Sueño de un mundo desaparecido

del que tú conservas la virtud

o un sueño más bien

Paul Éluard[1]

Justificación de este texto largo:

Hoy, cuando ya casi nadie escribe cartas, me ha mandado mi amigo Jaime Benchidón, que se llama Haim tras su emigración a Israel, copia de las que ha estado enviando desde España a su amigo Abitbol en Haifa y otros durante las trágicas semanas para israelíes y palestinos que han seguido a las masacres perpetradas por Hamas el 7 de octubre en los kibbutzs cercanos a Gaza.

Benchidón vivió en Málaga tras tener que salir de Tetuán en 1957, todavía niño. Estudió en Granada, fue antifranquista, fue detenido un par de veces, y en 1973 emigró a Israel, contagiado del ardor sionista, socialista, que llevaba en la sangre. Ha vivido casi siempre en un kibbutz, sabe de agricultura, y es laico. Ha vuelto muchas veces a España y en Israel ha sido portavoz de los sefarditas liberales. Le escribe a su amigo y primo tetuaní Mordejai (Mardoqueo) Abitbol sus impresiones de España y Portugal en estos meses aciagos. Haim Benchidón, en sus veintisiete cartas (quizás haya más, pero sólo me ha mandado éstas), se mueve entre su ilusión de volver a Sefarad, como él la llama, a la que admira y su desolación sobre esta guerra, no buscada, en la que se ha metido su país y por la reacción tan hostil de los españoles hacia Israel y de los portugueses, aunque éstos más matizada.

Le he preguntado si me permitía publicarlas y no ha puesto inconveniente. Aquí está una primera parte de sus cartas.

Carta I. Lucena. De Benchidón a Abitbol,

Acabo de llegar a Sefarad, aquella antigua y bien amada patria de hace cinco siglos. No he parado en Madrid, que no significa gran cosa para mí y además ahí están nuestros servicios diplomáticos para informarse e informar. Toledo ya lo he visitado muchas veces desde hace decenios. Así que he ido directamente a Lucena por las excelentes carreteras, autovías les llaman, que son gratuitas y en cuyas gasolineras se pueden comprar los quesos y los mantecados regionales (¡con manteca de cerdo!). ¡Ay, si la abuela viera esas tortas de aceite, los mazapanes, todo aquello que ella preparaba para el seder del Pessaj! Mientras, iba tatareando antiguas canciones que no comprendíamos, siempre un poco tristes. Siempre, amigo Mordejai (aquí tendré que llamarte Mardoqueo), es la nuestra una historia de desapariciones, sobrevivientes y fantasmas.

La primera sensación en Sefarad es la inmensidad del país, que casi había olvidado. Largas carreteras, paisajes que se pierden en la distancia, la extensa Mancha y tras Despeñaperros, que es la entrada de Andalucía, mares de olivos hasta perderse de vista. ¡Qué contraste con nuestro apretado país, donde vivimos once millones, palestinos y nosotros, en una pequeña franja entre el Jordán y el mar! Conducir aquí no es un problema, y cuando sales de las autovías, vas en solitario por estupendas carreteras por campos sin fin.

En Lucena no he dejado de recordar a los Garzón, esa familia tan arraigada de una de cuyas descendientes me enamoré en tiempos universitarios, mon premier amour. Me han dicho que hay personas todavía con ese apellido pero, obviamente, todas cristianas. Lucena es un pueblo grande, amable, que presume de su pasado judío, aunque hoy no alberga simpatía ninguna por Israel. El judío en Lucena es un judío virtual. Por las calles antiguas, vacías al caer la noche, he sentido como las sombras de lo que fuimos y pienso si correrá por mi sangre alguna gota de Lucena. Imagen: antigua gran sinagoga de Lucena, hoy Iglesia de Santiago.

No te oculto que estoy algo avergonzado de venir así, pareciendo un turista nostálgico, aunque ya sabes que vengo con un encargo serio. Recorro estas bellas campiñas andaluzas, mientras en Eretz Israel están en una crisis profunda, tanto por el pogrom del pasado octubre como por la incompetencia culpable de Netanyahu que ahora pretende redimirse destruyendo Gaza, con más espíritu vengativo que estrategia militar. Ya se han visto los resultados: somos censurados por todas partes y por todos, a diestra y siniestra, acusados de racistas, invasores, hasta de nazis, lo que tiene maldita la gracia. Pero, en fin, el encargo justifica mi viaje. Aprovecharé para comprobar la actitud de los españoles ante esta guerra que no hemos buscado y de la que nos acusan con feroces epítetos.

A mi edad ya estoy curado de espanto, como decía nuestra abuela Estrella, y luego creo que soy más útil por Europa que allí, donde sería un estorbo. De hecho, mis nietos, en el frente, casi se preocupan -cuando se preocupan- es más por mi salud y mis supuestos achaques, como lo veo por sus whatsapps. Para 73 años estoy bastante bien.

Carta II. Lucena. Del mismo al mismo.

