Los ayuntamientos, raptados por los partidos

“porque sabe que las quejas no han de llegar donde él, (que) tiene cerrados todos los postigos de oír”

Baños de Velasco, siglo XVII

Todos hemos sentido alguna vez, como ciudadanos, como vecinos, la sorpresa ante una obra inesperada, una prohibición municipal, un nuevo edificio que rompe la armonía y estética de una calle. Todos nos hemos sentido sorprendidos, desprevenidos, pillados por sorpresa ante muchas decisiones municipales que no sabíamos se estaban preparando, ni cómo ni por quién. Todo nos es ajeno y no hemos participado.

Es la misma sorpresa que nos llevamos cuando erigen una estatua, cambian el nombre de una calle o talan unos árboles. No sabíamos ni sabemos por qué se ha decidido así.

Son los hechos consumados, todo ha sido decidido en las ‘alturas’ sin que hayamos tenido arte ni parte. La falta de transparencia, el secretismo incluso, producen esa sensación de alienación, de que no pintamos nada.

¿Por qué sucede esto?

Porque los partidos han monopolizado el poder municipal y la lucha por el poder se ha trasladado a los ayuntamientos. Esto les ha privado de su independencia y de la efectiva defensa de los intereses de los moradores y habitantes.

Así han sido ahogadas en la lucha partidaria las instituciones más antiguas de España, mientras que las clases medias urbanas y la clase obrera se han dejado arrebatar el poder y la autonomía para gobernar sus asuntos. Los partidos políticos han monopolizado también los oficios y cargos públicos, no sólo a nivel local sino regional y estatal. Cuando se utiliza el voto como una forma de cheque en blanco se llega a la autocracia de los partidos.

En el ámbito local esta inundación de la administración por los  partidos es mucho más evidente, encontrándonos casi de hecho en aquella situación de hace cinco siglos de la “venta de oficios” que bloqueaba el acceso a los cargos municipales si no se está integrado o apadrinado por una máquina partidaria. Es lo que Max Weber llamaba ‘dominación patrimonial’.

Veamos cuál es la pertenencia política de los 8135 municipios españoles:

2845                PP

2797                PSOE

360                  JxCAT

352                  ERC

182                  CS

144                  PAR

122                  PNV

118                  EH-Bildu

68                    Compromis

58                    IU

44                    PRC

29                    BNG

27                    Adelante

24                    NA+

18                    UP

7                      Vox

Todos en manos de los partidos y los alcaldes, intangibles.

Se dirá que es lógico. Pero no es lógico porque quienes mandan en los municipios no son los vecinos a través de sus representantes sino los partidos estatales o regionales, para los que los ayuntamientos son meras escalas para acceder al poder nacional o autonómico. Los vecinos son los que menos cuentan. Los partidos instrumentalizan los ayuntamientos y diputaciones para sus propios fines de dominio del poder.

Además, los partidos han dejado de ser asociaciones para convertirse en iglesias, con sus dogmas, sus mandamientos y sacerdotes. Por eso vemos que los alcaldes hablan siempre en clave partisana, partidaria, no para los vecinos, funcionando más como portavoces de los partidos a los que pertenecen, careciendo tanto de libertad como de independencia (y no deben salirse del guión, como sucede con Francisco de la Torre, el alcalde de Málaga al que el PP, su partido, no quiere). Otro ejemplo es cómo Almeida en Madrid ha reducido presupuesto de cultura para asegurarse el apoyo por acción u omisión, de Vox, para que le aprobasen los presupuestos. Si el PP o el PSOE dan una consigna sobre un tema, pandemia, bares, etc, sus alcaldes la siguen a pies juntillas, independientemente de si se adapta a su ciudad o pueblo. La autonomía municipal es un mito, como lo fue bajo el franquismo cuando los alcaldes eran nombrados por el poder central, y en las provincias por los gobernadores civiles. Se ha sustituido un caciquismo por otro. Es la continuidad de los vicios de nuestra política. Ahora son designados por los partidos y los votantes han de decidir en listas cerradas, precocinadas en los comités ejecutivos de los partidos.

