Qué hacer para ser publicado

El blog de Guillermo Schavelzon

Un desafío para los escritores

La creciente dificultad para encontrar editorial, similar a lo difícil que resulta conseguir agencia literaria, es una de las mayores preocupaciones de los escritores que tienen una y a veces varias obras escritas, que quieren publicar.

En esta dificultad, encontraron su negocio las editoriales y plataformas digitales de autoedición, que no parecen ser una solución, sino solo un negocio muy lucrativo para la editorial. En Estados Unidos se llaman Vanity Publishers, empresas que lucran con la vanidad del escritor, como si no supieran que lo que ofrecen, nunca satisfará las expectativas que genera.

En el mundo de los escritores, sigue siendo el libro tradicional, impreso en papel, y puesto en librerías por un sello de prestigio, la principal forma de reafirmación, además de la mejor posibilidad de llegar a las librerías, a los medios y a los lectores.

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Ernesto Sánchez Montoya, una semblanza en 1981 (y II)

«Ernesto. Un personaje del pueblo español. Con la cólera de un Salvat Papasseit, con un moralismo quijotesco. Luchador, por tanto, solitario. Reiterativo, con una personalidad volcada en lo social, en la polémica. Es, naturalmente, incomprendido por muchos, negado por otros tantos. Hombre difícil de disciplinar en un partido por su gran originalidad y sinceridad. No es casualidad que sea un herrero; trabajo individual pero relacionado con la industria, con las fábricas. A ellas les pide los suministros. En ellas, en los talleres de Barcelona, hizo su aprendizaje que le permitió luego volver a Orcera con técnicas nuevas para reavivar la forja en que desde hace tres generaciones trabaja su familia.63494477-8DF4-4C0A-8382-A95DD5895F52

Quisiera dominar el pueblo, modelarlo y dirigirlo como doblega la terquedad de una barra. Quisiera pertenecer a un pueblo duro, bien templado. Desprecia la blandura, el ser proteico.

Encerrado en un pequeño pueblo de la Sierra de Segura, los acontecimientos de su vida los abstrae y los eleva a categoría. El señorito bufón y chirigotero es por antonomasia la representación de la ineptitud de las llamadas clases altas y dirigentes de Andalucía. La borrachera y la ramplonería del jornalero sin pan ni ideas es la muestra de la alienación obrera. La mujer de un médico o de cualquier otro profesional del pueblo, que sea gazmoña, pintada y semianalfabeta representa a los ojos de Ernesto la personificación de un género de vida de las mujeres que se parece bastante a la prostitución periódica.

Pero Ernesto no es sólo crítico, no es un resentido ni por asomo. Es demasiado bueno y simpático, en el más amplio sentido de la palabra, como para tener resentimiento. Odia el estilo, no a la persona en si. Como si distinguiese el crimen del criminal. Ernesto contempla los niños, Ernesto es capaz de pasar una noche hablando, de soñar con una casa en la sierra, de ilusionarse por una mujer. Sí, Ernesto es más inteligente que un simple agitador que manejase cuatro tópicos descosidos».

[Estas líneas las escribí el 21 de septiembre de 1981 y las acabo de descubrir en un viejo cuaderno. No he cambiado ni una palabra, es la impresión de entonces.]

Nota: Salvat Papasseit fue un poeta catalán anarquista del primer tercio del siglo XX que murio muy joven, de tisis. Entre otros versos escribió ‘Humo de fábrica’.

Fotografías de las gentes de La Puerta de Segura y Las Graceas, por Antonio Damián Gallego

Descubro tardíamente las fotografías que hizo Antonio Damián Gallego Gómez de la gente de La Puerta de Segura (Jaén) y de la aldea de Las Graceas, editadas hace quince años, en 2002.

Como él dice, son sus gentes, los niños, los abuelos, los que ya se fueron y los que vienen. Hay fotografías de la vieja aldea de Las Graceas, a dos pasos del pueblo, pero ya deshabitada, hay retratos que hablan. Que además son técnicamente perfectos. La pequeña,historiamde un pueblo español.