El caso, querido Abitbol, es que, al llegar a Sefarad desde Francia, Sarfat, me parece haber llegado a otro mundo, viendo las televisiones y leyendo lo que dicen sus periódicos. Es como si aquí hablasen de otra realidad, nada que ver con lo que oyes y lees en Francia. Aquí sólo hablan de nuestra agresión despiadada a Gaza, de los gazatíes, de que los americanos nos apoyan, dicen que el ejército israelí mata y asesina, que somos racistas e invasores (una tal Elvira Lindo y muchos más). Hasta del bendito David Grossman, que es tan dialogante, han dicho que ‘brama’. En Sefarad hablan de Hamas y de Hezbollah como si esas gentes fueran la resistencia palestina. Es más, por todas partes hay manifestaciones pro Palestina y muchos con los que he hablado hasta justifican o ‘comprenden’ el pogrom de octubre porque los israelíes son peores, son genocidas, que si les hemos quitado las tierras, y mucho más. Esto de la lucha bíblica de los ángeles buenos y los ángeles malos está aquí muy arraigado, aunque no lean la Biblia. Yo no discuto, sólo escucho, ya sabes que me hago pasar por belga, voy como un periodista de un tercer país, para no tener líos.

Pero aquí, en estos campos feraces, llenos de olivos y en este otoño, no voy a conseguir grandes resultados para mi misión (esa encomienda vaga de averiguar qué piensa la España profunda del conflicto nuestro). La gente está de buen humor porque ha llovido y con la esperanza de una buena cosecha de aceituna está más interesada en eso, el fútbol y las disputas con los catalanes, que en lo que pase en Israel. En los bares no se habla más que del fútbol, del campo, del precio del aceite, de los contratos con los ‘morenos’ (los negros que viene a recoger la aceituna).

Carta III. Córdoba. Del mismo al mismo

Aquí nadie habla de paz sino de derrota de Israel y victoria de Palestina. Hasta la vicepresidenta ha dicho Palestina, del río al mar, es decir, que desaparezca Israel. Es gallega, comunista y muy pizpireta. Nos meten a todos en el mismo saco, somos judíos y ya está resuelto el tema, todos culpables. A este paso son capaces de reeditar Los protocolos de los sabios de Sión (N. del T.: está reeditado y se vende en muchas librerías). Somos culpables incluso como víctimas porque “algo habremos hecho”. Es lo que ha venido a decir António Guterres, Secretario General de la ONU. Además, me he encontrado también con mucho conspiranoico y esta guerra les va de maravilla para sus tesis. Me han llegado a decir que losvídeos de los ataques son falsos, filmados por israelíes para justificar la invasión de Gaza.

Por cierto, sólo he leído un artículo en un periódico -de derechas- donde explica que en 1947 los árabes se negaron a aceptar la partición de Palestina y decidieron todos a la vez expulsar a los judíos de la parte que les correspondía. De eso ni se habla, ni de los más de dos millones de judíos del norte de África – Marruecos, Argelia, Libia y Egipto- y de Irak, Irán que fueron expulsados tras la creación del Estado de Israel. Nuestras familias tuvieron que irse de Tetuán y Tánger por el acoso, aunque no fuera una persecución sangrienta. Bueno, no me extraña demasiado porque he visto que los españoles tienen bastante poca idea de la historia en general, no participaron en ninguna guerra mundial y tienen muchos prejuicios contra los Estados Unidos, contra los franceses (de cuando Napoleón), contra ingleses (por Gibraltar, debe ser), contra los marroquíes (por los saharauis), y cómo no, contra nosotros, que nos llevamos el premio. La historia que les interesa es sobre todo la española, incluso siguen debatiendo la guerra civil como si hubiera terminado el año pasado.

Es una pena que sólo la derecha española, y no toda, ni mucho menos, nos entienda un poco y sea algo más objetiva. Un par de diarios de derecha, El Mundo y ABC, suelen hablar de los dos lados, pero es de los poquísimos. En Andalucía, será por lo del pasado árabe, todos los medios, desde las televisiones hasta el último diario digital están contra Israel. En Cataluña es diferente, no sé por qué; una que nos defiende es Pilar Rahola; escribe muy bien y es acertada, pero no tiene predicamento en el país porque es una independentista catalana que detesta España. Te tengo que explicar esto de los independentistas catalanes de lo que, como hace más de diez años que no has venido a Sefarad, no estarás al tanto.

Es curiosa la mentalidad española. En sus conversaciones siempre terminan diciendo -hasta con cierto orgullo de prosapia antigua- que tienen sangre judía, saben que ha habido muchos grandes intelectuales judíos, inventores, médicos. Pero da igual porque me da la sensación que les gustan más los judíos muertos, honorables, históricos, que los vivos, execrables, imperialistas y todo eso. El pasado judío parece que les fascina, pero sólo como pasado. Fíjate que en Córdoba tienen hasta una estatua de Maimónides -bastante fea, por cierto- y que promocionan turísticamente las rutas de las sinagogas, con Gerona, Toledo y Córdoba como grandes atracciones puramente virtuales, pues no hay judíos. El pasado, sí, pero del presente, nada. Con los árabes les pasa algo parecido, la Mezquita de Córdoba, la Alhambra, etcétera, pero nada más, los demás, son ‘los moros’.

Carta IV. Córdoba. Del mismo al mismo.