Los partidos, a través de sus agentes locales, esa correa de transmisión que son los alcaldes y concejales, deciden cargos, contratos, favores, empleos. La obediencia de los alcaldes a sus consignas es ciega pues se juegan no estar incluidos en la próxima lista electoral. Como tales miembros de un partido no responden frente a sus electores sino frente al partido que los ha escogido para figurar en las listas (salvo cuando la corrupción se hace tan evidente que la prensa la descubre y los jueces intervienen, porque los partidos lo primero que hacen es tratar de encubrir a sus propios corruptos o minimizar el escándalo con el “y tú, más”).

Por eso muchos ayuntamientos, en vez de dedicarse a los intereses locales son simplemente el eco de las intrigas de poder político. Ganar una ciudad por un partido es ganar un peón más en el tablero, pero lo que importa es el tablero, no la localidad. Si se portan bien pueden ascender, como ahora Juan Espadas, ex alcalde de Sevilla que es promovido como candidato (probablemente perdedor) a la presidencia de la Junta.

El resultado y consecuencia de esta forma de hacer política es que cada vez hay más gente ajena a ella; es la misma tradición de nuestro antiguo anarquismo que venía justificado por el hartazgo de la dominación por unos cuantos caciques, hoy partidos; es la pérdida de la legitimidad que se traduce en abstención, apatía, nihilismo y populismo de los dos extremos. No un izquierdista, sino el antiguo consejero delegado de Unilever, Paul Polman, decía hace días en el Financial Times (24 enero 2022), que

“Nuestras democracias están fallando en medio de una marea de desinformación, mientras las olas del populismo y el extremismo no parecen disminuir.”

Esto es particularmente grave cuando se trata de la que se supone más cercana institución política a los ciudadanos, el ayuntamiento. Su origen lo podemos rastrear en los concejos, que ya existían en el siglo XII y hasta en la España visigoda, con los conventus publicus vicinorum[1]. En general, debido a esta distancia, se manifiesta una falta de afecto y de empatía de los ciudadanos hacia sus representantes, si no es para la adulación y la lisonja en busca de favores, contratos o cargos.

El problema es que esto ya no es siquiera un tema de debate. Se da por supuesto que los ayuntamientos son de los partidos, su propiedad privada y privativa. El pueblo, a votar y a callar. Recuerden los alcaldes que son fiduciarios de los ciudadanos.


[1] Precisamente ahora, el alcalde de Lisboa quiere organizar un Concelho de Cidadãos para facilitar más participación. Veremos con qué resultados.

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Casi total silencio en los medios españoles sobre el desastre ecológico causado en una refinería de REPSOL en Perú (y omertà de la empresa)

En la página de REPSOl no hay ni una sola alusión al desastre de su refinería en Perú, ni una nota de prensa: silencio total, omertà. Compruébelo el lector en www.repsol.com. También es curioso que la prensa española tampoco haya dicho casi nada sobre la refinería de REPSOL, una planta de sostenibilidad y respeto por las normas de seguridad ecológica más que discutible, y de cuya gestión llevan quejándose infructuosamente los habitantes de la zona. Solo el 29 de enero por fin El País publicó la noticia. Quizás la publicidad de REPSOL y sus ‘fondos de reptiles’ hayan logrado acallar los medios.

REPSOL, evidentemente, achaca el problema al volcán Tonga y declina toda responsabilidad (¿y tampoco ayuda en la limpieza de la costa?)

Fue descrito por las autoridades peruanas como un «desastre ecológico».

El derrame de petróleo se registró en la costa central de Perú, cuando un buque que abastecía a la refinería La Pampilla fuera golpeado por las olas provocadas por la erupción de un volcán subterráneo en Tonga.

