Hace muchos años, don Virgilio Zamora me contó en su casa de Siles que él pensaba que este topónimo procedía de los fundadores del pueblo, unos caballeros de la Reconquista que provenían de la Alta Silesia. Eché en saco roto aquella peculiar idea pensando que era más una especie de sueño de la razón que algo fundamentado.
Era don Virgilio un hombre amable, educadísimo, soltero, de una frugalidad asombrosa, que se encerraba en un despacho del gran caserón a leer historias, subía a las cámaras a escudriñar viejos papeles y escrituras caducadas. Era, como todos los extraños y originales, algo ridiculizado por sus familiares y por los vecinos, que a menudo llevaban vidas muy insípidas, mientras él disfrutaba con sus especulaciones y lecturas. En su casa se conservaban muchos libros jurídicos antiguos, códices, la Historia de España del Padre Mariana, la del Conde de Toreno sobre la guerra de la Independencia y la también monumental de don Modesto Lafuente, y mucho papelote desordenado.
Don Virgilio indagaba, estudiaba, anotaba, y dejaba los cuidados de la casa y la hacienda a sus hermanas y cuñados. El fue quien me despertó la curiosidad sobre los orígenes del pueblo y las antiguas historias, no escritas, contadas por los viejos. Sin la televisión, los ancianos pasaban las veladas evocando recuerdos y recuerdos de recuerdos, que todos han olvidado ya. En sus monólogos, entre liar el tabaco verde y un poco de mistela, hablaban de bandoleros, de tesoros de los moros, de cuevas desconocidas y de torres y cortijos embrujados, y de cuando los lobos merodeaban por los altos calares en las madrugadas de invierno.
Pero, a pesar de que no me creía muchos las teorías de don Virgilio, hoy vuelvo a dudar sobre la toponimia y la lejana Silesia que él me hiciera notar. Efectivamente, el historiador francés Jérôme Carcopino[1], en un artículo sobre Genserico, el caudillo vándalo que devastó el norte de África, me trae de nuevo esa sugerencia sobre Silesia y el pueblo jiennense de Siles.
Genserico o Gaiseric (428-477), tras instalarse en la Bética, cuyo dominio consolida hacia 425, invade el norte de África, cruzando por Tarifa y ocupa Cartago, ya romana. De pequeña estatura y cojo, fue un cruel pero hábil conquistador. Su destrucción de la estructura romana facilitaría su posterior rapidísima islamización, cuando los vándalos son derrotados por los idrisíes -¿o eran otros?-, en el siglo VIII.
Los vándalos eran un conglomerado de tribus germánicas que estaban instaladas en el siglo II antes de nuestra Era en los territorios que se hallan entre la Lusacia, Silesia y Galitzia, entre el Oder y el Elba. Dice así Carcopino:
La etimología propia de los Vándalos silingos (silingi, los que llevaban tirantes, los otros vándalos eran llamados asdingi, de largas cabelleras) nos confirma los datos de la arqueología sobre su ubicación. En efecto, de los Silingos procede la denominación de la Silesia y el nombre de Zobtenberg, una colina de 710 metros de altitud que se alza a treinta kilómetros al sudoeste de Breslau (hoy, Wroclaw, Polonia) y que en la Edad Media se llamaba todavía mons Silentii, en el pagus Silensis, es decir, evidentemente el monte Siling, en el país Siling.
De allí pasarían, en el siglo V d.C. a la Galia y luego a la Hispania romana, pero como no pudieron establecerse en la Tarraconensis, ocuparon la Bética. Su nombre, berberizado, dará lugar a Al Andalus, tierra de los vándalos. Los vándalos fueron siempre identificados por los cronistas de la época y de la Edad Media con un inmenso bandidismo.
Es una hipótesis, el nombre vendría de los vándalos que ocuparon la zona, no de caballeros de la Reconquista, algo que la ciencia no podrá confirmar, pero la imaginación es libre y hay que dar paso a ideas diferentes, como en el caso de Santiago de la Espada (en https://wordpress.com/post/laplumadelcormoran.me/5392 ) y los moriscos que evoqué hace unas semanas. Una especie de historia-ficción en la que lo que non è vero, è ben trovato.

El paisaje de Siles ha cambiado poco a lo largo de los siglos pues es sobre todo forestal, aunque antiguamente habría más encinas, chaparros, fresnos, moreras y menos pinos. Por allí está uno de los pasos naturales para Levante, para las tierras cartaginesas, camino de Elche de la Sierra (¿Hélike?), cerca del cual parece que sucumbió Amílcar Barca, padre de Aníbal, en el río Segura.
Siles es un pueblo limpio y arreglado, con algunas casas de cierto empaque, con anchos aleros, que antes tenían jardines traseros, hoy muchos de ellos edificados de manera vulgar. Conserva algunos monumentos antiguos como el enigmático torreón redondo, El Cubo. Población armoniosa, de vida tranquila, encarna bien esa parte de Jaén que, además de maderas y aceite, aporta una gran compensación para rebajar la deuda de dióxido de carbono, la huella de carbono, algo que debería ser contabilizado en el crédito de esta provincia tan descuidada por el Estado y por la Junta de Andalucía.
[1] Jérôme Carcopino (1881-1970), historiador notable, especializado en el mundo antiguo, ha dejado varios libros, entre los cuales Perfiles de Conquistadores, y De Pitágoras a los Apóstoles. Fue ministro de Pétain, lo que hizo que fuera postergado tras la guerra.
Yo también soy pesimista, y no es solamente por el Estado, la Junta o los alcaldes
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Un bello, original e ben trovato artículo. Gracias por él. Me habría gustado charlar con don Virgilio y oírle tan fantásticas historias de ardingos y silingos.
Siles es un bonito pueblo (estuve allí el pasado noviembre, antes de la quinta olita simoníaca ¿o es la sexta?). En nuestra infancia era el más poblado del partido judicial de Orcera (5.000 hab; ahora, ni la mitad). Lo que sí veo es que, sin comunicaciones rápidas y modernas, aquello se muere indefectiblemente. En dos generaciones, la sierra será, en el mejor de los casos, un parque temático; en el peor, un bonito y despoblado pastizal donde pastores amazighs apacentarán sus cabras. Saludos cordiales.
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