Si no fuera por nuestro vínculo histórico, cultural, con Sefarad, no nos debería afectar tanto la hostilidad hacia Israel porque España no es socio comercial de relieve y políticamente nunca ha tenido ninguna influencia en la política de Oriente Medio. Es todo más testimonial que otra cosa. Fíjate que en el libro de Shlomo Ben Ami, Profetas sin honor, no se hace mención de España. El comercio de España con nosotros es la décima parte del que tiene con Marruecos y eso sin contar con las inversiones españolas allí. Ni política ni comercialmente representamos gran cosa para España. Aquí, los judíos no forman parte de la realidad cotidiana, sólo en el imaginario antiguo, con los residuos del antisemitismo cristiano: “no seas judío”, por no seas avaro, “una judiada”, por una mala acción, y frases así.

Pero a nosotros, los sefarditas, los que todavía tenemos ese afecto por Sefarad, sí nos duele, es como si un hermano nos detestase, no otro cualquiera. Por lo que fue la antigua judería de esta ciudad no se siente el estremecimiento que he sentido en Lucena porque está llena de turistas y ha perdido ese embrujo que podría tener cuando eran calles más ruinosas, que casi parecían salir del siglo XVI. Ahora está todo muy arreglado, muy pintado, demasiado. No creo mucho en los ‘espíritus’, pero aquí, de todas formas, ya no hay ni sombras de nuestro pasado.

Carta V. Del mismo al mismo.

La ciudad de Córdoba es muy agradable. Se ve que la gente vive muy bien. Los bares y restaurantes están siempre a rebosar. Hasta en algunos dicen servir comida ‘sefardí’. Hay tranquilidad y la seguridad es pasmosa, sobre todo para nosotros, que tenemos un soldado en cada esquina de Jerusalén. No venía a esta ciudad desde hacía más de veinte años y me ha gustado volver a pasear por sus calles, por sus avenidas, llenas de tiendas, con jóvenes que no deben hacer el servicio militar y cuya principal ocupación es divertirse. Hay una especie de alegría y dulzura del vivir que nosotros no tenemos. Quizás haya también mucho hedonismo. Lo que he notado es no hay apenas librerías. En la tierra de Séneca y Maimónides no deja de ser una sorpresa.

Reiterando lo que te decía en mi anterior carta, indago un poco sobre si hay antisemitismo en Sefarad. No hay casi judíos, así que el antisemitismo, si hay será teórico. Antisemitismo, en el sentido nazi no hay ni nunca ha habido. Hasta Franco aceptó repatriar algunos sefarditas, como los Revah de Salónica, que conocimos (¿te acuerdas del bueno de Isaac, Issy, tan elegante?). En Mallorca, cuando un gerifalte alemán en 1937 quiso hacer un censo de chuetas, fue mandado a paseo por el gobernador militar franquista. Los españoles son muy conscientes del daño que les hizo la Inquisición, y muchos sostienen que nuestra expulsión fue un gran error. Se habla de la de 1492, pero nadie recuerda que el rey francés Carlos VI nos expulsó en 1394, un siglo antes. Centenares de escritores y hasta santos llevan sangre judía, Nebrija, Teresa de Ávila, Fernando de Rojas, Juan Luis Vives, Fray Luis de León.

Pero lo del Estado de Israel es otra historia. Ha cambiado las coordenadas, ha exacerbado, bajo apariencia progresista, la ancestral judeofobia oculta. La patada se la dan a Israel, pero en el culo de todos los judíos. Es una forma muy práctica y segura de ser antijudío sin que les llamen antisemitas. Todo políticamente correcto. Para ellos ¡delenda est Israel!

Carta VI. Córdoba. Del mismo al mismo.

He conocido, por casualidad, a un pintor cordobés. Entré en el museo de Romero de Torres -que pinta mujeres judías- y entablé conversación con un amable cordobés, que es pintor, culto y muy hablador. Me habló de Gaza, de los hospitales, con mucha información televisiva, sin filtrar, es decir, todo lo que dice Hamas. Ni discutí, porque ya sabes que soy belga. Debo disimular mi acento algo malagueño para no denunciarme como impostor.

Es curioso, en Córdoba hay una herencia nuestra en todas partes, en las calles, en las panaderías, en muchos platos que preparan que, si les dices que son judíos te los tirarían a la cara. Hay muchas expresiones, sobre todo esa de ‘hacer cábalas’ por darle vueltas a las cosas. Como hacen nuestros compatriotas en Safed, ajenos al mundo, estudiando todo el día y la noche el Talmud. Si no fuera porque me pondría en evidencia, hablaría con este amigo pintor, tan propalestino y antiisraelí, y le hablaría de nuestras cosas comunes. No se lo creería. Pero, en fin, mi misión en Sefarad es ver, oír y callar (y luego informar).

Carta VII. Granada. Del mismo al mismo.