Las autoridades peruanas cerraron tres playas afectadas por los más de 6.000 galones vertidos en la provincia de Callao. Para más información, sígase este enlace:

https://www.dw.com/es/derrame-de-petr%C3%B3leo-en-la-costa-de-per%C3%BA-la-culpa-es-de-repsol/a-60503000

Por otra parte, REPSOL no deja de hacer propaganda sobre su respeto a la naturaleza (!!!!)

Jaén, postrada y aletargada

Las protestas por el precio del aceite de oliva son solamente un síntoma. Son el catalizador de un profundo desengaño y frustración. Jaén es territorio sometido, enfeudado a los partidos políticos y sus intereses electorales, de un lado, y por una cierta pasividad y resignación de los jiennenses, de otro. Éstos se sienten abandonados, dejados a su suerte, ninguneados, sienten que no pintan nada ni en España ni en Andalucía. La Autonomía regional no ha traído casi beneficios de valor añadido; ni la administración está más próxima ni es más eficiente, al contrario, la burocracia ha aumentado exponencialmente sin que los beneficios sean apreciables.

El Yelmo, en la Sierra de Segura, inmóvil testigo.

En las reivindicaciones y protestas de los jiennenses hay que profundizar, descubrir su raíz y no dejarlas como un mero problema de precios, de orden público e intentar resolverlas -y acallarlas- con unas cuantas subvenciones. En esta provincia (como en el resto de esa España llamada vacía), predominan :

  • La escasa o nula participación real de la población en cualquier decisión que les afecte, incluso a nivel municipal. Los vecinos no cuentan. Nadie se siente actor. El voto cuatrienal es una mera añagaza para confundir, para dar la sensación de que se participa. No hay libertad de expresión real pues la opinión la manejan los partidos, los políticos y no hay posibilidad de disenso estructurado, potente. Las voces disidentes no son escuchadas y son descartadas. El sistema de gobierno de la Junta es absolutista.
  • Los subsidios son en realidad limosnas de Estado (o de la Unión Europea), su mal uso y empleo, tan frecuente, proviene de esa sensación de limosna, precisamente. La compensación monetaria envenena y pervierte la realidad mediante todo tipo de subsidios, sea al precio del aceite, a las empresas o a las personas físicas. El resultado es una tasa de paro endémica del 30%, la nula perspectiva para los jóvenes, y el trabajo de inmigrantes (¡bien por ellos!), una paradoja en una provincia con tan alto desempleo.
  • Las comunicaciones son miserables, tanto por ferrocarril como por carretera, en comparación con el resto de España. No es el agravio comparativo, es la realidad, ni trenes, ni autobuses: no hay transporte público y los alcaldes no dicen nada.
  • El escaso deseo de aprender entre los jóvenes un oficio o una profesión. Da la sensación de que da igual saber o no saber, tener cultura o no tenerla: no sirve para nada pues hay una enorme desigualdad y hay un pesimismo generalizado, el fatalismo predomina. El nivel de analfabetismo funcional es altísimo, sólo hay que ver cómo escriben los jóvenes entre 20 y 40 años, las faltas de ortografía, por ejemplo. Y ya no hay la excusa del franquismo pues desde hace más de cuarenta años existe la enseñanza obligatoria y gratuita. Este problema perpetúa la división en clases, la falta de promoción social y, por consiguiente, el resentimiento. Como decía la pensadora Simone Weil,

“un sistema social está profundamente enfermo cuando el que trabaja la tierra piensa que lo hace porque no es suficientemente inteligente para ser otra cosa”.

