Desde hace un milenio y medio, Marruecos, la tierra del Maghreb, ha influido en la historia de Hispania. Veamos sólo algunas fechas:
• 711, invasión de la Península por las tropas de Tariq ben Ziyad.
• 1091, invasión almorávide. Su decadencia da lugar a los llamados segundos reinos taifas.
• 1160, invasión almohade. Su declive culmina con la derrota en Las Navas de Tolosa (Jaén).
• 1492, toma de Granada y fin del poder político musulmán. No de la población musulmana, que seguirá hasta su expulsión masiva en 1609. Todavía hay marroquíes que se precian de sus orígenes andalusíes, o los de Salé, que dicen venir de Hornachos.
• 1497, conquista de Melilla.
• 1578, batalla de Alcázarquivir, donde desaparece Dom Sebastião, rey de Portugal, lo que da lugar a que Felipe II acceda en 1580 al trono de Portugal por derecho dinástico, durando la unión de los dos imperios marítimos hasta 1640. En 1641 es nombrado el primer gobernador castellano en Ceuta, que sustituye al portugués Francisco de Almeida.
• 1859-60, primera guerra de Marruecos, promovida por O’Donnell para redorar los blasones de España. Ocupación de Tetuán.
• 1893, guerra de Melilla.
• 1912, establecimiento efectivo del Protectorado español en Marruecos. Reocupación de Tetuán y su zona de influencia.
• 1909-1925, guerra de Marruecos, cuyas consecuencias últimas serán la caída de la monarquía y la proclamación de la II República.
• 1936, las tropas sublevadas en Marruecos cruzan el Estrecho, dando comienzo la guerra civil. Franco utilizará las tropas indígenas como ariete ofensivo y de terror.
• 1975, la Marcha Verde, promovida por Hassan II y apoyada muy probablemente por los Estados Unidos, con la connivencia de Francia, aprovechando la debilidad del Estado español con la agonía del dictador.
Marruecos ha sido siempre el catalizador de nuestras crisis y haríamos bien en conocerlo mejor. Las fuerzas subterráneas de la historia están en acción; Marruecos se concentra en lo que le ha sido dado hacer, en esa herencia de relación y conflicto. Nuestro vecino del sur ha sido, es y será crucial para nosotros, para la economía, la demografía, la estabilidad. Y tenemos el problema de Ceuta y Melilla, que no olvidemos que los musulmanes las consideran territorios ocupados con el mismo título que Ramallah o Hebrón. Además, contamos con casi un millón y medio de ciudadanos españoles de confesión musulmana, además de los inmigrantes musulmanes en condición de residentes.
Las posiciones españolas sobre Marruecos, tanto a derecha como a izquierda, adolecen de un análisis objetivo, sin prejuicios. La derecha parece todavía tener resentimientos de Annual, la izquierda está instrumentalizada por el Frente Polisario. Se necesita una visión histórica, objetiva, dialéctica.
Veo estos días con horror los improperios que se lanzan en las redes y por algunos comentaristas contra Marruecos, el más suave de los cuales es llamarle ‘enemigo’. Que estemos muy disgustados con la forma de obrar de su gobierno no nos da derecho a insultar al país y al pueblo. La embajadora de Marruecos, Karima Benyaich, debe estar sufriendo con algunos de los hirientes comentarios que circulan.
Apoyar al Polisario y su feudo en Tinduf, sostenido por el inveterado enemigo de Marruecos que es Argelia, tiene consecuencias. Nuestro sentimiento de culpa por el vergonzoso abandono del Sahara y el Río de Oro no es una base de partida. El Polisario, una organización centralizada con sus estructuras burocráticas copiadas del antiguo FLN argelino, no ha dado muchas señales de ser demócrata, no ha tratado bien a los soldados marroquíes prisioneros, no es un modelo ninguno de democracia, aunque tengamos afecto a los saharauis y muchos los consideren los ‘españoles abandonados’.
Defender a los saharauis como pueblo es lógico y humanitario; pero el Polisario no puede ser el único interlocutor. Sería mejor procurar una transición hacia una solución que respete las demandas históricas de Marruecos -que no son un invento de la dinastía alauita ni de los nacionalistas marroquíes- y los derechos de la población saharaui, la verdadera, no la inventada por censos espurios.
Marruecos ha respondido siempre a los actos españoles que consideraba lesivos con medidas ‘laterales’, solapadas, muchas veces turbias. ¿Recibimos a un dirigente del Polisario para tratamiento médico? Pues abren la barrera en una especie de marcha verde acuática. Cuando yo trabajaba en Rabat recuerdo que en cuanto había algún desliz de un periodista español (por ejemplo, sobre los presos políticos marroquíes) o un periódico criticaba al gobierno de Hassan, a los pocos días siempre había algún problema con algún periodista español (expulsión o acoso), o detenían a unos pesqueros españoles y los llevaban a Nador o a El Jadida, o clamaban por la devolución de Ceuta y Melilla.
Marruecos ha sido muchas veces en la historia el catalizador de nuestras crisis, que ha aprovechado con sagacidad. Conocer bien ese país, su historia, sus problemas, es más que necesario, es obligatorio. No ayuda nada el griterío organizado por Vox. Con actitudes como la de Vox, puramente racistas, no vamos a ninguna parte. Aunque tampoco con la de Podemos, que habla de lo que desconoce y cada vez que abre la boca da centenares de votos a Vox.
Con prejuicios ideológicos no se puede ejercer una política exterior sensata. La prensa debe ayudar a la objetividad y no atizar odios ni rencillas. Hemos de recordar que Marruecos, dentro de los países árabes, es el más democrático, permisivo, el más abierto. Los palestinos, por ejemplo, adorados por los españoles, llevan sin elecciones quince años y ni Hamas ni Abbas toleran disidencia alguna. Marruecos puede tener muchos problemas, pero no somos quienes para estar dando lecciones y menos para insultarlo.
El gobierno español haría bien en no dejar el problema en las manos de la Guardia Civil, impotente para contener masas de inmigrantes. No es un problema de orden público sino mucho más profundo. Es además injusto con los guardias civiles, utilizados como el escudo protector de un gobierno poco hábil. Es como lavarse las manos. Pero al menos parece que estamos demostrando alguna humanidad con todos esos jóvenes dejados a su suerte por Marruecos. Como siempre, nuestra sociedad civil y las Fuerzas de Seguridad del Estado han demostrado estar por encima de sus políticos.
Sería finalmente muy de desear que entre la izquierda española y la marroquí hubiera más relación, más diálogo, sin las anteojeras sobre el Polisario que impiden una visión más nítida. No sólo precisamos de relaciones institucionales, formales y diplomáticas, necesariamente rígidas, sino de una franca relación abierta, sin complejos y sin ideas preconcebidas.