Iluminación municipal y contaminación lumínica

… a la hora en punto en que las calles de Madrid se tapujaban con aquel manto de simpática obscuridad que el positivismo alumbrador de estos tiempos ha rasgado en mil pedazos…

Pérez Galdós, Napoleón en Chamartín

Lo de la luz tiene mucha miga. No por el coste de la electricidad, sino por qué y qué se ilumina. Ya Galdós se quejaba del exceso de alumbrado.

Hoy me quiero referir a algo mucho más banal: la iluminación municipal. No iluminación mental, no siglo de las Luces sino luces eléctricas. Me deja apabullado el número de postes de luz, no de modestos faroles, que hay en muchos pueblos y aldeas, en concreto en algunos de la Sierra de Segura, provincia de Jaén. Puedo certificar que en algunas cortijadas y aldeas hay más luces que habitantes. Y duran toda la noche encendidas. Dicen que gastan poco, no lo sé, eso lo suelen decir las compañías eléctricas para tranquilizar al contribuyente, siempre pasivo, siempre dejado de lado.

Pero el problema es, además del coste, la contaminación lumínica. El exceso de luces perturba los pájaros y las sabandijas de la noche, además de no dejar ver bien los astros. Y en muchos pueblos y aldeas, su exceso resta encanto y discreción a las calles y plazas. Además, ya no son humildes farolas sino unos altísimos arbotantes, con sistema de luz de mercurio o vapor de sodio, o con los famosos LED de luz fría y espectral.

Pero a los alcaldes les da igual, como casi todo lo que es estética. Cuanta más luz, más poderío. Un pueblo iluminado modestamente es considerado un pueblo pobre y el alcalde se la juega. O también, si hay menos iluminación se supone que se pone en riesgo la seguridad. Cuanta más luz, más seguridad, menos miedo, aunque no haya un alma en las calles o las anchuras de los cortijos.

Ya me referí en otro artículo ( En Segura de la Sierra, La Puerta de Segura y Orcera no hay crisis energética ni sequía, https://wordpress.com/post/laplumadelcormoran.me/6012  ) al dispendio de los pueblos de la sierra mencionada a pesar de los problemas de energía. Pero, nada, impasible el ademán, la supuesta crisis no ha hecho apagar ni una luz. La distancia entre farolas, balastos o arbotantes, como se les quiera llamar, es menor que la que hay en ciudades como Madrid, Bruselas o Lisboa. Parece como si se instalaran cuantos más mejor, para favorecer a las empresas que los suministran e instalan y no tanto por la real necesidad de iluminar.

Esto no es una manía personal, pues en Estados Unidos y Europa ya hay muchos que luchan contra la contaminación lumínica, como Harald Stark, de Administración Nacional Oceánica y Atmosférica, NOAA, que ha demostrado que la iluminación emite moléculas químicas nocivas al medio ambiente.

Otro documento importante fue, hace diez años, el reportaje ‘La ciudad oscura’, ‘The City Dark’, que exponía el efecto nocivo de la luz artificial -excesiva- sobre los animales, el cáncer y la ciencia. En el Estado de Colorado, por ejemplo, la ONG Headwaters Alliance, ha creado zonas dejadas en la oscuridad para facilitar la contemplación de las estrellas.

Aquí tenemos sobre todo normas de ahorro de energía, no de limitación de la luminosidad innecesaria, como el Reglamento (CE) 245/2009, de 18 de marzo, por el que se aplica la Directiva 2005/32/CE del Parlamento Europeo y del Consejo en lo relativo a los requisitos de diseño ecológico para lámparas fluorescentes sin balastos integrados, para lámparas de descarga de alta intensidad y para balastos y luminarias.

Lo que sorprende es que la Sierra de Segura, dentro del Parque Natural homónimo, no sea declarada zona de reserva de cielos sin contaminar y no limite más la excesiva iluminación de pueblos y aldeas. La oscuridad de sus montes, de sus valles, es rota, perturbada con el exceso de luces en pueblos que no necesitan ni mucho menos tanta. El resplandor exagerado es de mal gusto, costoso, inútil y dañino.

Pero sobre la política del Parque Natural, política de prohibición y negación más que de participación y comunicación, ya escribiré próximamente. En fin, la iluminación tiene significados distintos y se ha escrito mucho sobre el tema, por ejemplo, Iluminados se llamaban los libros medievales con ilustraciones coloreadas en tintas preciosas; Iluminados han sido llamados muchos personajes de la historia que hacían gala de ideas algo extravagantes, a veces peligrosas, mesiánicas, utópicas. Pero la iluminación municipal y la contaminación lumínica no son objeto de debate.