  • La falta de gusto en el trabajo, en los oficios pues el trabajo se considera meramente como una forma de ganar algún dinero, un mero aporte dinerario, sin satisfacción personal. Esto es lógico si se tiene en cuenta el favoritismo en la contratación. Por ejemplo, la contratación en los ayuntamientos se guía demasiado a menudo por amistad, por afiliación política, por relaciones familiares, lo que desanima a los jóvenes formados que buscan trabajo, como asistentes sociales, educadoras infantiles, etc.
  • El problema de desarraigo y aculturación, algunos lo compensan comprando tierra, olivos, como un deseo subconsciente de ligarse a la tierra. Muestra de este desarraigo, esta falta de patriotismo estético, es la fealdad de las construcciones -muchas a medio acabar, con ladrillos y chapas por techo sujetas con piedras-, la cantidad de naves que invaden los campos y el paisaje sin que nadie lo impida.
  • De ello deriva el fatalismo y aletargamiento generalizados, vacío que llenan los bares, el alcohol, la droga y el fútbol (¿por qué no se publican las cifras cobre droga y alcohol en las zonas rurales, en los pueblos?). La escasa o ninguna información de lo que de verdad sucede es sustituida por la propaganda, sea de la Diputación, de los Ayuntamientos, obedientes a sus respectivos partidos, sean PP o PSOE, sin ninguna autonomía real, de la Junta de Andalucía o del Estado. El discurso oficial está lleno de parásitos ideológicos, como esas emisoras de radio con perturbaciones e interferencias.

Ya se sabe que es común en todos los países europeos que los campesinos se sientan postergados y olvidados por la Ciudad, es decir, por el Poder. Pero en este caso es absolutamente cierto. Cuando los jiennenses protestan por el precio del aceite hay que leer esa protesta mucho más allá del mensaje inmediato. Se quejan, gritan, hacen tractoradas porque no se les tiene en cuenta (salvo como número de votos a obtener, como si se estuvieran contando cabezas de ganado).

La situación deriva de una ‘forma’ de hacer política que ha imperado en la provincia en los tiempos en que el PSOE gobernaba en Andalucía, un clientelismo que ha emponzoñado todo organizado por un personaje político regional de cuyo nombre no quiero acordarme -apoyado por Chaves y Griñán-, oriundo de la provincia, que actuaba a base de favores, enchufes y beneficios para los ‘afectos’. Además, los cargos administrativos, delegados, directores, etc., habían de pertenecer al partido, confundiendo administración y partido dirigente (no estoy seguro de que esta práctica tan extendida haya cambiado hoy aunque quien dirige la Junta haya cambiado).

¿Qué hacer? ¿Cómo insuflar un nuevo espíritu?

El problema de la llamada España Vacía no es solamente un problema del Estado, de las Autonomías y de los Ayuntamientos: la regeneración debe venir de dentro. Estamos casi como cuando hace más de cien años Joaquín Costa clamaba por el ‘Regeneracionismo’. Las palabras claves son transparencia, participación y cultura. Entre otras cosas, se precisaría de:

  1. Participación real, efectiva, en las decisiones y no sólo votar cada cuatro años para dar un cheque en blanco al partido de turno.
  • Transparencia en los contratos públicos como, por ejemplo, para desentrañar el desastre de la N 322, en obras desde hace más de treinta años y sin visos de acabar. Y ningún alcalde dice nada.
  • Transparencia en la contratación de personal por las administraciones local, provincial y regional, evitando el amiguismo.
  • Transparencia y despolitización de la gestión de los Parques Naturales de la provincia que multan a particulares por nimiedades mientras dejan proliferar construcciones horribles en los olivares y no hacen nada contra los desafueros y ecocidios cometidos al reformar carreteras[1].
  • Garantizar que los subsidios a personas físicas y a empresas no sean más ventajosos que producir o trabajar.
  • Formación específica y adaptada al medio agrario y forestal.
  • Escuelas de artes y oficios que inculquen una moral del trabajador que le sirva para tener contratos justos y estables con posibilidad. De ascenso y promoción por méritos.
  • Red cultural que incluya teatro, música, pintura, algo así como fue La Barraca de los años treinta. El éxito de público del festival Música en Segura demuestra que sí hay interés en los pueblos, aunque las autoridades hagan caso omiso.
  • Prohibir la propaganda política, tanto la obvia como la indirecta que hay en tantos carteles que anuncian obras, presupuestos, ‘mejoras’, sobre todo cuando se acercan las elecciones. Además, todos esos carteles son feos, tapan el paisaje y no suelen decir la verdad.

