Las protestas por el precio del aceite de oliva son solamente un síntoma. Son el catalizador de un profundo desengaño y frustración. Jaén es territorio sometido, enfeudado a los partidos políticos y sus intereses electorales, de un lado, y por una cierta pasividad y resignación de los jiennenses, de otro. Éstos se sienten abandonados, dejados a su suerte, ninguneados, sienten que no pintan nada ni en España ni en Andalucía. La Autonomía regional no ha traído casi beneficios de valor añadido; ni la administración está más próxima ni es más eficiente, al contrario, la burocracia ha aumentado exponencialmente sin que los beneficios sean apreciables.

En las reivindicaciones y protestas de los jiennenses hay que profundizar, descubrir su raíz y no dejarlas como un mero problema de precios, de orden público e intentar resolverlas -y acallarlas- con unas cuantas subvenciones. En esta provincia (como en el resto de esa España llamada vacía), predominan :
- La escasa o nula participación real de la población en cualquier decisión que les afecte, incluso a nivel municipal. Los vecinos no cuentan. Nadie se siente actor. El voto cuatrienal es una mera añagaza para confundir, para dar la sensación de que se participa. No hay libertad de expresión real pues la opinión la manejan los partidos, los políticos y no hay posibilidad de disenso estructurado, potente. Las voces disidentes no son escuchadas y son descartadas. El sistema de gobierno de la Junta es absolutista.
- Los subsidios son en realidad limosnas de Estado (o de la Unión Europea), su mal uso y empleo, tan frecuente, proviene de esa sensación de limosna, precisamente. La compensación monetaria envenena y pervierte la realidad mediante todo tipo de subsidios, sea al precio del aceite, a las empresas o a las personas físicas. El resultado es una tasa de paro endémica del 30%, la nula perspectiva para los jóvenes, y el trabajo de inmigrantes (¡bien por ellos!), una paradoja en una provincia con tan alto desempleo.
- Las comunicaciones son miserables, tanto por ferrocarril como por carretera, en comparación con el resto de España. No es el agravio comparativo, es la realidad, ni trenes, ni autobuses: no hay transporte público y los alcaldes no dicen nada.
- El escaso deseo de aprender entre los jóvenes un oficio o una profesión. Da la sensación de que da igual saber o no saber, tener cultura o no tenerla: no sirve para nada pues hay una enorme desigualdad y hay un pesimismo generalizado, el fatalismo predomina. El nivel de analfabetismo funcional es altísimo, sólo hay que ver cómo escriben los jóvenes entre 20 y 40 años, las faltas de ortografía, por ejemplo. Y ya no hay la excusa del franquismo pues desde hace más de cuarenta años existe la enseñanza obligatoria y gratuita. Este problema perpetúa la división en clases, la falta de promoción social y, por consiguiente, el resentimiento. Como decía la pensadora Simone Weil,
“un sistema social está profundamente enfermo cuando el que trabaja la tierra piensa que lo hace porque no es suficientemente inteligente para ser otra cosa”.
- La falta de gusto en el trabajo, en los oficios pues el trabajo se considera meramente como una forma de ganar algún dinero, un mero aporte dinerario, sin satisfacción personal. Esto es lógico si se tiene en cuenta el favoritismo en la contratación. Por ejemplo, la contratación en los ayuntamientos se guía demasiado a menudo por amistad, por afiliación política, por relaciones familiares, lo que desanima a los jóvenes formados que buscan trabajo, como asistentes sociales, educadoras infantiles, etc.
- El problema de desarraigo y aculturación, algunos lo compensan comprando tierra, olivos, como un deseo subconsciente de ligarse a la tierra. Muestra de este desarraigo, esta falta de patriotismo estético, es la fealdad de las construcciones -muchas a medio acabar, con ladrillos y chapas por techo sujetas con piedras-, la cantidad de naves que invaden los campos y el paisaje sin que nadie lo impida.
- De ello deriva el fatalismo y aletargamiento generalizados, vacío que llenan los bares, el alcohol, la droga y el fútbol (¿por qué no se publican las cifras cobre droga y alcohol en las zonas rurales, en los pueblos?). La escasa o ninguna información de lo que de verdad sucede es sustituida por la propaganda, sea de la Diputación, de los Ayuntamientos, obedientes a sus respectivos partidos, sean PP o PSOE, sin ninguna autonomía real, de la Junta de Andalucía o del Estado. El discurso oficial está lleno de parásitos ideológicos, como esas emisoras de radio con perturbaciones e interferencias.
