Los secretos de los árboles

Hemos roto nuestra antigua alianza con los árboles

Anton Chéjov

De cada diez pinos dejaban uno sin cortar. Normalmente se dejan un centenar de plantas por hectárea para la repoblación o, como dicen con una expresión poética, el ajuar del bosque.

La tala del bosque

Carlo Cassola

España tiene una riqueza que todos conocemos y casi nadie aprecia: las encinas. Los quercus, en sus diversas variedades, robles, carballos, encinas, chaparras, carrascas, alcornoques, han creado el suelo de la península desde hace miles de años y aún hoy lo protegen y enriquecen. Son árboles duros, duraderos y los más sostenibles de nuestras tierras.  Absorben carbono, nutren abejas, alimentan y albergan pájaros y otros animales, conservan la humedad del subsuelo y, asociados con microorganismos, lo enriquecen. Gracias a ellos, la península tiene tierras fértiles. Aunque España, con una superficie poco menor que Francia, tiene la mitad de tierras cultivables, en cambio tiene mucha más superficie de monte, arbusto y matorral, esenciales en la absorción del dióxido de carbono.

veía las viejas encinas negras, ya lejanas en el valle, todas doradas por las hojas nuevas, y las oscuras rocas de granito de los montes cubiertas por la roja flor del musgo.

Grazia Deledda, El incendio del olivar.

No sé hasta qué punto esa capacidad de absorción de carbono entra en las cuentas del Estado, pero ya se ha venido repitiendo el aporte a la baja de emisiones de la provincia de Jaén, en su PIB provincial, por ejemplo, aunque el Estado no lo tenga en cuenta.

Nuestra mirada de los árboles tiene bastantes ángulos ciegos. Los árboles significan, sirven y son mucho más de lo que creemos. No es solamente aprovechamiento de madera, como en la cita de Carlo Cassola (en 1949 en Italia parece que entonces se permitían talas de esa envergadura). Los bosques, los árboles, son mucho más importantes y necesarios de lo que se piensa. Desde el pasado mítico y religioso de los árboles y los bosques, hasta la lucha actual contra la desertificación y la absorción de dióxido de carbono, los árboles han acompañado el destino de la humanidad.

De la tierra habitable, en todo el planeta, los bosques representan el 37%, las zonas de arbusto y matorral, el 11%, la agricultura, el 50%, urbes y zonas construidas, el 1% y otro 1%, las aguas dulces.

En su libro Los árboles, entre lo visible y lo invisible, Ernst Zürcher, ingeniero forestal, apoyado en su experiencia e investigaciones, nos da una visión de los árboles más allá de la masa verde y explotable (como madera o como atracción turística). Una aproximación que no es solamente botánica sino ecológica, humana y científica. Tenía que ser un suizo, de ese país eminentemente forestal que, al ser pequeño, ha de ser extremadamente cuidadoso con su naturaleza, amenazada por la riqueza y el turismo, quien nos diera esta otra visión de los árboles, de respeto, admiración y significado especial para nuestras vidas. Es interesante que sus teorías se aproximan al llamado monismo que defendió Ernst Haeckel, el discípulo y admirador de Alexander von Humboldt y propagador de las teorías de Darwin. El monismo iba más allá, hasta defender la unidad de lo orgánico y lo inorgánico, la unidad del alma, el cuerpo y la naturaleza.

Zürcher se apoya en la astro-geofísica, defendida por Gerhard Dorda y Klaus von Klitzing (Premio Nobel). Si las mareas son producidas por la Luna, algo que todos sabemos, también el crecimiento de las plantas viene influido por las fases lunares, como sabían los que plantaban sus huertos o sembraban hace cien años. Es lo que llaman mareas gravimétricas. Y no sólo es la influencia de nuestro satélite, sino del Sol y otros planetas. Los ciclos solares, los períodos de siembra y de tala, ya eran mencionados por Hesíodo y por Teofrasto. Lo que puede llamarse Cronobiología ha sido experimentado por el hombre desde hace miles de años

Otoño. Cuando cesa la fuerza del agudo sol, calor ardiente que provoca sudor (…) cuando el astro Sirio sobre la cabeza de los mortales alimentados para el infortunio camina un poco durante el día, y en su mayor parte retorna durante la noche; entonces la madera cortada por el hacha está muy libre de carcoma…

Primavera. …entonces el astro Arturo, tras abandonar la sagrada corriente del océano, mostrándose por primera vez al anochecer se eleva (…) cuando comienza de nuevo la primavera para los hombres; anticípate a ésta y poda las viñas…

Verano. …cuando por primera vez se muestre la fuerza de Orión… (para almacenar los cereales).

Y cuando se oculten Pléyades, Híades y la fuerza de Orión, entonces, después de recordar la labor propia de la estación, sumerge tú el grano en la tierra.

No es casual que muchos árboles tuvieran en la mitología celta y griega un carácter sagrado. Particularmente interesante es el capítulo que dedica al tejo (taxus baccata), el if (en francés) o yew en inglés, o de cuyo nombre Zürcher deriva una serie de topónimos, como Yberdon, York o hasta su hipótesis sobre nombre de Iberia.

La polaridad y la espiral están presentes en los árboles, desde la copa a la raíz, raíces que a veces penetran hasta 68 metros, como las del boscia albitrunca, en el Kalahari. También las raíces del roble penetran muy profundamente, y sirven de lo que llaman “ascensores hidráulicos” entre la copa y las raíces. Además, dice Zürcher, existe una especie de solidaridad subterránea en el sistema radicular, algo que ha sido comprobado científicamente entre árboles de la misma especie, pero también entre diversos, como el arce, el abedul y los olmos. Esto ya lo expuso también Peter Wohlleben en La vida secreta de los árboles (2015).

