– (…) La historia se improvisa y no se repite sino raramente; se aprovecha de cualquier ocurrencia, llama simultáneamente a miles de puertas y nadie sabe cuáles se abrirán.
– ¿Puede que sean las puertas del Báltico, y entonces Rusia se desbordará impetuosamente sobre Europa?
– Puede.
Desde la otra orilla (1849)
Alexander Herzen
Como una terrible premonición, las palabras del pensador ruso Herzen resuenan hoy en Europa. Como siempre ha sucedido en todos los episodios bélicos, ahora hay un desconcierto considerable ante la guerra de Ucrania. La opinión pública -y privada- se divide, se enfrenta, los analistas se entremeten, los ideólogos fermentan. Para nosotros, espectadores, La guerra es de papel y de pantalla: en España y la UE no nos caen misiles, de ahí la abundancia de comentarios.
Se pueden examinar tres aspectos de una guerra:
- su legitimidad y naturaleza,
- los actos de armas o de matanzas derivados de ella,
- la conclusión que pueda tener el conflicto.
Primero. Legitimidad y naturaleza de la guerra.-
Para algunos, es legítimo que Putin pretenda la recuperación de un territorio ruso que se independizó indebidamente, algo así como Francia recuperando la Alsacia y la Lorena, como me ha dicho un historiador francés hace unos días. Para otros, es una guerra de agresión, intolerable, imperialista, del poder tiránico contra una sociedad bastante democrática, del totalitarismo frente a la libertad.
Para muchos rusos, es una especie de guerra civil para recuperar a los ucranianos descarriados. La izquierda y la derecha europeas también están confusas; unos defienden a Rusia porque en el fondo quieren la vuelta de la URSS, una especie de reflejo condicionado; otros, porque son antinorteamericanos y piensan que Biden sólo quiere destruir Rusia y que Ucrania le importa un pepino (lo que es probablemente bastante verdad). Y hay derecha e izquierda pro Putin y también lo inverso.
De todas las guerras recientes esta es, efectivamente, la más civil de todas y, por consiguiente, la más cruel y la que más ha descolocado a los ideólogos de toda condición.
En las guerras civiles el enemigo es invisible, es cualquiera, por eso son más terroríficas. Nadie sabe dónde está ni quién es, puede ser el vecino, el portero, el ario del piso de abajo, el fanático de un templo cualquiera. Son guerras civiles casi todas las guerras, hoy, mucho más. Al no distinguir entre enemigo y criminal se justifica toda la destrucción. Algunos ejemplos históricos son la destrucción de Cartago hasta sus cimientos, la guerra de los Cien Años, el Holocausto y la masacre de pueblos rusos enteros por las tropas nazis (normalmente a manos de las SS, pero no sólo).
En una guerra civil se pretende no sólo aniquilar al enemigo sino humillarlo, aplastarlo por generaciones, eliminarlo para siempre. El enemigo es identificado a un criminal, o a una raza inferior, o a una clase social que hay que exterminar. Como ha dicho Rusia, para “limpiar Ucrania de nazis”. Esta frase no es baladí sino la consigna y el resumen perfecto de la forma de esta guerra: así, identificando al enemigo como un criminal sin derechos, acontecen los Auschwitz, Dachau, Treblinka, etc, las chekas, el gulag, Paracuellos, los más de cien mil ejecutados por el franquismo tras el 1º de abril de 1939, son las consecuencias lógicas, las armas eternas de las guerras civiles.
Otra historia es la idea de ‘guerra justa’ o, mejor dicho, justificada a posteriori, con que los Estados o los tiranos pretenden convencer al mundo y que puede basarse en:
- ius commercii
- Ius predicandi
- Ius interventionis contra tyrannidem,
- Ius protectionis socios, etc.
Esas eran unas de las tesis del Padre Vitoria para justificar la conquista de América. Parecidas a las justificaciones de la Compañía Holandesa de Indias para arrasar las factorías portuguesas en el Pacífico sur.
