¿De qué se ríen los ministros de Transportes de España y de Infraestructuras de Portugal cuando salen en las fotos de las Cumbres bilaterales o Cimeiras?
Dicen que hay 22 vuelos diarios de Lisboa a Madrid y sin embargo una carta no tarda menos de siete días. Y si es a St. Pere de Ribes, cerca de Sitges, donde escribo a un amigo mío, peor, siete días como poco. Y también dicen que hay 693 vuelos semanales de Lisboa a Barcelona, pero no me lo creo.
Y dentro de España, si tenemos la peregrina ocurrencia de mandar una carta desde un pueblo a Madrid o Barcelona, por ejemplo, desde Orcera, en la Sierra de Segura, otros ocho días mínimo. Pero, claro, para salir del enclave segureño ya tardará la carta varios días en llegar, pongamos, a Albacete, o peor, a Jaén.

Pero el culpable es el usuario, el cliente, que para Correos o para Correios nunca tiene razón. Se nos dirá que para qué escribimos cartas, que eso ya no se estila y además no tienen interés.
Cuando en España Correos dependía del fatídico Ministerio de la Gobernación, las cartas, bajo la disciplina de la autoridad incontestable del franquismo, tardaban mucho menos. Fatídico, pero funcionaba.
La solución es que no hay que escribir, hay que mandar whatsapps como todo el mundo, no hay que saber caligrafía porque eso es reaccionario y cursi, es más, sería mejor no leer ni escribir nada. Así se manda mejor a las masas. Pero, entonces, por favor, supriman Correos y los CTT, que hoy, semiprivatizados sólo sirven para dar cargos a los amiguetes respectivos del partido en el poder (algo así como ADIF, por cierto y además tampoco hay tren entre Madrid y Lisboa).
Jaime, esa es la dirección en la que va el mundo. No es la que me gusta, pero ¿quién escribe hoy una carta? No es necesario reducirse al guasáp; hay correos electrónicos. Por otra parte, el correo español está más modernizado. Yo lo uso para enviar mis cuentos a diversos concursos que nunca gano, aunque llegan a su destino en un par de días. Le confieso que fui siempre de estilográfica y no de bolígrafo y a veces miro con pena y ternura a mi vieja Montblanc y al reseco tintero de Pelikan. Saludos y gracias.
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Todos los ministros y adláteres se ríen siempre mucho en las fotos. Éste es un asunto digamos, menor, en comparación con otros que se supone que debaten en profundidad.
Lo único que me inspiran ya todos ellos es el más absoluto desprecio. Nos utilizan, se sirven de nosotros, los votantes, el «pueblo soberano», para escalar puestos en el poder y ganar cuanto más dinero mejor. Nos manipulan, o lo intentan, en esto como en todo. Mienten sin sonrojo. Son lo peor.
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