¡Rusia, oh mísera Rusia!
tus isbás siempre grises,
y el canto de tus vientos son para mí
como lágrimas del primer amor.
No consigo llorar tu suerte,
intento llevar bien mi cruz,
¡pide al primer mago que surja
que sostenga tu feroz belleza!
Alexandr Blok, Rusia

Llegaré allí y mi languidez desaparecerá,
me gustan los fríos tempranos.
Estos pueblos sombríos, misteriosos
protegen el trabajo y la oración.
Nada podrá vencer mi amor
tranquilo y seguro por este país:
una gota de sangre novgorodia
es para mí como un hielo en un vino ardiente.
No hay remedio;
los grandes calores no la hacen derretirse,
y por mucho que yo lo pretenda,
sigues siendo tú, país apacible, el que brillas ante mí.
Anna Ajmátova, Consuelo, Julio 1914