La estructura de los bosques es también importante, con los más altos que sirven de protección a otros limitando la insolación y evaporación y facilitando lo que se ha llamado transpiración de los árboles. Una tala a ras, como las que se practican en muchos lugares de pinares y eucaliptos, es más que discutible (véase la protesta actual en Ovar, Portugal, contra las papeleras que talan así por zonas, por parcelas). Así me lo dijo hace años un maderista de Siles (Jaén), gran conocedor del monte.

No es solamente la conocida absorción de dióxido de carbono, hay múltiples usos del monte o del bosque:

SustanciasEsenciasUso
FibrasLiber, tilosCuerdas, alpargatas
AceitesHojas, árbol del téDermatología
GomasLiber, heveaCaucho
ResinasPinosTerebentina, trementina
SaponificaciónSapindusLejía natural, no química
ColorantesCampecheVerdes, azules, rojos, etc
PerfumesAgarBastoncillos de fumigación
MedicamentosCorteza de la quinquinaTratamiento de la malaria
InsecticidasMargosaProtección de cultivos
FungicidasCorteza del taliConservación de maderas
TaninosRobleCurtidos

Precisamente, entre los perfumes, ese ‘olor a monte’, con propiedades antidepresivas (caminar en un monte libera el espíritu de preocupaciones) no es debido solamente a la belleza, el silencio y el aire más puro sino, entre otras, a la mycrobacterium vaccae, como se ha comprobado en experimentos por inhalación.

En el Señorío de Bértiz, en Navarra, la llamada madera ‘muerta’ enriquece los suelos con la ayuda de los microorganismos y de muchos insectos. Pone también el ejemplo de un experimento en Galicia, donde un sistema silvo-pastoral con Pinus radiata consigue ‘enterrar’ carbono (79% hasta 25 cms de profundidad, 13% entre 25 y 50 cms y 8% hasta un metro de profundidad. La biomasa absorbe gran cantidad de carbono: 10 metros cúbicos de biomasa leñosa por hectárea y año absorben una tonelada de dióxido de carbono o, lo que es lo mismo, 300 kgs de carbono.

Hay otros datos interesantes en el libro como el de que, mientras un caballo requiere una hectárea y media de terreno, un tractor -en su equivalencia de consumo de energía- requiere 5 hectáreas. Para que lo sepan quienes piensan que mecanizar es la mejor solución.

Zürcher defiende lo que llama la explotación agroforestal, es decir, la conjunción del monte con la agricultura. Es optimista en cuanto a la mejora de la acción del hombre sobre la naturaleza, que puede mejorarla, por ejemplo, con la construcción de taludes y terrazas, y los surcos y prominencias que se hacen en las laderas para frenar la erosión y retener el agua. Esto, que ya se practicaba en muchos campos españoles, ha caído en desuso y la erosión de terrenos que se dejan sin labrar ni crear surcos o taludes de retención es muy grave.

España, con grandes zonas forestales, arbustivas y de matorral, el país que recibió la visita de Alexander von Humboldt y después la de Ernst Haeckel en 1866 en Tenerife, debería prestar mucha más atención a la arboricultura e intentar limitar los daños del agrobusiness que prevalece en el olivar y otros cultivos, sobre todo en lo que respecta a limitar o prohibir el uso de los productos fitosanitarios que arrasan flora, microorganismos, abejas, reptiles, etcétera. El monte es el gran protector.

Algunos botanistas han querido ridiculizar las teorías de Zürcher sobre la influencia de los planetas, del mismo modo a cómo se intentó en su tiempo ridiculizar a Kepler con el calificativo de ‘ocultista’. Nos hace comprender la vida y comportamiento de los árboles en relación con el hombre, con el entorno humano, forestal e incluso urbano. También muchos conservacionistas fueron tachados de reaccionarios, como John Muir (el inspirador de los grandes parques norteamericanos, al que apoyó el presidente Theodore Roosevelt) o Thoreau, porque los consideraban opuestos al progreso industrial.

Sólo resta desear que este libro, editado por Actes Sud, esa gran editorial de Arles creada por Hubert Nyssen, sea traducido al español.

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La encina, que hizo el suelo fértil de España

Fue Pedro Ruiz López -mi tío, ingeniero, amante de la naturaleza, ecologista de antes de llamarse así- quien me dijo que era gracias a las encinas, robles y alcornoques que se fue formando durante siglos el suelo agrícola de España, ese suelo que venimos destruyendo a base de cultivos intensivos, abonos químicos y herbicidas .

Pedro Ruiz López, en 1947

Hoy, otro Pedro, Pedro Pablo Miralles, evoca y homenajea la encina en un breve poema (http://www.lasdoscastillas.net), cuya reproducción me autoriza:

La encina es pura armonía,
chaparra o de gran altura
su copa redonda y ancha,
en grupo o de forma aislada
bien plantada y muy leal,
tan elegante y robusta,
con ramas abigarradas,
corteza gris soledad.

La encina nos acompaña
silenciosa y charlatana,
con sus hojas verde oscuro
entre sinceras espinas,
nos da frutos de buen quercus,
ramas, troncos moldeados
por la luna, el sol, los vientos,
todo el año así se muestra.

(Pedro Pablo Miralles)