No deja de ser triste que la provincia de Jaén, que es la mayor productora de aceite de oliva, en la que nacen ríos que riegan media España, con parques naturales que contribuyen enormemente a reducir nuestra huella de carbono, carezca del peso específico que merece en Andalucía y en España. El gobierno, la Junta y los ayuntamientos, que le deben todo, no le dan sino subsidios y propaganda.

En fin, recuerden los del Poder que la sumisión no es eterna.


[1] como en la A 317, ya mencionado en este blog https://wordpress.com/post/laplumadelcormoran.me/5077…, pero que, ante la pasividad del Parque, habría que denunciarlo ante un juez.

La tracción eléctrica data del siglo XIX

Tesla vale hoy un trillón de dólares. El sudafricano Elon Musk no ha inventado la tracción eléctrica pero ha demostrado a los gigantes de la automoción que les puede quitar cuotas de mercado. Hasta que esto no ha sucedido, ni Mercedes, ni la GM ni Volkswagen o Toyota (que pretende vender 3,5 millones de automóviles eléctricos en 2030), se han puesto -nunca mejor dicho- las pilas. Les parecía una excentricidad y pensaban que Musk era un visionario sin mucho futuro.

El problema para la automoción, no para la tracción a partir de conexión externa es que extraer litio y convertirlo en baterías es energéticamente muy costoso y su extracción altamente antiecológica. Sólo que los poseedores de un Tesla no contaminan en sus ciudades del primer mundo. El ejemplo de Loznica, en Serbia, donde el proyecto de mina de carbonato de litio puede destruir literalmente 22 pueblos, es paradigmático. En Cáceres vamos a tener el mismo problema[1].

Lo que es curioso es que nadie parezca recordar los antecedentes de la tracción eléctrica:

  • En 1834, un norteamericano llamado Thomas Davenport aplicó una batería eléctrica a su vehículo.
  • La primera locomotora eléctrica data de 1879 (Siemens & Halske) y se utilizó para llevar visitantes a la Exposición Universal de Berlín. Años después, en 1887, era inaugurada la primera central eléctrica del mundo en Berlín.
  • En 1881 se pone en funcionamiento del tranvía eléctrico con acumuladores en la línea Louvre-Vincennes.
  • 1883: la primera locomotora eléctrica en los EEUU es puesta en servicio en el Estado de Nueva York.
  • 1884: se establece la línea Frankfurt-Offenbach con toma de electricidad aérea.

En cuanto a camiones y autobuses eléctricos, con acumuladores, no dependientes de una línea eléctrica, en 1925 se utilizaron los siguientes para la Exposición Colonial de París:

  • 14 autocares Renault para 18 pasajeros.
  • 28 autocares Fenwick para 17 pasajeros.
  • 15 autocares SATME para 13 pasajeros.
  • 3 autocares Panhard para 23 pasajeros.

En Lyon funcionaban Accubus desde 1931 y los camiones eléctricos de recogida de basura eran eléctricos en la ciudad de Le Havre. En las estaciones y en las minas, se usaban carros con tracción eléctrica con acumuladores o baterías. El mantenimiento y gasto de energía por kilómetro de los trolebuses se calculaba, en 1938, en Francia, que era la tercera parte del gasto en los autobuses de gasóleo o gasolina.

En Madrid y Barcelona había trolebuses y tranvías ya antes de la guerra civil. Fueron suprimidos hace sesenta años en favor del diésel.


[1] como referencia, se mencionan algunas empresas mineras de litio.

Sibanye-Stillwater

CATL

Posco

Rio Tinto

Infinity Lithium

Lithium Iberia

SQM (Chile)

CITIC (China)

Tianqi

FMC of America

Siles y los vándalos Silingi

Hace muchos años, don Virgilio Zamora me contó en su casa de Siles que él pensaba que este topónimo procedía de los fundadores del pueblo, unos caballeros de la Reconquista que provenían de la Alta Silesia. Eché en saco roto aquella peculiar idea pensando que era más una especie de sueño de la razón que algo fundamentado.