Como recordarás de nuestros tiempos de Málaga, los españoles son afables, comunicativos. Hoy he tenido una pequeña satisfacción. He visto en el escaparate de una librería de Granada (porque en esta ciudad, tan universitaria, sí hay bastantes, muchas más que en Córdoba) varios libros de Amos Oz, entre ellos Contra el fanatismo, en una bella edición de la editorial Siruela. He entrado y el librero, de nuestra edad, me ha hablado de los acontecimientos de Gaza y de por qué ha puesto los libros de Oz en la vitrina. No le he dicho mi nacionalidad verdadera, soy belga para todos. Pero me ha reconfortado ver que hay gentes que entienden mejor lo que está pasando, que tienen la cabeza más fría y están mejor informados. Creo, sin embargo, que ha sido la excepción que confirma la regla. En todas las librerías, las vitrinas sólo exhiben libros sobre Palestina y la opresión ‘sionista’.

Por la universidad, mucha bandera palestina y carteles. Hay que pasar sin decir nada. Somos execrados.

No deja de ser irónico, dicho sea de paso, Abitbol, que sea un descendiente del Duque de Alba el dueño de la editorial que ha publicado a todo Oz en España.

Carta VIII. Granada. Del mismo al mismo.

Fui anoche a Puerta Real a donde estaba el café Suizo, nuestro lugar de encuentro cuando éramos estudiantes. Ahora es de una cadena de hamburguesas, totalmente desfigurado. En la vieja facultad de Derecho me he encontrado con Agustín (con él no tengo que disimular). Discutimos sobre la razón por la que en Sefarad no haya casi debate sobre el judaísmo, no se sepa casi nada de Israel más que los cuatro tópicos, no haya sensibilidad sobre el antisemitismo, que rezuma por todas partes.

Yo creo que esa ausencia se debe a dos causas que se concatenan: que en otros países hubo en el siglo XX acontecimientos que fueron como una vacuna contra el antisemitismo: el caso Dreyfus, el Holocausto perpetrado por los nazis y sus aliados, la segunda guerra mundial, la persecución en Italia, de la que han dejado testimonio grandes escritores como los Levi o Natalia Ginzburg. España siempre estuvo al margen de estos acontecimientos europeos, ajena a ellos, inmersa en su propio conflicto civil, que nubla todo lo demás. Por otro lado, al no haber judíos en España, judenfrei, no hubo una reflexión sobre el antisemitismo, relegado únicamente al seno de la Iglesia y de las ideas primarias de la judeofobia cristiana. Los escritores judíos alemanes, franceses, centroeuropeos se plantearon su pertenencia a los países donde vivían, aunque no fueran. Considerados, por ejemplo, alemanes, sino escritores alemanes. En España este problema de pertenencia ni se planteaba.

Por otro lado, el aislamiento cultural y político de Sefarad tras la guerra civil y tras la mundial no ayudaron, precisamente. Cuando se funda nuestro Estado, España no formaba siquiera parte de las Naciones Unidas, estaba excluida. Y no reconoció a Israel hasta bien entrados los años ochenta, en 1986, y porque era obligatorio al entrar en el Mercado Común de entonces.  

Carta IX. Granada. Del mismo al mismo.

En esta ciudad que ha estado tan repleta de cultura, Ganivet, Falla, García Lorca, Rosales, por citarte los más conocidos, he hecho una reflexión después de estar de librerías, que han cambiado mucho desde nuestros años de estudiantes. Había más, eran más interesantes, pero ahora quedan unas pocas, enormes, siempre con los mismos libros en los escaparates.

Mi reflexión de hoy la dedico al pensador español Ortega y Gasset, porque me ha sorprendido siempre su silencio sobre el nazismo y el holocausto. Los lectores de Ortega y Gasset no podemos por menos que echar en falta una sola palabra suya, una sola frase sobre el nazismo y sobre el holocausto, sobre el exterminio de los judíos. Sin embargo, era Alemania, su historia, su filosofía, el principal hilo conductor del pensador español, y lo fue hasta el final de sus días.

No era ajeno Ortega a la realidad política y mundial, no era un mero pensador cultural, inerte frente al mundo, muy al contrario. Además de su intervención en la vida política española en el primer tercio de siglo, ya en 1920 escribe un ensayo muy crítico sobre el libro de Max Scheler El genio de la guerra y la guerra alemana (El espectador II). No comparte la tesis de Scheler de que la guerra sea un ejercicio de dominio espiritual por medio de la violencia, en el que éste prácticamente exculpa al Reich alemán de su responsabilidad en la guerra (la Primera mundial), en la violencia y muerte de millones de personas. De hecho, Ortega critica que “aquellas labores de exterminio llevadas a cabo contra los indios y los negros”, no sean consideradas como guerra, porque ésta tiene una altura, por así decirlo, de miras, mucho más ‘espiritual’, como pretendía el filósofo alemán. Ortega critica de paso el colonialismo despiadado,

“Con tranquila conciencia los pueblos europeos imponen violentamente a los pueblos oceánicos, africanos y asiáticos su voluntad política. Y es curioso notar cómo la manera de hacerlo guarda una peculiar gradación, según la calidad del pueblo: Alemania e Inglaterra no entran en la tierra de los Hereros y Somalíes lo mismo que la propia Inglaterra en Egipto o Francia en Marruecos.”

Ortega estaba perfectamente informado de las luchas coloniales y de los métodos de los Estados europeos para dominar a las poblaciones autóctonas. Esta diferencia de “métodos” se plasmaría años más tarde en cómo entró la Wehrmacht en Francia en comparación a cómo lo hizo en Polonia o Rusia. Pero ya de esto Ortega no hablará.