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Algunas propuestas para desenclavar la Sierra de Segura

La Sierra de Segura[1] en Jaén es un enclave que lleva siglos apartado del resto de España. En los últimos cincuenta años ha seguido perdiendo población, importancia económica y sigue tan aislada como siempre (en términos relativos, más aislada que hace medio siglo dada la mejora general de las comunicaciones en el resto del país, que aquí no han llegado). No resiste la comparación con el resto de España pues todas las demás regiones han ido mejorando mucho más que los doce pueblos de esta bella comarca.

Recursos.-

No faltan recursos pero están mal explotados, infrautilizados y no bien gestionados. La economía de la sierra es principalmente extractiva, no transformadora.

  • La riqueza forestal del inmenso parque natural y sus aledaños (213.000 Has, sólo el parque y otras 100.000 forestales fuera de él) no es aprovechada sino exportada a otras zonas. Ya casi no hay maderistas ni empresas de maderas, ni siquiera en Siles. La tonelada de madera de pino carrasco se vende a tres (3) euros la tonelada. Hay solamente una planta transformadora de biomasa -en Puente de Génave- y los maderistas cierran porque ni los precios compensan, ni los costes de extracción ni el transporte.
  • El olivar es el monocultivo pero la mayor parte del aceite (de muy buena calidad) se vende a granel a grandes empresas españolas y europeas. El valor añadido se va, como en la madera, fuera. La dependencia absoluta del olivar no es sana económicamente hablando. Es una fuente de ingresos relativa, sometida a altibajos. Si falla el aceite, falla todo y, además, el olivar no requiere una mano de obra especializada que está regulada por salarios decretados por norma administrativa, sin posibilidad de mejorar la productividad si no es a base de maquinaria, lo que en zonas montuosas es más complicado. La proliferación de almazaras y cooperativas, un auténtico minifundio de cooperativas, todas separadas y rivales, atomiza la oferta y la debilita frente a los potentes compradores nacionales e italianos. La gestión de las cooperativas resume a veces lo peor del capitalismo y lo peor del socialismo. El riego del olivar no es la solución por el cambio climático -los acuíferos vienen bajando desde hace decenios- y porque incluso regando no se está al abrigo de calores fuertes, de heladas, de pedrisco y otras inclemencias meteorológicas que perjudican las cosechas, como ha sucedido este año de 2022.
  • El turismo sigue siendo de muy poco valor añadido, sin apenas hoteles ni restaurantes de cierto nivel en toda la zona. No ha habido ni hay formación hotelera, condición previa para que puedan existir establecimientos de calidad. La pesadísima burocracia autonómica y provincial para crear empresas es otro obstáculo añadido. Tampoco ayuda la arquitectura de los pueblos y aldeas.
  • Otros dos recursos importantísimo pero invisibles para el Estado y la Junta, son la reducción de nuestra huella de dióxido de carbono gracias a la inmensa masa forestal, y el agua, pues la Sierra es madre de varios ríos importantes, como el Guadalquivir, el Segura, además del Mundo y del Guadalmena y muchos otros afluentes de los dos grandes. Pero eso no computa en las cuentas públicas. Es la aportación invisible de esta comarca, que nadie toma en consideración (esto ya se ha dicho hace dos años en mi artículo Lo que aportan a España las sierras de Cazorla, Segura y Las Villas, de 15 de septiembre de 2020).

Problemas.-

Comunicaciones: los malísimos accesos por carretera y la inexistencia de ferrocarril dificultan el comercio del aceite de oliva y de los productos forestales.

No hay separación clara entre el mundo del trabajo y el de las prestaciones sociales, porque hay una cada vez menos diferencia entre los salarios de los trabajadores y las pensiones de ‘desempleo’ de los asistidos, algunos de los cuales, en el núcleo familiar, consiguen, sin trabajar, más ingresos que la familia de un trabajador.

La consecuencia, evidentemente, es la emigración, el paro y, paradójicamente, el empleo de mano de obra inmigrada para la cosecha de la aceituna a pesar de una tasa de paro oficial del 25% al menos.  Otro índice dramático es el número de casas y cortijos en venta, sin comprador.