Ya se sabe que es común en todos los países europeos que los campesinos se sientan postergados y olvidados por la Ciudad, es decir, por el Poder. Pero en este caso es absolutamente cierto. Cuando los jiennenses protestan por el precio del aceite hay que leer esa protesta mucho más allá del mensaje inmediato. Se quejan, gritan, hacen tractoradas porque no se les tiene en cuenta (salvo como número de votos a obtener, como si se estuvieran contando cabezas de ganado).
La situación deriva de una ‘forma’ de hacer política que ha imperado en la provincia en los tiempos en que el PSOE gobernaba en Andalucía, un clientelismo que ha emponzoñado todo organizado por un personaje político regional de cuyo nombre no quiero acordarme -apoyado por Chaves y Griñán-, oriundo de la provincia, que actuaba a base de favores, enchufes y beneficios para los ‘afectos’. Además, los cargos administrativos, delegados, directores, etc., habían de pertenecer al partido, confundiendo administración y partido dirigente (no estoy seguro de que esta práctica tan extendida haya cambiado hoy aunque quien dirige la Junta haya cambiado).
¿Qué hacer? ¿Cómo insuflar un nuevo espíritu?
El problema de la llamada España Vacía no es solamente un problema del Estado, de las Autonomías y de los Ayuntamientos: la regeneración debe venir de dentro. Estamos casi como cuando hace más de cien años Joaquín Costa clamaba por el ‘Regeneracionismo’. Las palabras claves son transparencia, participación y cultura. Entre otras cosas, se precisaría de:
- Participación real, efectiva, en las decisiones y no sólo votar cada cuatro años para dar un cheque en blanco al partido de turno.
- Transparencia en los contratos públicos como, por ejemplo, para desentrañar el desastre de la N 322, en obras desde hace más de treinta años y sin visos de acabar. Y ningún alcalde dice nada.
- Transparencia en la contratación de personal por las administraciones local, provincial y regional, evitando el amiguismo.
- Transparencia y despolitización de la gestión de los Parques Naturales de la provincia que multan a particulares por nimiedades mientras dejan proliferar construcciones horribles en los olivares y no hacen nada contra los desafueros y ecocidios cometidos al reformar carreteras[1].
- Garantizar que los subsidios a personas físicas y a empresas no sean más ventajosos que producir o trabajar.
- Formación específica y adaptada al medio agrario y forestal.
- Escuelas de artes y oficios que inculquen una moral del trabajador que le sirva para tener contratos justos y estables con posibilidad. De ascenso y promoción por méritos.
- Red cultural que incluya teatro, música, pintura, algo así como fue La Barraca de los años treinta. El éxito de público del festival Música en Segura demuestra que sí hay interés en los pueblos, aunque las autoridades hagan caso omiso.
- Prohibir la propaganda política, tanto la obvia como la indirecta que hay en tantos carteles que anuncian obras, presupuestos, ‘mejoras’, sobre todo cuando se acercan las elecciones. Además, todos esos carteles son feos, tapan el paisaje y no suelen decir la verdad.
No deja de ser triste que la provincia de Jaén, que es la mayor productora de aceite de oliva, en la que nacen ríos que riegan media España, con parques naturales que contribuyen enormemente a reducir nuestra huella de carbono, carezca del peso específico que merece en Andalucía y en España. El gobierno, la Junta y los ayuntamientos, que le deben todo, no le dan sino subsidios y propaganda.
En fin, recuerden los del Poder que la sumisión no es eterna.
[1] como en la A 317, ya mencionado en este blog https://wordpress.com/post/laplumadelcormoran.me/5077…, pero que, ante la pasividad del Parque, habría que denunciarlo ante un juez.
Gracias por el comentario. Sí, propuestas simples y obvias, pero nadie hace nada. Los alcaldes, callados.
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Me gustaría entrever algo positivo en el futuro de nuestra provincia, pero no lo vislumbro. Su diagnostico sobre situación de la provincia es acertado y desolador. Las posibles soluciones que apunta son tambíén acertadas, pero tan obvias que si no se han tomado ya es porque no se tomarán nunca. Pienso que la provincia necesita la emergencia de grupos de personalidades independientes de cualquier partido, de algún carisma y de verdadera proyección social, que denuncien a gritos la postración de la provincia y la atonía generalizada que sufren sus gentes. Se podría empezar por cuestionar la pertenencia de la provincia a la comunidad andaluza. Tal pertenencia no ha traído nada positivo. Gracias y saludos.
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