«El comunista», así llamaban cruelmente en los años sesenta al Renault Dauphine, aunque tuviera un nombre tan de la realeza como Dauphine, Delfín; entre otros mi primo Ramón Olivares, un gran amante de las motos – ¡ah, aquella Sanglas negra!- y de los automóviles (poseyó, entre otros, un MG Midget y un Floride) porque «mataba señoritos» (en España, en los últimos cincuenta, los que tenían coche eran todavía calificados de señoritos, como un maligno recuerdo de la guerra) o «el de las viudas», que así llamaban también al Dauphine.
El Dauphine en efecto corría demasiado para lo poco que pesaba y levantaba el morro cuando iba a más de 90 y en las curvas había que tener mucho cuidado, porque derrapaba que daba gusto. Volaban, por eso muchos franceses les ponían un par de plomos bajo el capot delantero, sobre las ruedas. El Dauphine fue mi primer coche, que a las cinco semanas me lo puse por montera en la Universitaria de Madrid, al tomar la curva del Paraninfo con excesiva velocidad. Un record de longevidad. En la compañía de seguros, cómo no, le dieron siniestro total y estuvo un par de meses frente a un chapista de la calle Castelló hasta que se lo llevaron a algún desguace de la carretera de Andalucía.
El antecesor del Dauphine, el 4/4, el cuatro cuatro,
llamado joaninha en Portugal (a la burra se le solía llamar a minha joana) fue el primer utilitario fabricado bajo licencia en España en 1951. Aún recuerdo un viaje en una tórrida noche de verano, por Toledo, apretujado con los primos en el 4/4 del tío Ernesto, matrícula J-8008. El 4/4, con 747 cc y 27 litros en el depósito, tenía poca autonomía pero hacía su apaño. A mí me recordaba, con su especie de sonrisa, al anuncio de Netol. El segundo 4/4 que se cruzó en mi vida fue el de primo Quique, con el que llegamos hasta Benidorm en una Semana Santa del 72 –con las debidas paradas de refrescos para nosotros y para el auto, como en las postas antiguas-. El ‘margarito’, como lo bautizó mi ocurrente primo, ha terminado sus días abandonado en una almazara cerrada y hoy cuesta restaurarlo más que comprar uno en buen estado.
El Cuatro Cuatro ganó el Rally de Montecarlo de 1949 en su categoría. En 1950 representaba ya la tercera parte de la producción francesa, con los más de trescientos autos por día que salían de la fábricas de Boulogne Billancourt, en las afueras de París.
El nombre Dauphine no es nuevo, ya hubo un Berliet Dauphine en 1937 que era un coche de bellas líneas; el actual, según cuentan, fue inspirado por uno de los directivos de la Régie Renault que habría dicho: «puisque la 4 CV est la reine du marché, cette voiture s’appellera la Dauphine» (ya que el 4/4 es el rey del mercado, éste será el Delfín, es decir, el heredero al trono). Pero el Dauphine nunca lograría desbancar al pequeño cuatro-cuatro en la galería de honor de la casa.
Con mi Dauphine gris oscuro bajaba a la Facultad de Derecho e intentaba ligar con las chicas. Yo hubiera querido, como Yves Duteuil, pasearlas y tomar las curvas cerradas:
… tu est presque appuyée sur moi
Un virage à droite un peu sec
tu te planques à moi
Je voudrais que ce virage n’en finisse pas…
(Virages)
Pero me duró tan poco que no me dio tiempo a echarme novia. Ahorraba para gasolina, me pasaba los ratos perdidos metido en él, limpiándolo, quitándole el olor a tabaco que había dejado su anterior propietario, nuestro buen amigo José Checa, de Linares. Cuando los domingos veo ahora algún jubilado dedicado a cuidar su coche eternamente aparcado, los comprendo muy bien, aunque me da un poco pena que estén tan aburridos; pero alguien ha dicho que la vejez es aburrimiento. En sus estrechos pisos no tienen espacio, su utilitario casi olvidado, dominguero, en la calle, es su último territorio privado, donde se libran de que la mujer les diga, “oye ahora que no estás haciendo nada por qué no me bajas del altillo…”. Cuántas personas miden las etapas de su vida en coches y dicen “cuando teníamos el 600” o cuando compramos el 2 CV, significando, cuando éramos jóvenes y pobres pero con tantas ilusiones, o “éste será mi último coche así que me lo compraré como siempre he querido”, para justificar que se han comprado un coche más grande y más caro del que realmente necesitan. Al final, la vida activa de un hombre moderno se puede medir en seis o siete coches.
La versión playera, veraniega, del Dauphine fué el Renault Floride, delicado y esbelto de formas y de colores innovadores. Mi primo Ramón Olivares nos paseaba en su Floride color amarillo verdoso descapotado con lo que tragábamos abundante polvo por esas carreteras andaluzas aparte de casi pillar una insolación. El sol y el polvo han sido los tradicionales enemigos de los descapotables en España.
Renault ha sido junto con Citroën la marca francesa por excelencia. Nació con el automóvil y sigue fabricando hoy coches fiables, económicos e innovadores. Louis Renault (nacido en París en 1877 y fallecido en prisión el 24 de octubre de 1944) su creador, construyó su primer automóvil en 1898 y formó con sus hermanos la firma Renault Frères. Durante la Gran Guerra, sus coches se hicieron famosos cuando el general Gallieni requisa para la batalla del Marne 600 taxis de París que sirvieron para llevar los soldados al frente, operación genial y rápida que sorprendió a los alemanes, logró detener su ofensiva y la ocupación de la capital. Renault fabricó vehículos militares, bombas, motores de avión y, en 1918, un tanque que entraría en acción en los últimos meses de la contienda.
Tras continuar fabricando todo tipo de motores y vehículos industriales y agrícolas, además de automóviles, su lógica productiva le llevó a continuar su producción trabajando sin ninguna limitación bajo la ocupación alemana a partir de 1940, lo que hizo que Louis Renault fuera encarcelado por colaboracionista al final de la guerra, muriendo en la cárcel en espera de juicio. Bajo el control de Daimler Benz fabricó tanques, tanquetas, piezas diversas e incluso unos aparentemente inocuos tubos de escape que luego eran rellenados con fósforo por los alemanes que los transformaban en temibles bombas incendiarias; en 1943 suministró a la Wehrmacht 150.000 camiones y 20.000 vehículos militares (de éstos ya había entregado 200.000 desde la capitulación de junio de 1940); además, había que contar los 180.000 vehículos suministrados a la organización alemana Todt en Francia, encargada de la confiscación, trabajo obligatorio y deportaciones de mano de obra. La fábrica había sufrido fuertes bombardeos aliados, en particular uno en la citada planta de Boulogne-Billancourt, el 3 de marzo de 1942 en el que murieron 700 trabajadores, lo que fué utilizado por la propaganda alemana y la de Vichy para enajenar los franceses a De Gaulle y a los aliados británicos.
Como consecuencia – o con ese pretexto, que la caída en desgracia de Renault todavía es casi un tabú en Francia- de este entusiasmo fabril hacia el ocupante la empresa fue nacionalizada bajo el nombre de Régie Nationale des Usines Renault. Los alemanes, a través de la compra de acciones, de la ocupación pura y simple o de la toma de control de los demás fabricantes franceses de medios de transporte habían así dirigido la producción de Citroën (bajo la dirección de Auto Union), de Peugeot (bajo la de Volkswagen), Berliet, Unic, etcétera, facilitando a Alemania hasta tractores agrícolas para labrar en la Ucrania conquistada.
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(continuará…)
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