Propuestas.-

Habría tres formas de transformar y mejorar una región en el proceso de globalización mundial:

  • Mejorar el Intercambio de mercancías que tiene el gravísimo obstáculo de la innombrable e incalificable N 322, una auténtica vergüenza nacional[2].No hay tampoco un decente transporte público – Samar, Alsa, La Sepulvedana han desertado- y un viaje a Sevilla o a Madrid dura hasta seis horas con los autobuses actuales. De Siles a Jaén se tarda en automóvil más de dos horas, de La Puerta a Albacete, casi dos horas. De la leyenda del tren ya ni se puede hablar.
  • Mejora de las redes y comunicaciones informáticas. Cambio de oficinas, permitiendo el trabajo a distancia con oficinas virtuales, el llamado tele-trabajo que el covid ha fomentado. El teletrabajo ya existe en amplias zonas del interior francés, con buenas redes de internet, y en algunas zonas del norte de España. Por ejemplo, Aquitania y la zona de Burdeos ha experimentado un crecimiento enorme gracias a este nuevo modelo de globalización.
  • Implantación de pequeñas industrias o fábricas buscando el lugar donde hay más trabajadores formados y/o con salarios más competitivos, además de suelo más barato, instalaciones técnicas, etc. Crear empresas de transformación y comercialización de productos forestales. Reunificar almazaras y cooperativas (federar la oferta, fusión, asociación mercantil)para conseguir una oferta más potente, no tan dependiente de los grupos aceiteros.

Deberían ser los alcaldes los que presionasen para conseguir unas redes de tecnologías de la información que permitiesen trabajar a distancia y así atraer jóvenes de otras zonas del país que anhelan una vida rural, un paisaje, una tranquilidad y solaz que esta sierra procura. Más que repetir lo del “oro verde”, una frase que adora la Junta de Andalucía, hay hacer algo para desenclavar esa zona, aislada del resto de España. Querer la prosperidad sin querer hacer aquello que la fundamenta es un engaño propagandístico.

La zona de la Sierra de Segura no levantará cabeza ni turística, ni forestal ni agrícolamente, mientras perdure esa inercia, esa pasividad de las Administraciones locales, provincial, autonómica y estatal, y no haya comunicaciones y telecomunicaciones dignas de España (todo el resto de España está mejor comunicado).

Es indispensable y urgente una construcción social, económica y cultural. Si no, seguiremos como una zona asistida a base de subvenciones y subsidios, demasiado propicios al favoritismo, al clientelismo y a la corrupción (como se ha visto con los ERE).


[1] Hasta el nombre le han intentado quitar, nombrando a la sierra fronteriza, de Alcaraz (Albacete), Sierra ‘del’ Segura.

[2] Tras más de 30 años, resulta que la especie de autovía no llegará más que a Villanueva del Arzobispo. Seguirá sellado el acceso a Levante, a 165 kms de Albacete.

En Segura de la Sierra, La Puerta de Segura y Orcera no hay crisis energética ni sequía.

Llego a Orcera y veo la rotonda de las cooperativas con su césped en riego por aspersión, agua fresca abundante escurriendo asfalto abajo.

Veo todas las noches el castillo de Segura iluminado, aunque no lo vea nadie.

Y veo La Puerta, Cortijos Nuevos, Orcera, Segura y sus aldeas que siguen profusamente iluminados, con sus farolas tan cercanas y potentes (más que en muchas ciudades grandes ¿quién planificó su posición?).

Luces por todas partes, nadie en las calles -pues a la gente por las noches les da por dormir-. Iberdrola y Endesa, encantadas de la vida, pues así facturan más.

Y no pasa nada, nadie dice nada, los ciudadanos no pintamos nada, porque sepan ustedes que aquí no hay sequía ni crisis de energía. Somos perfectos, inmunes, eso sólo les pasa a otros.

La gramática es historia (también en la Sierra de Segura)

Conocían las virtudes de las plantas y las hierbas,

los nombres de los pájaros y su canto,

eran de antes del saber y de la ciencia,

entregados al tiempo, a los astros y meteoros,

un mundo mágico todavía subsistía,

y su lengua era ancestral, precisa y bella,…

La gramática es historia, es un documento. Conservar y recordar cómo se hablaba nos ayuda a entender cómo vivían nuestros antecesores.

He tenido el privilegio de escuchar todavía, hace ya más de treinta años, cómo hablaban las gentes de la Sierra de Segura, en la provincia de Jaén. Sus trabajos y sus días eran otros, la maquinaria aún no había hecho irrupción en esa lejana comarca más que de manera marginal, algunos tractores, alguna camioneta. Lo demás se hacía a fuerza de azada, hacha, bestias de carga, molinos de agua. Los cultivos eran variados, había hortales y el uso de las acequias era cuidadoso, bien ordenado. El sistema métrico decimal era usado de forma subsidiaria, pues se usaban las fanegas, los celemines, las arrobas y otras medidas ancestrales. El lenguaje era otro.