La calidad de las fotografías, en blanco y negro, no tiene nada que envidiar a las de todos esos fotógrafos norteamericanos que nos dejaron su testimonio y que son mundialmente reconocidos.

Con humildad, pero con gran sentimiento y orgullo sano de su tierra y de sus vecinos, Antonio Damián nos ha dejado un monumento al pueblo llano, a esas personas que forman el mundo pero que, como dice el poema de María del Pilar Martínez, son

gente buena de mi tierra,
rescatada del olvido
al que se hallan condenados
los humildes y los sencillos

Ver esos rostros, esos quehaceres antiguos, desde el labrador, el aceitunero hasta el hojalatero, el carpintero o el herrero, ver los gitanos del pueblo, tan señeros como él, producen emoción. ¿Qué más puede desear un fotógrafo que hacernos partícipes de su poesía gráfica?

Este libro, bellamente editado, debería ser mucho más conocido. Los retratados y el retratista lo merecen.

 

El paludismo en la comarca de Segura (Jaén) hace ochenta años

Hace casi cien años había paludismo endémico en la parte oriental de la provincia de Jaén, sobre todo cerca del Guadalimar. Campo Redondo, que es una pedanía de Chiclana de Segura, fue uno de los lugares donde más se padeció, pero también Puente de Génave, La Puerta de Segura y Beas, eran azotados por esa enfermedad, que es conocida como malaria o tercianas.

El 1° de julio de 1934 don Ramón Martínez Ruiz, médico local de La Puerta desde 1907, fue nombrado encargado del Dispensario Antipalúdico de dicha localidad. Después de la guerra aún había paludismo y le es renovado el título en 1943. Este médico era hermano del escritor Azorín.

Hoy, el antiguo dispensario de Campo Redondo es una ruina, desgraciadamente. Una anciana, que vivió en un cortijo de Puente Mocho (ruinas de un puente romano de traza quebrada que iba a dar a la Vía Augusta) con su hombre, como ella dice, y diez hijos, aun recuerda cuando iba al dispensario a que le diesen las pastillas y, de vez en cuando, a que le pusieran inyecciones. Al parecer este dispensario estuvo activo hasta los años setenta del pasado siglo.

Mi padre, nacido en La Puerta en 1923, padeció el paludismo de niño. Entre los remedios que se le administraban estaba la leche de cabra a diario (lo que hizo que aborreciese para siempre la leche).

Imagen 1Más información:

El paludismo ha estado presente en España durante siglos. Para mayor información remito al excelente trabajo que se puede consultar en esta página:

Haz clic para acceder a 008_Castejon%20Porcel.pdf

Para los que quieran escudriñar más datos sobre la zona, el blog loqueseocultabajoelsol.blogspot.com.es, reúne algunos trabajos sobre la zona, en particular dos sobre los antiguos puentes sobre el río Guadalimar:

https://plus.google.com/106410062523977779796/posts/

‘El comensal’, de Gabriela Ybarra

El fin del terrorismo de ETA ha propiciado la eclosión de muchos libros sobre esos más de treinta años de miedo, división y dolor en el País Vasco y en toda España. Algunos son novelas realistas de merecido éxito, otros, análisis e indagaciones sobre qué hubo detrás de tanta muerte, de tanto fanatismo, como el de Edurne Portela (‘El eco de los disparos’).

Pero pocos indagan sobre el propio dolor, sobre el asesinato de un ser querido. ‘El comensal’, de Gabriela Ybarra (Ediciones Caballo de Troya), es quizá el primer testimonio de ese dolor. Los más cercanos y afectados se ven aun incapaces de traducirlo a palabras, lo mismo que sucedió en muchas de las víctimas de los campos de exterminio nazis, que prefirieron el silencio, o el suicidio, al relato.

