Lawrence Ferlinghetti, el poeta, el editor de la mítica, si pobre y modesta City Lights, de San Francisco, el antiguo y ya único miembro vivo de la Beat Generation, cumple 100 años el 24 de marzo. Pero él mismo ya no se siente desde hace mucho de esa generación, que fue un movimiento efímero aunque necesario, dice.
Recordemos que beatnik (Kerouac, Burroughs, Ginsberg, Gary Snyder, Kenneth Rexroth, etc) fue el término que eligieron para autodefinirse, con la raíz beat, feliz, y el sufijo nik, que evocaba el gran desafío al poderío americano que supuso el sputnik soviético.
Ferlinghetti ha seguido siempre una trayectoria libertaria, en el mejor sentido de la palabra, sin eludir su contribución a la lucha contra el nazismo, habiendo participado en un caza submarinos en el desembarco en Normandía el 6 de junio de 1944. Luego, tras las bombas atómicas de Hiroshima y Nagasaki, se fue haciendo cada vez más pacifista activo, e incluso pasó por la cárcel por manifestarse contra la guerra de Vietnam. A Johnson, por ejemplo, lo llamaba públicamente Coronel Zuro (cornpone).
El fue quien publicó por primera vez Howl, Aullido, de Allen Ginsberg, libro que llegó a ser prohibido temporalmente por un juez, por obscenidad.

En su poemario A Coney Island of the Mind (1955), ya su lenguaje no es simplemente ‘beat’ (de feliz), sino claramente de denuncia:
En las más tremendas escenas de Goya creemos ver
los pueblos del mundo
en el momento exacto en que
obtuvieron por primera vez el título de “humanidad sufriente”
(…)
y todos los monstruos que gritan el final
de la
“imaginación del desastre”
son tan condenadamente reales
es como si aún existieran
Y lo hacen
Sólo el paisaje ha cambiado
(…)
Son las mismas personas
sólo que más lejos de casa
en autopistas de cincuenta carriles
sobre un continente de hormigón
parcelado con sosos paneles
que ilustran imbéciles ilusiones de felicidad (…)
Ha sido irreverente hasta la saciedad, como podemos comprobar en su largo poema de doscientos versos, The situation in the West (1965), una auténtica proclama sobre el mundo que nos ha tocado vivir, incluidos esos
ilustrísimos poetas arrogantes y secos
andando pesadamente, sin aliento
que vemos todos los días marcando los cánones estéticos del país.
Su poesía, como la de Ginsberg, está en la tradición americana de Hojas de hierba, de Whitman (curiosamente, Howl se publicará cien años después del libro de Walt Whitman).
Ferlinghetti habla y lee en francés, habiendo traducido a Prévert y otros y nos deja muchos poemas sobre Francia, París, la cultura francesa, como el gran poema Plan du centre de Paris à vol d’oiseau, en que, como un diablo cojuelo, recorre ese París mítico de la segunda postguerra y los existencialistas.
Siempre combativo, ha acuñado el término Autogeddon, the Age of Autogeddon, por la destrucción (Armageddon) de las ciudades debida a los automóviles, esos «animales con ruedas»,
Para qué sirve la poesía estos días
De qué sirve y cuánto vale
en estos días y noches en la Edad de Autogeddon
en los que han pavimentado encima de la poesía
para abrir paso a los ejércitos de la noche
como en ese paraíso de palmeras en el mismo norte de Nicaragua (…)
[1993]
El automóvil por doquier, como metáfora y como símbolo de la sociedad de consumo, es una de sus pesadillas,
Dónde van
todos estos intrépidos y valientes animales
con pelo y piel
en cabinas de acero
sobre ruedas
con grandes aletas
a las cuatro de la tarde del viernes por la autopista (…)
Poco publicado en España (Visor lo hizo hace tiempo, cómo no), hoy puede el lector encontrar una selección bilingüe de los poemas de Ferlinghetti hecha por Antonio Rómar en la editorial Salto de Página (2016).