Ya se sabe que la gramática y el habla son una fotografía fiel de una fase determinada del lenguaje y, por tanto, de la sociedad.

La Sierra de Segura perteneció al Reino de Murcia desde tiempos remotos, desde antes de la invasión musulmana. Tudmir (que no era otro que un hispano godo llamado Teodomiro), se convirtió, prudente e inteligente, al islam y conservó su poderío. Hasta que Javier de Burgos reorganizase España en provincias en 1830, esa zona era murciana (y todavía parece serlo, a tenor del descuido en que la tiene y ha tenido la Junta de Andalucía que la ve como suya sólo para hablar, cansinamente, del “oro verde”).

Aquí se habla (o se hablaba) de una forma más murciana y manchega que andaluza. Además, la realidad social, cotidiana, productiva, era distinta y las gentes sabían y podían nombrar las diferentes plantas. árboles, estados del tiempo atmosférico y las medidas de los productos de la tierra y las distancias y superficies, como se indica al final de este artículo. Podían decir, y querían decir las cosas tenían su significado preciso. Quizás hubiera más analfabetos, pero sabían nombrar las cosas.

La falta de escuelas (que denunciara Luis Bello hace cien años en su Viaje por las escuelas de España) y la falta de sacerdotes formados contribuyeron, paradójicamente, a que se conservasen el habla, las expresiones y el vocabulario ancestral durante mucho tiempo.

Hay varias causas de la desaparición del habla de la sierra. Sobre todo, tres: emigración, televisión, monocultivo.

La emigración (los emigrantes intentan integrarse imitando el habla de la región que los recibe), el desarrollismo y sobre todo la televisión, han uniformizado el lenguaje. Sólo los más viejos aún usan palabras antiguas.

Otra razón de la pérdida de la riqueza léxica ha sido el monocultivo del olivar.  Antes, con las huertas, el labrador conocía las hierbas, las flores, sus propiedades, la tierra que mejor les convenía. Hoy la agroindustria (esa atroz palabra que parece un contrasentido) con sus abonos homogéneos, de marca, y sus pesticidas, no sólo han destruido parte del hábitat, de flora y fauna, sino también la lengua. Hoy ya sólo se habla de olivas y de aceite. Hasta el lenguaje forestal se ha ido perdiendo, pues cada vez hay menos maderistas.

Andalucía como Administración que es bastante nacionalista, ha puesto el acento identitario en el acento andaluz, como si esa fuese la seña de identidad, y no en la riqueza del léxico antiguo que servía para definir el tiempo, las plantas, los animales, las costumbres. Los giros y expresiones de antaño se han ido perdiendo. La forma de hablar se ha empobrecido, lo mismo que se pierden las semillas de antiguos frutales, y eso no es sólo una pérdida nostalgiosa, sino que el lenguaje deja de poder expresar los matices, los cambios de la naturaleza.

El lenguaje vivo ha sido también uniformizado por la gramática normativa.

Afortunadamente, algunos pensadores nos dejaron algunas referencias de cómo se hablaba.

Don Genaro Navarro (La Puerta de Segura, 4 de octubre de 1901- Madrid, 24 de febrero de 1977), abogado, erudito e historiador, estudió hace muchos años el léxico de estas sierras, por lo que no cabe añadir mucho más. Su trabajo está disponible en este enlace:

file:///Users/jaimeaxelruizbaudrihaye/Downloads/Dialnet-ElHablaDeLaSierraDeSegura-2071139.pdf

Otro escritor y profesor que dedicó atención al lenguaje serrano fue Emilio de la Cruz Aguilar, fallecido hace dos años, del que hay una semblanza que resume bien su trabajo, en

http://asociacionsierradesegura.blogspot.com/2009/04/emilio-de-la-cruz-aguilar.html

También el profesor Faustino Idáñez de Aguilar ha estudiado el léxico del nordeste andaluz, o de la llamada región pre-Bética.

Sin embargo, quiero aquí evocar algunas de las palabras y expresiones que oí a Vicente Muñoz, a Antonio Ramos, a Rosario, de la aldea de Rihornos; a veces pensaba que eran errores y en realidad eran formas antiguas de hablar, muy expresivas, algunas ya usadas por Cervantes y por Quevedo:

Abajar, bajar.

Amagantarse, agacharse, esconderse.

Apriesa, de prisa.

Asuradas, marchitadas (las plantas por el viento solano o sur).