Era don Virgilio un hombre amable, educadísimo, soltero, de una frugalidad asombrosa, que se encerraba en un despacho del gran caserón a leer historias, subía a las cámaras a escudriñar viejos papeles y escrituras caducadas. Era, como todos los extraños y originales, algo ridiculizado por sus familiares y por los vecinos, que a menudo llevaban vidas muy insípidas, mientras él disfrutaba con sus especulaciones y lecturas. En su casa se conservaban muchos libros jurídicos antiguos, códices, la Historia de España del Padre Mariana, la del Conde de Toreno sobre la guerra de la Independencia y la también monumental de don Modesto Lafuente, y mucho papelote desordenado.

Don Virgilio indagaba, estudiaba, anotaba, y dejaba los cuidados de la casa y la hacienda a sus hermanas y cuñados. El fue quien me despertó la curiosidad sobre los orígenes del pueblo y las antiguas historias, no escritas, contadas por los viejos. Sin la televisión, los ancianos pasaban las veladas evocando recuerdos y recuerdos de recuerdos, que todos han olvidado ya. En sus monólogos, entre liar el tabaco verde y un poco de mistela, hablaban de bandoleros, de tesoros de los moros, de cuevas desconocidas y de torres y cortijos embrujados, y de cuando los lobos merodeaban por los altos calares en las madrugadas de invierno.

Pero, a pesar de que no me creía muchos las teorías de don Virgilio, hoy vuelvo a dudar sobre la toponimia y la lejana Silesia que él me hiciera notar. Efectivamente, el historiador francés Jérôme Carcopino[1], en un artículo sobre Genserico, el caudillo vándalo que devastó el norte de África, me trae de nuevo esa sugerencia sobre Silesia y el pueblo jiennense de Siles.

Genserico o Gaiseric (428-477), tras instalarse en la Bética, cuyo dominio consolida hacia 425, invade el norte de África, cruzando por Tarifa y ocupa Cartago, ya romana. De pequeña estatura y cojo, fue un cruel pero hábil conquistador. Su destrucción de la estructura romana facilitaría su posterior rapidísima islamización, cuando los vándalos son derrotados por los idrisíes -¿o eran otros?-, en el siglo VIII.

Los vándalos eran un conglomerado de tribus germánicas que estaban instaladas en el siglo II antes de nuestra Era en los territorios que se hallan entre la Lusacia, Silesia y Galitzia, entre el Oder y el Elba. Dice así Carcopino:

La etimología propia de los Vándalos silingos (silingi, los que llevaban tirantes, los otros vándalos eran llamados asdingi, de largas cabelleras) nos confirma los datos de la arqueología sobre su ubicación. En efecto, de los Silingos procede la denominación de la Silesia y el nombre de Zobtenberg, una colina de 710 metros de altitud que se alza a treinta kilómetros al sudoeste de Breslau (hoy, Wroclaw, Polonia) y que en la Edad Media se llamaba todavía mons Silentii, en el pagus Silensis, es decir, evidentemente el monte Siling, en el país Siling.

De allí pasarían, en el siglo V d.C. a la Galia y luego a la Hispania romana, pero como no pudieron establecerse en la Tarraconensis, ocuparon la Bética. Su nombre, berberizado, dará lugar a Al Andalus, tierra de los vándalos. Los vándalos fueron siempre identificados por los cronistas de la época y de la Edad Media con un inmenso bandidismo.

Es una hipótesis, el nombre vendría de los vándalos que ocuparon la zona, no de caballeros de la Reconquista, algo que la ciencia no podrá confirmar, pero la imaginación es libre y hay que dar paso a ideas diferentes, como en el caso de Santiago de la Espada (en https://wordpress.com/post/laplumadelcormoran.me/5392 ) y los moriscos que evoqué hace unas semanas. Una especie de historia-ficción en la que lo que non è vero, è ben trovato.