Putin y los rusos consideran que el ius commercii (apropiación de las riquezas de Ucrania) y el ius protectionnis socios (la minoría rusa del Este) justifican la invasión. Con esos mismos argumentos pueden invadir los tres países bálticos, estratégicos, ricos y con minorías rusas -no bien tratadas, hay que decirlo, por los Estados bálticos-.
La guerra de Ucrania reúne más las características de una guerra civil que de una guerra, por así decirlo, ‘convencional’, interestatal, dada la visión que Rusia y de la inmensa mayoría los rusos tienen de Ucrania y de su pueblo. No contemplan otra victoria que la anexión, la deportación, la masacre, la asimilación, rusificar Ucrania.
Segundo. Los actos y matanzas provocados por la guerra.-
Hay que distinguir en la valoración jurídica de una guerra muchos aspectos distintos, entre otros:
- La guerra de agresión. Sancionada por el Derecho Internacional.
- Los crímenes de guerra. Objeto del Derecho Penal.
- Las inhumanidades. Imperativos morales.
- Las crueldades. Imperativos morales.
- El uso del terror masivo (como los bombardeos de Hamburgo, Dresde, Hiroshima y Nagasaki, o Mariúpol o Guernica). Crímenes contra la humanidad, como los tipifica Philippe Sands.
La exigencia de responsabilidad retroactiva (como los procesos a los cargos y funcionarios fieles a la República tras la guerra española). Derecho administrativo.
La responsabilidad por estos crímenes varía, por tanto, según el derecho aplicable, la posibilidad misma de aplicarlo y el sujeto imputable, desde el jefe del Estado o los mandos militares al simple soldado -por obediencia debida o por salvajismo- o incluso a la posible víctima pero colaboradora de la fuerza invasora (la policía francesa de Vichy, por ejemplo, colaborando en detener y deportar judíos).
En el caso de la guerra de Ucrania aparecen y aún aparecerán muchos de estos pretextos para exculpar a los responsables y muchas de las ilegalidades flagrantes, tanto de Derecho Internacional como de simples derechos humanos de la población civil.
Tercero. ¿Cómo puede acabar?
Además de vestir al enemigo de criminal indeseable, la victoria en la guerra civil necesita dotarse de alguna legitimidad, ha de ser disfrazada, maquillada, enmascarada. Históricamente se ha hablado de ”Cruzada”, de “victoria sobre el comunismo”, “reunificación del país”, “guerra de liberación”, “aplastamiento de la subversión”, “independencia nacional”, cualquier frase retórica que haga digerir la masacre y justificarla. En el caso de Ucrania, desnazificar y devolver las ovejas a su redil ruso al que pertenecen, según piensa la -desgraciadamente- inmensa mayoría de los rusos.
Muchos sostienen que Ucrania deberá renunciar a sus territorios del Este y cederlos a Rusia, pero eso solamente alimentará una nueva guerra, no se cerrará la cicatriz pues los rusos se encargarán de deportar, aniquilar y neutralizar a los ucranianos que tengan la mala suerte de habitar en esos territorios. “Every war breeds fresh wars”, toda guerra alimenta nuevas guerras, decía Orwell.
Mientras en la guerra interestatal, la paz trae una cierta reconciliación, la paz de los bravos, con el respeto al enemigo, tras la guerra civil el odio y el resentimiento son casi inextinguibles por generaciones. Tras la guerra civil predomina la venganza.
Para concluir, las dos preguntas últimas, más cuantitativas que cualitativas, más de cálculo que de moral:
- 1. ¿Hasta cuántos ucranianos va a matar el ejército de Putin y a cuántos millares de rusos está dispuesto Putin a sacrificar para reforzar su poder?
- 2. ¿Cuánto está dispuesta a sacrificar de su bienestar la población de la Unión Europea para detener la masacre? No olvidemos que la población de la UE lo que quiere es comodidad, es una sociedad desideologizada que vota en función no de principios sino de intereses materiales (gas, electricidad, bienes de consumo, etc).