Aviarse, arreglarse.

Asentarse, sentarse.

Bullir, moverse mucho, enredar, como el francés bouger.

Coger, por caber: no coje aquí, ésto no coje.

Tener beneficio, la tierra, gracias al estiércol, por ejemplo.

Balate, despeñadero con mucha piedra (del árabe balat, piedra).

Bregosa, persona complicada, que da mucho que hacer. De bregar.

Brozeal, lugar donde hay mucho hierbajo seco, broza.

Cansicio, hartura.

Cansino, pesado.

Castellano, se decía del que no es gitano.

Por cima de, por encima de.

Civanto, talud, desnivel.

Conreo, como arreu en catalán, tarea pesada.

De contino, constantemente.

Desepartarse, separarse.

Despacharse, arreglarse, estar dispuesto, acabar los recados.

Enritación, irritación, enfado (¿por inri?)

Escuerabueyes: un reptil llamado eslizón.

Esfarfollar, deshojar las mazorcas.

Estarse, entretenerse y perder el tiempo (“no te estés”),

Furgar, por hurgar.

Gayares, dinero.

Hacer sentimiento, sufrir, por ejemplo, las plantas al trasplantarse.

Halda, saya, falda.

Jalmazo, golpetazo, caída.

Lanternazo, golpe.

¡Ligero!, date prisa.

Melecinas

Miaja, un poco, migaja.

Noguera, por nogal, como en Levante.

Parece, no pareció: llega, se presenta, no ha venido

Verse precisado, estar forzado, apurado.

Plantas consentidas, mimadas, demasiado cuidadas que sufren con las inclemencias del tiempo.

La pantasma, el fantasma, una aparición.

Pesambre, pesadumbre.

A pique de, a punto de.

Puiciarriba, puiciabajo, hacia arriba, hacia abajo.

Rebolondo, muy redondeado.

Regoldar, eructar.

Rescoldera, ardor de estómago.

Resollar, por resoplar, suspirar por hacer un esfuerzo.

Resultar, por llegar o aparecer («ya hemos resultado», decía la hermana Aurelia, madre de Antonio Ramos, que era de El Patronato, Santiago de la Espada).

Soplarse, por beberse (una cerveza, por ejemplo)

Soñarrera, estar adormilado.

Tenerse, por sostenerse. «¡Tente!»

Tomar, por tomar en brazos.

Trempano

Vide, por ví.

Cambio de género:

La sudor

La calor

Decires:

No le va a valer el saber, “no vos valdrá el ardimiento” (Romancero del Cid).

Agua perdida, la mitad recogida: Limitar el daño.

No tengo lugar, como Sancho, “no tuvo lugar (de sacar los requesones del yelmo)”, DQ, II, XVII.

Está nublo, por ‘está nublado’.

Es noche, por ‘de noche’.

***

Para terminar, es útil recordar las medidas que se usaban, que datan de antes del siglo XIX:

Medidas lineales:

Pie:                  1/3 de vara

Vara:               0’836 cms. (oscila desde 80 a 83 cms)

Estadal:           4 varas ó 3,34 mts.

Legua: 5,573 kms.

Medidas de superficie:

Celemín:                     1/12 de fanega

Fanega:                       0,644 Ha.

Fanega y media:         10.000 metros o una hectárea.

Tahulla: 1.600 varas cuadradas castellanas.

Según Madoz, la fanega se compone de 400 estales (¿estadales?) de 16 varas cada uno.

Medidas de capacidad (líquidos):

Libra:                          ½ litro

Cuartilla:                     1 litro

Arroba :                       16 lts.

Arroba de aceite:       11,5 kgs.

Medidas de capacidad (áridos):

Cuartillo:                                           1 kg.

Celemín:                                            4 kgs.

Barchilla (de aceituna):                      3 celemines

Fanega :                                            12 celemines, 48 kgs.

Cahiz:                                                 12 fanegas

El celemín de trigo se medía raído, el de garbanzos, maíz, lentejas, colmado.

Medidas de peso:

Adarme:                                 1,797 grs.

Onza:                                      28,7 gramos  

Libra:                                      0,460 kgs.

Arroba:                                   11,5 kgs.

Arroba de vino:                      16 litros

Quintal:                                  46,9 kgs.