El pensador español también se percató inmediatamente de la naturaleza del fascismo italiano y lo criticó desde su aparición, tachándolo de ilegítimo y manteniendo que lo único que ejercía Mussolini era la fuerza bruta de sus Camisas Negras (Sobre el fascismo 1925). Pero no diría nada sobre los nazis.

También es verdad que ante lo indecible Ortega opta por la posición del brahmán

“Pero estoy seguro de que en tiempo de guerra, cuando la pasión anega a las muchedumbres, es un crimen de leso pensamiento que el pensador hable”.

lo que reiterará con más detalle en su artículo El silencio, gran brahmán (El espectador VII), cuando recomienda el silencio y, de alguna manera, se acoge a él.

Escribió esa obra memorable, entre muchas, que es La rebelión de las masas. Pero, de alguna manera, el III Reich, el nazismo y el holocausto contradijeron con los hechos toda su teoría sobre las minorías excelentes, sobre el ascenso del nivel histórico, sobre su idea de Alemania como nación. Él, que tan agudamente había percibido el peligro del ascenso de las masas, queda incólume ante lo que sucede en Alemania a partir de 1933.

Escribe: “quisiera vislumbrar el diagnóstico de nuestro tiempo”, pero resulta triste que no hiciera nunca, públicamente al menos, el diagnóstico del nazismo, de cómo gran parte de las élites pensantes (‘excelentes’, diría él) de Alemania lo apoyaron activamente, hasta Heidegger, su gran modelo. ¿Qué habría tenido que concluir sobre el uso de ciencia físico-química que tanto exalta y sitúa en el cuadrilátero Londres, Berlín, Viena, París, cuando hemos visto cuál ha sido el uso de la química y la física por los científicos del exterminio? Tanto análisis certero, atinado, del siglo XIX y hasta del primer tercio del XX y después, nada más. Quizás porque cuando escribió La rebelión de las masas tenía más en mente las masas bolcheviques, los motines y revueltas obreras, como “la acción directa de grupos realistas y sindicalistas de hacia 1900” (en Francia).

En La rebelión de las masas Ortega atisbaba los peligros que se cernían sobre Europa, pero no pasó de ahí. De hecho, en junio de 1941 todavía escribirá un artículo encomiástico sobre el libro del medievalista Johannes Haller, Las épocas de la historia alemana, sin hacer mención alguna al momento. También en 1954 publica en Frankfurt un artículo sobre el espacio, Algunos temas del Weltverkehr (no el espacio vital, el lebensraum, que era precisamente uno de los leitmotivs del nazismo pero el espacio de una nación), sin hacer mención a la tergiversación del concepto que hizo Hitler.

Precisamente los nazis son los que amenazan el equilibrio de fuerzas entre potencias que Ortega considera uno de los avances de la civilización europea. La intoxicación del pueblo alemán, de gran parte de sus intelectuales, no puede haberle pasado desapercibida. Después, el exterminio sistemático, las cámaras de gas, no fueron un secreto. Ante lo indecible, se diría que Ortega ha capitulado, ha renunciado a ver. Su credibilidad queda muy afectada porque no ha estado a la altura de las circunstancias, como hubiera dicho, si hubiera vivido, Antonio Machado.

Tras la guerra, Ortega irá de nuevo a su querida Alemania, a Berlín en 1949, a Darmstadt en 1951, a Munich en 1953. En todas sus conferencias tendrá un enorme éxito de público. Pero hablará de la historia alemana no reciente, de Heidegger (al que ensalza -con razón- como filósofo, escritor, investigador del lenguaje, pero sin entrar en su aquiescencia pasiva o activa del nazismo), de arquitectura. Mencionará ‘la ‘catástrofe’ sin decir a qué se refiere ni por qué ha acontecido, hablará de ‘victoria y derrota’, sin decir por qué ni cómo. Ortega elude deliberadamente toda crítica, incluso la más mínima mención, al nazismo y, por supuesto, al holocausto.

¿Qué sucedió? Es el síndrome que anunciase Theodor Adorno, sobre si se podría escribir después de Auschwitz?, ¿o pensar después de Auschwitz?.

Creo que no, ni lo uno ni lo otro. Además de que sobre el nazismo, el exterminio como forma de lucha, no sólo de judíos, sino de gitanos, homosexuales, débiles mentales, prisioneros rusos, hubo en España un silencio generalizado y probablemente vergonzante de todos los intelectuales de la postguerra. Ni Julián Marías, ni Paulino Garagorri, ni Antonio Rodríguez Huéscar, los tres más egregios discípulos de Ortega dentro de España, dijeron una sola palabra ni sobre los campos de concentración ni, en general, sobre el fascismo italiano o el nazismo, como si entendieran que pues sobre el franquismo no podían hablar por tanto tampoco de sus apoyantes. Recordemos que Gregorio Marañón llegó a prologar un libro del nazi belga Léon Degrelle, refugiado tranquilamente en España como miles de alemanes y nazis de toda Europa. En España, donde la izquierda se pasa la vida hablando del fascismo, ha habido muy poco interés y sigue habiendo muy poco (salvo series o novelas más espectaculares), por el antisemitismo, en comparación con lo que sucede en los países europeos, donde este asunto y la responsabilidad de los intelectuales son una constante fuente de reflexión, de análisis histórico, de referencia y, por así decirlo con una palabra muy actual, de vacuna contra el totalitarismo.