Gabriela Ybarra es la nieta de Javier de Ybarra, industrial, filántropo, hombre de cultura, que fue alcalde de Bilbao y presidente de la Diputación Foral de Vizcaya, que fue secuestrado y asesinado por unos etarras -hasta hoy no identificados y, por tanto, terriblemente impunes- el 22 de junio de 1977, unos días después de que todo el pueblo español hubiera votado, de manera ejemplar y cívica en las primeras elecciones libres desde febrero de 1936. El mensaje de ETA era claro, les daban igual la democracia, las elecciones, la muerte era su única consigna y su solo leitmotiv.

El título del libro, nos explica la autora, viene de que en su familia siempre se guarda un lugar y unos cubiertos en la mesa para ese comensal que nunca volverá.

Gabriela Ybarra nos ofrece un relato minimalista, casi telegráfico, como el de una agencia de noticias. Y lo entrelaza de manera muy sensible con la muerte por cáncer de su madre, años después. Dos pérdidas, dos muertes violentas -que el cáncer es una violencia- que marcan a toda la familia para siempre.
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Es un relato duro, precisamente por esa ausencia de adjetivos, porque excluye la pena -ese método para hacer sensacionalismo que daña tantos libros sobre tragedias-. Hay un tipo de narración casi forense que se limita a exponer los hechos, a veces hasta los más nimios detalles, que son un contraste helado con la realidad de un asesinato -sin necesidad de adjetivos- y la despiadada e irremediable muerte de una mujer joven, madre de tres hijas.

Las 160 páginas del libro bastan para que sepamos, o más bien, sintamos, pues es un libro conmovedor, cómo el mal puede afectar a una familia y a una sociedad. Años de escolta obligatoria para los hijos de Javier de Ybarra, que la ETA se empeñaba en exterminar por esa época en que el odio parecía ser el único argumento de unos cuantos miles de vascos hacia el resto de sus conciudadanos, vecinos y, por supuesto, al resto de los españoles.

El lector se pregunta, al final de esa lectura casi angustiosa pero que no se puede dejar, si la autora ha necesitado contarlo como una especie de terapia para poder expresar, sacar afuera de alguna manera ese dolor que comparte con sus hermanas y con su padre y que no habría forma de supurar en el mero silencio. Quizá este testimonio sirva para que la familia pueda descargarse del peso del silencio, esa especie de omertà que ha contaminado durante años el País Vasco, donde unos se iban, otros callaban y muchos miraban para otro lado.

Las chatarras de La Solana

[Publicado por http://www.estrelladigital.es, el día 30 de junio de 2017]

Las momias de La Solana‘ fue el tema de un artículo del inefable Eugenio Noel, aquel escritor viajero y bohemio, antiflamenquista y antitaurino, que tuvo la sana ocurrencia de morirse antes de la guerra, en abril de 1936. Dejó un reportaje sobre las momias que encontró hace cien años en la cripta de la iglesia de los Trinitarios, que serían -pensamos- un poco como las de Palermo. Noel había visitado probablemente todos los pueblos de España y decía verdades como puños con palabras encontradas en la gente llana, que son los que conservan las profundidades del castellano.

IMG_4502La Solana es un pueblo de la provincia de Ciudad Real bastante bello, sin horrores urbanísticos, con su ciclo de zarzuela, sus calles limpias, su imponente iglesia renacentista obra del maestro Andrés de Vandelvira.

Por eso es inexplicable el horror de los montones de chatarra de coches, momias de coches para desguace, que han instalado precisamente en el lugar más visible, en el alcor que se ve desde la carretera N 430 -¡el desguace se llama además N 430!- junto al cruce hacia otros hermosos pueblos, que son Infantes y San Carlos del Valle. Parece como si de pronto el espíritu de la fealdad hubiera triunfado, se hubiera infiltrado, en las afueras de La Solana.

IMG_4507Esto es tanto más lamentable cuanto que, en general los pueblos manchegos están bien arreglados, como Almagro, Puerto Lápice, Villahermosa, El Bonillo, Infantes o Alcaraz, por solo citar algunos.

La Solana no se merece esa carta de presentación. Esperemos que su ayuntamiento reaccione y desmantelen pronto ese atentado al paisaje, al pueblo y a La Mancha.