Jaén, postrada y aletargada

Las protestas por el precio del aceite de oliva son solamente un síntoma. Son el catalizador de un profundo desengaño y frustración. Jaén es territorio sometido, enfeudado a los partidos políticos y sus intereses electorales, de un lado, y por una cierta pasividad y resignación de los jiennenses, de otro. Éstos se sienten abandonados, dejados a su suerte, ninguneados, sienten que no pintan nada ni en España ni en Andalucía. La Autonomía regional no ha traído casi beneficios de valor añadido; ni la administración está más próxima ni es más eficiente, al contrario, la burocracia ha aumentado exponencialmente sin que los beneficios sean apreciables.

El Yelmo, en la Sierra de Segura, inmóvil testigo.

En las reivindicaciones y protestas de los jiennenses hay que profundizar, descubrir su raíz y no dejarlas como un mero problema de precios, de orden público e intentar resolverlas -y acallarlas- con unas cuantas subvenciones. En esta provincia (como en el resto de esa España llamada vacía), predominan :

  • La escasa o nula participación real de la población en cualquier decisión que les afecte, incluso a nivel municipal. Los vecinos no cuentan. Nadie se siente actor. El voto cuatrienal es una mera añagaza para confundir, para dar la sensación de que se participa. No hay libertad de expresión real pues la opinión la manejan los partidos, los políticos y no hay posibilidad de disenso estructurado, potente. Las voces disidentes no son escuchadas y son descartadas. El sistema de gobierno de la Junta es absolutista.
  • Los subsidios son en realidad limosnas de Estado (o de la Unión Europea), su mal uso y empleo, tan frecuente, proviene de esa sensación de limosna, precisamente. La compensación monetaria envenena y pervierte la realidad mediante todo tipo de subsidios, sea al precio del aceite, a las empresas o a las personas físicas. El resultado es una tasa de paro endémica del 30%, la nula perspectiva para los jóvenes, y el trabajo de inmigrantes (¡bien por ellos!), una paradoja en una provincia con tan alto desempleo.
  • Las comunicaciones son miserables, tanto por ferrocarril como por carretera, en comparación con el resto de España. No es el agravio comparativo, es la realidad, ni trenes, ni autobuses: no hay transporte público y los alcaldes no dicen nada.
  • El escaso deseo de aprender entre los jóvenes un oficio o una profesión. Da la sensación de que da igual saber o no saber, tener cultura o no tenerla: no sirve para nada pues hay una enorme desigualdad y hay un pesimismo generalizado, el fatalismo predomina. El nivel de analfabetismo funcional es altísimo, sólo hay que ver cómo escriben los jóvenes entre 20 y 40 años, las faltas de ortografía, por ejemplo. Y ya no hay la excusa del franquismo pues desde hace más de cuarenta años existe la enseñanza obligatoria y gratuita. Este problema perpetúa la división en clases, la falta de promoción social y, por consiguiente, el resentimiento. Como decía la pensadora Simone Weil,

“un sistema social está profundamente enfermo cuando el que trabaja la tierra piensa que lo hace porque no es suficientemente inteligente para ser otra cosa”.

  • La falta de gusto en el trabajo, en los oficios pues el trabajo se considera meramente como una forma de ganar algún dinero, un mero aporte dinerario, sin satisfacción personal. Esto es lógico si se tiene en cuenta el favoritismo en la contratación. Por ejemplo, la contratación en los ayuntamientos se guía demasiado a menudo por amistad, por afiliación política, por relaciones familiares, lo que desanima a los jóvenes formados que buscan trabajo, como asistentes sociales, educadoras infantiles, etc.
  • El problema de desarraigo y aculturación, algunos lo compensan comprando tierra, olivos, como un deseo subconsciente de ligarse a la tierra. Muestra de este desarraigo, esta falta de patriotismo estético, es la fealdad de las construcciones -muchas a medio acabar, con ladrillos y chapas por techo sujetas con piedras-, la cantidad de naves que invaden los campos y el paisaje sin que nadie lo impida.
  • De ello deriva el fatalismo y aletargamiento generalizados, vacío que llenan los bares, el alcohol, la droga y el fútbol (¿por qué no se publican las cifras cobre droga y alcohol en las zonas rurales, en los pueblos?). La escasa o ninguna información de lo que de verdad sucede es sustituida por la propaganda, sea de la Diputación, de los Ayuntamientos, obedientes a sus respectivos partidos, sean PP o PSOE, sin ninguna autonomía real, de la Junta de Andalucía o del Estado. El discurso oficial está lleno de parásitos ideológicos, como esas emisoras de radio con perturbaciones e interferencias.