Auschwitz, como dice Adorno, destruyó toda ilusión de un supuesto progreso histórico del hombre y además lo perpetró la nación más culta del mundo. El sentido histórico de una nación, del hombre, queda destruido. Ortega, que era muy inteligente, probablemente también tuvo ese sentimiento y por eso calló: su construcción teórica sobre las masas la había desmoronado Hitler.

El autor alemán Hermann Broch, conocido en España prácticamente sólo por La muerte de Virgilio, escribió La teoría de la locura de las masas, que fue publicado en Francia ya en 1955. Según la pensadora francesa Cynthia Fleury, Broch desmonta la teoría de que hay una entidad mística como la masa. Broch, de hecho, en esta obra inacabada, plantea la antítesis de lo que Ortega propuso sobre las masas. No es casual que Broch, austríaco y judío, fallecido en 1951, haya escrito también Los sonámbulos y Los irresponsables. La irresponsabilidad, la no intervención de los intelectuales.

Lo que es extraño es que, habiendo habido tantos egregios escritores de lengua alemana que alertaron muy pronto sobre el nazismo, que lo vivieron y tuvieron que huir, contemporáneos suyos, como Thomas Mann, Broch, Zweig, Benjamin; Ortega, o no los leyó o -lo que es peor- no compartió sus tesis.

Pero esto no es sorprendente si tenemos en cuenta que, desgraciadamente, Ortega y Gasset, tampoco dijo nada sobre el franquismo aunque estaba exiliado y era una víctima del régimen; de penetrante pasa a ser romo, esa palabra que le había gustado usar. La guerra civil de España y luego la II Guerra Mundial parece que le dejaron literalmente sin voz, se desentendió, dejó de ser el espectador.

Carta X. Del mismo al mismo.

¿Te acuerdas de lo que decía el abuelo Rafael? “¿De qué estás tan gordo? De no discutir. No, no es de eso. No, no es de eso, contestaba”, y nos contaba aquello bajo el emparrado de su casa de El Palo, con su puro medio apagado y riéndose con la barriga moviéndose al compás. Pues sigo su consejo, no discuto, me limito a escuchar y ver. Los españoles son muy aficionados a discutir, de fútbol, de política, hasta del tiempo, y no se les puede llevar la contraria, además de que, como nosotros, hablan todos a la vez.

De los buques chinos, de Hezbollah, de Irán, de los misiles del Yemen no se dice casi nada, ni de que en Gaza de todas maneras no había casi agua antes de que Netanyahu la mandase cortar (es un bárbaro que nos deja mal a todos, por si hiciera falta que nos detestasen aún más) por el desastre de gestión de los que allí mandan. Hablan del bloqueo de Gaza, cuando allí han acumulado y tienen todo tipo de armas, vehículos, lanzaderas de misiles, hormigón para los túneles, en fin, todo es culpa nuestra. ¡Menudo bloqueo! Pero esa pregunta no se la hace nadie.

Es curioso que en Sefarad, donde no somos nadie, muy pocos, unos cuarenta mil, se pasen el día diciendo mal de los judíos, de que si hacen judiadas, que el Estado judío es racista y de apartheid, de que somos avaros, hasta había esa canción que oíamos de niños en aquel colegio de niñas de Tetuán, “cuando llueve y hace frío sale el arco del judío, cuando llueve y hace sol sale el arco del señor”. No saben, ni creo que quieren saber, que en Israel hay dos millones de musulmanes israelíes, y que casi todos los cristianos se han ido, no por nosotros sino por los islamistas intolerantes, que hay centenares de mezquitas, que las calles están rotuladas siempre en hebreo, árabe e inglés. Bueno, nadie sabe, ni les interesa, de la historia de Israel ni conoce el país.

Es muy raro leer en la prensa algún artículo no ya a favor nuestro, que no hay ninguno, sino algo por lo menos un poco objetivo. La televisión ni te cuento, querido Abitbol, pero ya decía el abuelo -¡cómo citamos a los muertos!- aquello del ‘tole tole de la tele tele’, cuando escribía una columna a principios de los sesenta en un diario malagueño. Imágenes de Gaza repetidas una y otra vez, siempre fuera del contexto, como si la guerra la hubiera iniciado Israel por capricho, sin ningún hecho que la motivase. No sé, el Tsahal dice que bombardea objetivos militares (terroristas), con los consiguientes muertos de los escudos humanos. Ah, y del aparcamiento bombardeado del hospital, después de que técnicos franceses y norteamericanos hayan confirmado que fue un cohete de ellos mismos, ni palabra. Da igual cuál sea la verdad, ya me decía uno en un bar de Granada que era todo propaganda sionista.

Carta XI. Málaga, Del mismo al mismo.

