Patrimonio más bien de la pobreza. La que fuera capital colonial hasta 1957, fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 2000. Saint Louis hoy, en mayo de 2023, sigue cayéndose en pedazos y hay miles de pobres por todas partes. La declaración de la UNESCO no ha servido de nada. El alcalde actual, pariente del presidente del país, Macky Sall, ni siquiera vive en St. Louis, sino en Dakar (algo que por lo visto hacen otros alcaldes de ciudades senegalesas).


La visité en 2012, había un encanto en su abandono, era noviembre y no había turistas. Junto al Hotel de La Poste, el río, y dos varans enormes descansaban junto al jardín. Ahora he vuelto y se me ha caído el alma a los pies: once años después, está más deteriorada y sucia, no han arreglado nada y, sobre todo, la miseria se ve por doquier. Y, encima, han venido muchos turistas ¿Para qué sirve declarar una ciudad Patrimonio de la Humanidad si nadie, ni en la UNESCO, ni en el nivel estatal ni local, hacen nada o casi nada por adecentarla y por mejorar el nivel de vida de sus habitantes? Al fin y al cabo, parece que se trata de declarar un parque temático y fuera de él, sálvese quien pueda.


Un ejemplo es el barrio de Guet Ndar, el barrio de los pescadores, al comienzo de la Langue de Barbarie, una cinta de arena entre dos mares. Por allí estuvo la Hidrobase, donde aterrizaban los hidroaviones en los tiempos de Saint-Exupéry y Mermoz. Me dicen que el ayuntamiento había más o menos limpiado de hangares y chabolas hace un par de años, y que ha vuelto a ser ocupado por los pescadores, que se niegan a obedecer las órdenes municipales y han creado una ciudad propia, sin mucho orden, cochambrosa. La represión y la limpieza con bulldozers, si no va acompañada de medidas de ayuda social, es un revulsivo contraproducente. Me dice Pap que es uno de los barrios más densos de África. Y los ciudadanos de St. Louis están hartos de ese barrio. Allí, en un hedor nauseabundo, se hacina gente, pescadores, niños ‘talibes’ o niños de la calle que pululan entre carros y camiones de pescado día y noche, sin nadie que los cuide, pidiendo para darle dinero al supuesto maestro religioso que los explota con pretexto de enseñarles algunos versículos del Corán (¡gran agravio a ese libro sagrado!).


Además, el resto de la ciudad, ese centro colonial que fue declarado Patrimonio, no ha mejorado casi nada, salvo un par de restaurantes, un museo de fotografía y unas cuantas boutiques chic, todo para los extranjeros, la población local no se beneficia, todo para que lo vea el turista. Hasta el legendario Hotel de La Poste, donde se alojaban los pilotos de la Aéropostale, está más degradado. Maquillar la imagen. Lo demás, como hace once años o peor. Pobreza, abandono, fachadas en ruina, jardines abandonados, como el centenario de la antigua Prefectura, aceras destrozadas.
Pero esto no sucede sólo en St. Louis: las declaraciones de Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO son condecoraciones honoríficas, fuertemente influidas por presiones políticas nacionales, cuyo mantenimiento y valor más o menos decoroso después nadie se molesta en verificar. Véase Doñana, con sendas declaraciones de 1995 y 2005, como muestra, abandonado por los socialistas que gobernaron la Junta 40 años y hoy por el PP. Así lo vemos con Úbeda, a la que se regaló el título en tiempos del granadino Federico Mayor Zaragoza, en 2003: sólo lo edificado antes del siglo XIX tiene algún valor, y los barrios modernos y las afueras son un horror de mal urbanismo, abandono y fealdad. Por lo menos, los alcaldes podrían haber cuidado las partes nuevas para que no desentonen tanto con las antiguas, pero se ve que en la provincia de Jaén la estética de los pueblos no cuenta, aunque es una de las provincias de paisajes más bellos de España. Así pasa con muchos lugares Patrimonio de la Humanidad -pequeños parques temáticos para los turistas- que parecen responder al viejo refrán “cría fama y échate a dormir”.
En un país pobre como es Senegal, esta declaración retórica, formal, es como una broma de mal gusto, un sarcasmo aún más insultante porque sólo le sirve a los políticos, no al pueblo saintluisiano. La UNESCO podría tener la excusa con St. Louis de que sólo comprendía la isla, pero la isla, el centro, también está en abandono y descuido, suciedad, y pobreza. Algún día habrá que revisar los criterios de la UNESCO, las obligaciones de las autoridades locales y nacionales para que estas declaraciones no queden en mero papel mojado. Con la diligencia y agilidad que caracteriza a la ONU y sus agencias, podremos esperar hasta el siglo veintidós.