Ya se sabe que es común en todos los países europeos que los campesinos se sientan postergados y olvidados por la Ciudad, es decir, por el Poder. Pero en este caso es absolutamente cierto. Cuando los jiennenses protestan por el precio del aceite hay que leer esa protesta mucho más allá del mensaje inmediato. Se quejan, gritan, hacen tractoradas porque no se les tiene en cuenta (salvo como número de votos a obtener, como si se estuvieran contando cabezas de ganado).

La situación deriva de una ‘forma’ de hacer política que ha imperado en la provincia en los tiempos en que el PSOE gobernaba en Andalucía, un clientelismo que ha emponzoñado todo organizado por un personaje político regional de cuyo nombre no quiero acordarme -apoyado por Chaves y Griñán-, oriundo de la provincia, que actuaba a base de favores, enchufes y beneficios para los ‘afectos’. Además, los cargos administrativos, delegados, directores, etc., habían de pertenecer al partido, confundiendo administración y partido dirigente (no estoy seguro de que esta práctica tan extendida haya cambiado hoy aunque quien dirige la Junta haya cambiado).

¿Qué hacer? ¿Cómo insuflar un nuevo espíritu?

El problema de la llamada España Vacía no es solamente un problema del Estado, de las Autonomías y de los Ayuntamientos: la regeneración debe venir de dentro. Estamos casi como cuando hace más de cien años Joaquín Costa clamaba por el ‘Regeneracionismo’. Las palabras claves son transparencia, participación y cultura. Entre otras cosas, se precisaría de:

  1. Participación real, efectiva, en las decisiones y no sólo votar cada cuatro años para dar un cheque en blanco al partido de turno.
  • Transparencia en los contratos públicos como, por ejemplo, para desentrañar el desastre de la N 322, en obras desde hace más de treinta años y sin visos de acabar. Y ningún alcalde dice nada.
  • Transparencia en la contratación de personal por las administraciones local, provincial y regional, evitando el amiguismo.
  • Transparencia y despolitización de la gestión de los Parques Naturales de la provincia que multan a particulares por nimiedades mientras dejan proliferar construcciones horribles en los olivares y no hacen nada contra los desafueros y ecocidios cometidos al reformar carreteras[1].
  • Garantizar que los subsidios a personas físicas y a empresas no sean más ventajosos que producir o trabajar.
  • Formación específica y adaptada al medio agrario y forestal.
  • Escuelas de artes y oficios que inculquen una moral del trabajador que le sirva para tener contratos justos y estables con posibilidad. De ascenso y promoción por méritos.
  • Red cultural que incluya teatro, música, pintura, algo así como fue La Barraca de los años treinta. El éxito de público del festival Música en Segura demuestra que sí hay interés en los pueblos, aunque las autoridades hagan caso omiso.
  • Prohibir la propaganda política, tanto la obvia como la indirecta que hay en tantos carteles que anuncian obras, presupuestos, ‘mejoras’, sobre todo cuando se acercan las elecciones. Además, todos esos carteles son feos, tapan el paisaje y no suelen decir la verdad.

No deja de ser triste que la provincia de Jaén, que es la mayor productora de aceite de oliva, en la que nacen ríos que riegan media España, con parques naturales que contribuyen enormemente a reducir nuestra huella de carbono, carezca del peso específico que merece en Andalucía y en España. El gobierno, la Junta y los ayuntamientos, que le deben todo, no le dan sino subsidios y propaganda.

En fin, recuerden los del Poder que la sumisión no es eterna.


[1] como en la A 317, ya mencionado en este blog https://wordpress.com/post/laplumadelcormoran.me/5077…, pero que, ante la pasividad del Parque, habría que denunciarlo ante un juez.

Siles y los vándalos Silingi

Hace muchos años, don Virgilio Zamora me contó en su casa de Siles que él pensaba que este topónimo procedía de los fundadores del pueblo, unos caballeros de la Reconquista que provenían de la Alta Silesia. Eché en saco roto aquella peculiar idea pensando que era más una especie de sueño de la razón que algo fundamentado.

Era don Virgilio un hombre amable, educadísimo, soltero, de una frugalidad asombrosa, que se encerraba en un despacho del gran caserón a leer historias, subía a las cámaras a escudriñar viejos papeles y escrituras caducadas. Era, como todos los extraños y originales, algo ridiculizado por sus familiares y por los vecinos, que a menudo llevaban vidas muy insípidas, mientras él disfrutaba con sus especulaciones y lecturas. En su casa se conservaban muchos libros jurídicos antiguos, códices, la Historia de España del Padre Mariana, la del Conde de Toreno sobre la guerra de la Independencia y la también monumental de don Modesto Lafuente, y mucho papelote desordenado.

