
Color de ruina y de ceniza
quiere el déspota dejar
de la víctima sus campos
y ciudades, sus bosques,
avenidas y jardines.
La chica herida, el ojo morado
por los golpes, nos mira y
aguanta su sollozo, un puchero
casi infantil en su tristeza,
ante las cámaras que escrutan
por los escombros.
No comprende, todo ha perdido
en un instante, su casa,
sus plantas que cuidaba,
sus libros y cuadernos del colegio,
el recuerdo feliz de aquellos días,
no hace mucho, sólo un mes.
Todos ellos nos miran
abatidos, sin comprender
el odio que se abate
sobre sus vidas, sus afanes
cotidianos, tan comunes
y sencillos como eran.
Nos piden auxilio, el socorro
merecido y necesario
que cobardes resistimos, sentados
ante las pantallas, tan ajenos.
Pero esas miradas no las miran
los soldados, ciegos de obediencia,
entrenados a la muerte,
robots impasibles, oscuros,
sin conciencia y seguros
de su impunidad y la victoria
que su amo vitorea en los estadios.
Los generales cobardes disparan
con botones desde poltronas
en el Kremlin pues para matar
no hay que mirar
a los ojos de la presa, sea una joven,
un niño o un caballo, eso
bien lo saben los verdugos.
Matar, quemar, desnucar
es su único afán, su único oficio,
lumpen de suburbios moscovitas,
oficiales de dachas y uniformes,
orgullosos del fuego y de las ruinas,
morirán impunes en sus camas.
» Nos piden auxilio, el socorro
merecido y necesario,
que cobardes resistimos ,
sentados
ante las pantallas,
tan ajenos»
Conmovedor.
Pero cuánta impotencia !
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Que bonito, que triste,que real
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