Esto del lenguaje es muy serio. Recuerdo, cuando vivía en Madrid, cómo se indignaban cuando la prensa anglosajona que presume de aséptica llamaba a ETA ‘movimiento’. Los españoles son muy dados a despachar los temas con un epíteto, como cuando se llaman fascistas o rojos a diestro y siniestro. Con lo del sionismo, que usan como arma arrojadiza, como los de Hamas, que dicen siempre el ‘enemigo sionista’ les sucede que no tienen ni idea, ni les interesa, saber que era un movimiento socialista, de los kibbutzs, de crear una nueva sociedad, ni de que los ‘sionistas’ compraron las tierras a terratenientes árabes que las tenían abandonadas, resecas. Es tan largo de explicar que no merece la pena cansarse.

Hay en Andalucía muchos -ricos y pobres, jóvenes y viejos- de unos partidos que se llaman Podemos y Sumar, y también mucho socialista. No tienen el poder político en la región, pero gritan mucho. No quieren la solución -utópica, lejana cada vez más- de los dos Estados, no, quieren sólo Palestina y los judíos, al mar. Pero debe ser que lo da el país, porque también les oigo decir mal de Zelenski, de los norteamericanos y hasta de los marroquíes. Es todo muy contradictorio, porque hablan mal de los ‘moros’ y luego defienden a los ‘moros’ del Sáhara y a los palestinos, creo que sólo porque están en contra de Marruecos y de Israel. Muchos van de vacaciones al norte de Marruecos, a nuestra otra patria abandonada, a Tetuán, a Tánger, a Arcila y Larache. Por cierto, ¿te acuerdas de la bella Raquel de Larache que trabajaba en una panadería de Ashkelon -toponimia tan parecida a la toledana Escalona…- que casi no hablaba hebreo y aprovechaba cualquier ocasión para hablar español con los clientes? A la vuelta de Lisboa quiero cruzar el Estrecho.

Málaga no la reconocerías de nuestros años de infancia. Museos, árboles y jardines, edificios restaurados, limpieza, no tiene nada que ver con la que vivimos. Claro, ha perdido algo de aquel encanto andaluz, antiguo. La calle Larios está llena de tiendas delicatessen y de marcas internacionales. Ya no hay limpiabotas ni cerilleras, ni abacerías, todo ha progresado, pero para más europeo.

Por cierto, aquí he reencontrado a Blanca Amselem. Encantadora como siempre, está divorciada, vive por el Rincón de la Victoria, y sigue trabajando en una agencia de viajes a pesar de estos tiempos de Booking y Airbnb. Como sabe francés y el árabe de Marruecos es muy útil para el turismo marroquí, que no para de crecer por la Costa del Sol. Sus hijos están en París y uno quiere ir a Israel para hacer el servicio militar. Con la que está cayendo, Blanca está muy preocupada.

Carta XII. Málaga. Del mismo al mismo.

He asistido a la reunión de los socialistas europeos. Me encontré con nuestra amiga Merav Michaeli, que hizo un excelente discurso -al que nuestros ‘compañeros’ españoles no hicieron ni caso-, denunciando esa doble moral de la izquierda europea que hasta llega a justificar a Hamas. Por supuesto, ningún medio español ha recogido ni siquiera mención a Merav y sólo el periódico belga on line, Politico, lo ha recogido.

Pero ¿qué quieres si hasta la hasta hace poco la presidenta del PSOE andaluz, una antigua comunista llamada Amparo Rubiales, llamó judío nazi al único político judío de toda España?

Carta XIII. Sevilla. Del mismo al mismo.

De Málaga he llegado a Sevilla. Me he parado en Antequera, que me trae recuerdos de aquellos amigos, los Berdoy, que ya se han perdido en el pasado. Tras mis estudios en España, allá por los años sesenta, con un compañero Berdoy, precisamente, y lo que he seguido de cerca en la prensa y en las publicaciones más académicas he llegado a dos conclusiones, casi contradictorias: primero, hay un esfuerzo notable de recuperar el pasado judío, con traducciones, análisis, conservación de monumentos, y una cierta admiración en el mundo académico por el pensamiento y la filosofía judías. Los escritores judíos antiguos, poetas, teólogos, son admirados, estudiados, recuperados. Los vivos, no. “El club de los judíos muertos”. Pero la cultura judía no forma parte en absoluto, no es ingrediente, de la vida cultural ni de la política españolas. No se puede decir ni que hay querella porque no estamos ni en el radar.

Sevilla, como sabes, fue la primera ciudad importante a la que retornaron los nuestros desde Marruecos, a principios del siglo pasado. Comerciantes, se instalaron naturalmente por la Alameda de Hércules, que ha sido el rastro sevillano muchas décadas, bastante miserable.