Don Virgilio indagaba, estudiaba, anotaba, y dejaba los cuidados de la casa y la hacienda a sus hermanas y cuñados. El fue quien me despertó la curiosidad sobre los orígenes del pueblo y las antiguas historias, no escritas, contadas por los viejos. Sin la televisión, los ancianos pasaban las veladas evocando recuerdos y recuerdos de recuerdos, que todos han olvidado ya. En sus monólogos, entre liar el tabaco verde y un poco de mistela, hablaban de bandoleros, de tesoros de los moros, de cuevas desconocidas y de torres y cortijos embrujados, y de cuando los lobos merodeaban por los altos calares en las madrugadas de invierno.

Pero, a pesar de que no me creía muchos las teorías de don Virgilio, hoy vuelvo a dudar sobre la toponimia y la lejana Silesia que él me hiciera notar. Efectivamente, el historiador francés Jérôme Carcopino[1], en un artículo sobre Genserico, el caudillo vándalo que devastó el norte de África, me trae de nuevo esa sugerencia sobre Silesia y el pueblo jiennense de Siles.

Genserico o Gaiseric (428-477), tras instalarse en la Bética, cuyo dominio consolida hacia 425, invade el norte de África, cruzando por Tarifa y ocupa Cartago, ya romana. De pequeña estatura y cojo, fue un cruel pero hábil conquistador. Su destrucción de la estructura romana facilitaría su posterior rapidísima islamización, cuando los vándalos son derrotados por los idrisíes -¿o eran otros?-, en el siglo VIII.

Los vándalos eran un conglomerado de tribus germánicas que estaban instaladas en el siglo II antes de nuestra Era en los territorios que se hallan entre la Lusacia, Silesia y Galitzia, entre el Oder y el Elba. Dice así Carcopino:

La etimología propia de los Vándalos silingos (silingi, los que llevaban tirantes, los otros vándalos eran llamados asdingi, de largas cabelleras) nos confirma los datos de la arqueología sobre su ubicación. En efecto, de los Silingos procede la denominación de la Silesia y el nombre de Zobtenberg, una colina de 710 metros de altitud que se alza a treinta kilómetros al sudoeste de Breslau (hoy, Wroclaw, Polonia) y que en la Edad Media se llamaba todavía mons Silentii, en el pagus Silensis, es decir, evidentemente el monte Siling, en el país Siling.

De allí pasarían, en el siglo V d.C. a la Galia y luego a la Hispania romana, pero como no pudieron establecerse en la Tarraconensis, ocuparon la Bética. Su nombre, berberizado, dará lugar a Al Andalus, tierra de los vándalos. Los vándalos fueron siempre identificados por los cronistas de la época y de la Edad Media con un inmenso bandidismo.

Es una hipótesis, el nombre vendría de los vándalos que ocuparon la zona, no de caballeros de la Reconquista, algo que la ciencia no podrá confirmar, pero la imaginación es libre y hay que dar paso a ideas diferentes, como en el caso de Santiago de la Espada (en https://wordpress.com/post/laplumadelcormoran.me/5392 ) y los moriscos que evoqué hace unas semanas. Una especie de historia-ficción en la que lo que non è vero, è ben trovato.

El paisaje de Siles ha cambiado poco a lo largo de los siglos pues es sobre todo forestal, aunque antiguamente habría más encinas, chaparros, fresnos, moreras y menos pinos. Por allí está uno de los pasos naturales para Levante, para las tierras cartaginesas, camino de Elche de la Sierra (¿Hélike?), cerca del cual parece que sucumbió Amílcar Barca, padre de Aníbal, en el río Segura.

Siles es un pueblo limpio y arreglado, con algunas casas de cierto empaque, con anchos aleros, que antes tenían jardines traseros, hoy muchos de ellos edificados de manera vulgar. Conserva algunos monumentos antiguos como el enigmático torreón redondo, El Cubo. Población armoniosa, de vida tranquila, encarna bien esa parte de Jaén que, además de maderas y aceite, aporta una gran compensación para rebajar la deuda de dióxido de carbono, la huella de carbono, algo que debería ser contabilizado en el crédito de esta provincia tan descuidada por el Estado y por la Junta de Andalucía.


[1] Jérôme Carcopino (1881-1970), historiador notable, especializado en el mundo antiguo, ha dejado varios libros, entre los cuales Perfiles de Conquistadores, y De Pitágoras a los Apóstoles. Fue ministro de Pétain, lo que hizo que fuera postergado tras la guerra.