, siendo Cuba el lugar donde más se encuentran, con 30, seguida de Madagascar, con 17. En España el boj es planta de jardín, más bien escasa, aunque en la Sierra de Segura, en la provincia de Jaén, se encuentra el buje, que no es sino una especie de boj local y muy resistente. Desgraciadamente, no se encuentra en ningún vivero de aquella zona, de los poquísimos que hay. El boj es de crecimiento lento, difícil (aunque resiste las heladas, poniéndose solamente algo dorado y recuperando después el verdor), un antídoto contra el jardín de urbanizaciones y de nuevos ricos, que lo quieren todo rápido y con relumbrón.

En la Dordoña, esa bella región francesa, está uno de los jardines más famoso de boj, el de Marqueyssac. El boj tolera toda la poda ornamental, lo que constituye la topiaria. No es casual que sea ornamento de palacios y residencias reales. En Bruselas lo encontramos en los jardines, casi fosos, del Palacio Real,

Palais Royal de Bruselas

Palais Royal de Bruselas

Sablon

Petit Sablon y la iglesia del Sablon

y en muchos squares o plazuelas ajardinadas. Una en especial merece nuestra atención, la del Petit Sablon, bajo las estatuas de Egmont y Hornes. Egmont, vencedor de San Quintín, noble católico flamenco leal a Felipe II, criticó al emperador y le pidió que respetase las libertades locales de Flandes. La consecuencia de su osadía fue que el duque de Alba mandó cortarle la cabeza junto al otro noble, Hornes, en la Gran Plaza de Bruselas. Marnix, el miembro protestante de aquellos indignados, se salvó porque huyó a los territorios del Príncipe de Orange, en la actual Holanda.

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Ixelles, su museo, sus calles

El apartado museo de Ixelles hay que ir buscándolo por calles solitarias, tranquilas. Se escapa uno del fragor de la avenue Louise y siempre encuentra alguna buena sorpresa. Está en la calle Van Volsem.

 La colección permanente despliega muchas pinturas y esculturas belgas, poco conocidas por el gran público, desde Henri Evenepoel (que con Matisse y Hucklenbroich eran llamados los tres Henri) hasta Rik Wouters o Alechinsky. No hay muchas oportunidades de contemplar arte belga en los museos de Europa, aplastado por el arte que se concentró en París.

 Las exposiciones temporales –fruto de un paciente e inteligente trabajo de años, eligiendo lo más significativo- nos descubren facetas del arte que a veces pasamos por encima, como la actual de Agnès Varda, francesa que nació precisamente en Ixelles (como también nacieron Katherine Hepburn y el escritor Michel de Ghelderode, por ejemplo). De Varda se exponen fotografías, biombos historiados y su humorístico homenaje a las patatas, Patates & compagnie.

Y un descubrimiento deslumbrante: Jean-Marie Bytebier, que nos propone su visión del paisaje, en acrílicos sobre madera, intensos, casi misteriosos. Un canto a la naturaleza. http://www.museedixelles.be

Jean-Marie Bytebier

Jean-Marie Bytebier

Ixelles era un municipio fuera de Bruselas (es decir, ahora, dentro) y que tiene su propia personalidad. La place Flagey, con el soberbio edificio que fue de la la radio y seguida por los estanques que nos llevan a la Abadía de La Cambre. La place du Châtelain, al otro lado de la avenue Louise, es lugar de encuentro los días de mercado, por donde proliferan galerías de artes, cafés y cervecerías de toda la vida y amables librerías, como la Nijinski. También, cerca del Toison d’Or, a dos pasos del barrio congolés de Matonge, está el rincón de St. Boniface, una placita con restaurantes agradables y no caros, como Hello Saigon, L’Ultime Atom (el ultimátum), con cien tipos de cerveza, o el curioso Le Clan des Belges; son lugares frecuentados por la gente del barrio, así como el veterano librero Hankard, donde se pueden encontrar libros antiguos, inhallables en otros lugares.