El paisaje de Siles ha cambiado poco a lo largo de los siglos pues es sobre todo forestal, aunque antiguamente habría más encinas, chaparros, fresnos, moreras y menos pinos. Por allí está uno de los pasos naturales para Levante, para las tierras cartaginesas, camino de Elche de la Sierra (¿Hélike?), cerca del cual parece que sucumbió Amílcar Barca, padre de Aníbal, en el río Segura.

Siles es un pueblo limpio y arreglado, con algunas casas de cierto empaque, con anchos aleros, que antes tenían jardines traseros, hoy muchos de ellos edificados de manera vulgar. Conserva algunos monumentos antiguos como el enigmático torreón redondo, El Cubo. Población armoniosa, de vida tranquila, encarna bien esa parte de Jaén que, además de maderas y aceite, aporta una gran compensación para rebajar la deuda de dióxido de carbono, la huella de carbono, algo que debería ser contabilizado en el crédito de esta provincia tan descuidada por el Estado y por la Junta de Andalucía.


[1] Jérôme Carcopino (1881-1970), historiador notable, especializado en el mundo antiguo, ha dejado varios libros, entre los cuales Perfiles de Conquistadores, y De Pitágoras a los Apóstoles. Fue ministro de Pétain, lo que hizo que fuera postergado tras la guerra.

La tercera muerte de Asdrúbal: El Molinete (Cartagena) para edificios de lujo.

La Encyclopedia Britannica en su 14ª edición de 1938 dedicaba a Cartago casi cinco páginas, a Aníbal otras cinco densas hojas y una completa a la Cartagena española. La de 1983 dedica a Cartago una columna, es decir, un tercio de página (aunque luego hay otros apartados sobre las guerras púnicas) y media columna a Cartagena. Han perdido, al parecer, importancia.

El palacio de Asdrúbal, hermano de Aníbal, el Arx Asdrúbal, parece, como es lógico, que estuviera en el centro de Kart Hadash, en un promontorio, hoy llamado El Molinete. Asdrúbal, tras la toma de Cartago Nova por Escipión Africano, pudo sin embargo llegar a Italia donde estaba Aníbal, pero fue derrotado en Metaurus y su cabeza fue arrojada al campamento de Aníbal por los romanos. Su palacio, mientras, había sido arrasado hasta los cimientos (que probablemente podrían ser encontrados en El Molinete).

Cartago, años después, fue también destruida por los romanos. Ellos borraron todas las huellas de la civilización cartaginesa, dispersando sus piedras, masacrando a la mayoría de sus pobladores y sometiendo a los que quedaron a la esclavitud. Poco quedaba en Cartagena de los cartagineses y lo que resta es casi todo romano[1].

Ahora, el Ayuntamiento de Cartagena, la antigua Kart Hadash, para que todavía quede menos, en una tradición muy “escipiónica”, ha decidido que, a falta de arqueología e investigación históricas, hay que dedicar el cerro del Molinete a construir una urbanización de lujo para solaz de especuladores y nuevos ricos. La polémica entre arqueólogos sobre la ubicación del palacio de Asdrúbal la zanjan con licencias de construcción. Pierde la historia y ganan los constructores/destructores.

No tuvo Cartago su poeta

ni Aníbal su Virgilio,

sólo el avieso, mentiroso,

Polibio que la fides púnica inventó,

ni siquiera sus torres y caminos les prestamos

pues duermen el sueño de injustos enterrados,

en ramblas secas sus espadas, sus leyendas.

Un senado de rapaces propietarios

navegaba bajo falso pabellón republicano

y arrasaron el recuerdo

de sus tonos, hablas y cantares,

que tuvieron,

sus estatuas, túmulos y torres,

que erigieron,

saqueados por Emiliano el matarife.

Quisiera sentirlos por los campos,

en las sierras bastetanas, segureñas,

que habitaron.


[1] Todo esto lo ha contado hace mucho el historiador italiano Gaetano de Sanctis. En España hay que consultar siempre a Pedro Barceló y a Manuel Bendala Galán, así como la obra colectiva Aníbal de Cartago, Historia y mito, ediciones Polifemo, Madrid 2012.