Hace unos días descubrí en el pequeño pueblo de Pontones (Sierra de Segura, Jaén), que está junto al Nacimiento del Río Segura, un libro que nos trae las memorias de esas sierras lejanas, pero tan cercanas en el corazón. Amigos desconocidos, de Ignacio Martínez.
Su autor, al que no conozco, ha escrito un centón en el que junta y cose historias locales de la guerra, las memorias personales, sus lecturas y las vicisitudes de esos montes de pinares ancestrales, de pastos y de aldeas perdidas. Añade documentos auténticos, cartas, expedientes forestales de expropiación y deslinde, y hasta sentencias judiciales. Hay también, fruto de su conocimiento del ruso, extractos del diario de Kolstov, agente soviético en la guerra de España.
Aunque existen algunos libros sobre la Sierra de Segura, casi todos se centran en su pasado histórico, en la Orden Militar de Santiago que la reconquistó, en la Provincia Marítima que la explotó. Sin embargo, éste incide más en la vida cotidiana, en los avatares y sufrimientos de una población que fue siendo expulsada, cuya única salida era la emigración –y sabemos que los emigrantes se llevan con ellos sus historias y sus recuerdos, sepultados en el olvido-.
Podrían distinguirse tres partes, aunque entrelazadas, el pasado de Pontones, con episodios de la guerra y la revancha posterior, el largo y casi eterno pleito de un descendiente por recuperar una finca expropiada por el Patrimonio, y los recuerdos de niñez en Las Acebeas. Contrasta el lenguaje de las gentes, sus cartas, sus vidas, con la retórica inmutable de la Administración a través de oficios, órdenes y sentencias.
El autor trata de vincular el desastre personal con el colectivo, la expoliación, la emigración ante la imposibilidad de vivir en la sierra, la indiferencia testaruda de la Administración. Ante ello, ante esa falta de perspectivas solo queda la salida, la huida y, como mucho, el empeño en un pleito sin final ni solución. El inacabable pleito por la finca expoliada es como la metáfora de la desgracia de estas tierras y estos montes.

Pontones
Esta sierra padeció sucesivamente el omnímodo poder de la Orden de Santiago, luego el de las autoridades de Marina y, por fin, las dos Desamortizaciones del siglo XIX, que provocaron una mayor desertización. En efecto, la venta de bienes de mano muerta, de bienes de propios de los ayuntamientos, en vez de generar comercio e industria, lo que pretendían Mendizábal y Madoz desde su teórica visión de las cosas, atrajo especuladores que talaron montes sin replantarlos, que dejaron eriales para el pastoreo, pero que no invirtieron ni un duro en la regeneración de esos parajes.
El libro contribuye a colmar en parte esa laguna, esa total falta de información sobre la sierra que ha sufrido dos abandonos, el de sus antiguos pobladores y el de la historia. Hoy, el Parque Natural, y antes el Patrimonio Forestal del Estado e ICONA, poco han contribuido al desarrollo y, en ningún caso, han contado con la opinión, participación y compromiso de la población. Ha imperado siempre una especie de política regaliana, por no decir totalitaria. Una política que no se cohonesta con la democracia. No basta con votar, hay que participar.
La historia de la Sierra de Segura ha sido pues la de tres ex: expoliación, expulsión y explotación, todo a beneficio del Estado y perjuicio de los moradores, para los que sólo quedaron tres a: abandono, ausencia, amnesia.
Todos los que somos oriundos, o cuyos padres y abuelos remanecen –como se dice por aquí- de esas tierras, nos reconoceremos en este libro. Una obra que no se puede clasificar, que es un centón pues son pedazos tejidos en un propósito común (aunque los diarios de Kolstov no parecen guardar relación alguna). Es a la vez memorias, recuerdos, historia y hasta poesía (Ajmátova).
Podría decirse que son como las memorias del dolor, los sinsabores, pero también de la ternura, de esos recuerdos infantiles, inocentes, de los animales, las leyendas de los tesoros escondidos. Un libro necesario que contribuye a comprender la Sierra de Segura más allá del mero excursionismo o la comida de chuletillas de cordero.
Afortunadamente, la Sierra empieza a tener voz propia con libros como éste que van despacio, sin alharacas, levantando el velo sobre esa tierra que siempre, o casi siempre, permaneció silenciosa y resignada.
gracias Jaime lo buscare.
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Yo lo encontré en Orcera, en la librería-papelería. Si no, en Beas seguro que lo tienene porque creo que el autor vive allí o va mucho a ese pueblo.
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como podria buscar el libro,soy descendiente de esas personas que emigraron.
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Desgarrador. Pensando en nuestra tierra me acuerdo de la frase de Graucho: «Partiendo de la nada hemos alcanzado las cotas más altas de la miseria». Muchas gracias por su artículo.
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Te lo prestaré
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Qué lástima, que desastres causan los políticos y las Administraciones…. Me gustaría leer ese libro.
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