Hoy se da la circunstancia, muy desoladora de que, entre los intelectuales, escritores, estudiantes hay un desconocimiento casi total de lo que es el Estado de Israel, su sociedad, su política, más allá de los tópicos antisionistas y los análisis superficiales de la prensa que suele aplicar el binomio amigo-enemigo, sin más profundidad. Profesan un antijudaísmo y un antiisraelismo inamovible, marmóreo, aunque siempre dirán que no son antisemitas. No hay judíos españoles con influencia, periodistas, pensadores, tan sólo algunos, de origen argentino, como Mario Satz o Marcos Ricardo Barnatán, poco conocidos fuera de sus círculos. Te llevaré El laberinto de Sión, de Barnatán, que es un libro muy curioso y divertido. Lo he encontrado en una librería de viejo de Sevilla pues lleva años agotado y sin que nadie lo reedite. En casi todos los países europeos tienen respetables intelectuales judíos que ayudan a frenar los disparates, como Martin Wolf, Simon Schama, Alain Finkielkraut, Patrick Modiano, Henry-Lévy, Assouline, etcétera. Este desconocimiento es recurrente y ha llevado especialmente a la izquierda a ser completamente hostil a Israel y a todo lo que se haga o venga de allí, sea bueno, regular o malo. Sin perdón. Ahora, tras el 7 de octubre, se han desatado las pasiones y todos apoyan a la que llaman ‘resistencia’ palestina, confundiendo Hamas con el pueblo palestino (lo que le va a hacer flaco servicio a los palestinos y a la ya casi utópica solución de los dos Estados, que era la que había aprobado la ONU en 1948).

Termino esta carta pues he quedado a cenar con un par de amigos tetuaníes, uno musulmán, otro cristiano, en un restaurante sevillano que está por la antigua judería -por cierto, han descubierto restos de una sinagoga en una iglesia-. Nosotros tres nos entendemos bien. Comeremos pescaíto, garbanzos con espinacas (tan sefardí) y hablaremos de libros, del rey Mohamed VI, tan denostado en España, y de un próximo viaje a Rabat.

Carta XIV. Sevilla. Del mismo al mismo.

Es curioso porque tengo la sensación de que estoy en mi país y al mismo tiempo, lejos de él. Los acentos, los bares, la amabilidad de las gentes, las calles de la vieja Sevilla, sus rincones. Ya sabes que me fui a Israel en 1968, a un kibbutz, cuando en España todavía había una dictadura. Israel era más abierto, era una democracia plena, era más pobre pero había mucha cultura. Hoy, ha cambiado, en algunas cosas para mal, muy capitalista salvaje. Al pasear por Sevilla, que nadie la reconoce después de aquella Expo del 92, con las casas restauradas, sus plazoletas, me da cierta nostalgia. Y ahora resulta que en esta España, esta Sefarad libre, los catalanes no quieren estar.

Te prometí contarte lo de Cataluña. Ahora, en la ciudad más española, Sevilla, aprovecho para ello. La mitad de los catalanes dicen que no son españoles y, en general, hay allí un ambiente muy poco español. Creo que casi todos quieren separarse y no lo hacen por cálculo económico, por los problemas que traería con la Unión Europea. Han observado con atención lo del Brexit y lo de Escocia. Pero ‘le coeur n’y est pas’. No tienen afecto por España. De otro lado, está la izquierda, a la que le cuesta muchísimo eso del patriotismo, que lo consideran cercano al fascismo.  Para nosotros los israelíes es algo incomprensible. De todas maneras, los españoles están obsesionados con su guerra civil, que terminó en 1939, y no pasa un mes sin que publiquen un nuevo libro, un nuevo reportaje sobre su ‘memoria histórica’.

Vistos desde fuera, los sevillanos son casi más nacionalistas que los vascos o los catalanes. No hacen más que hablar de lo maravillosa que es Andalucía, de que como Sevilla no hay nada. Veranean siempre en Andalucía y si salen al extranjero vuelven criticándolo, sea París o Londres, que es a donde más van.

Aquí en España, la bandera es un signo político de las derechas, la ponen en sus casas los más conservadores. Y los socialistas sólo porque el partido lo ordena. El país no tiene himno que se pueda cantar, pero luego te dicen que como España no hay ningún país. Es una especie de orgullo más que patriotismo, palabra ésta, como patria, identificada con los fascistas. Todos hablan de dónde son, navarros, manchegos, leoneses, gallegos, andaluces; españoles sin más apellidos parece que deben quedar muy pocos.

Como Sefarad es un país de extremos, he oído a muchos andaluces que dicen que ya no toman cava porque es catalán. Son separatistas en los dos lados, los que detestan a Cataluña y los catalanes que detestan a España. En el País Vasco no he estado todavía, ya iré, porque, como sabes, también por allí, en Navarra, en Tudela, hubo una floreciente y sabia judería hace seis siglos. Será interesante tomar el pulso a ver qué piensan por allí de Israel, aunque me temo que les interesa más lo de las Vascongadas que nada en el mundo. También quiero pasar por Carrión de los Condes, patria de dom Sem Tob.

Una cosa graciosa en Sevilla es ir en taxi, como dicen los del pueblo, “sacar un taxi”. Si el taxista está de buen humor empieza a contar chanzas y, lo que logro entender, pues tienen un acento cerradísimo, me hace reír. No paran en todo el trayecto. Lo mismo, en los bares, donde hablan y ríen contando chistes, para mí ininteligibles, y más risas. Yo creo que Freud tendría que volver a escribir su libro sobre el chiste y el inconsciente tras pasar una temporada en Sevilla. Lo cambiaría todo, él hablaba de chistes austríacos, algo sofisticados y demasiado serios, aquí, no, el chiste está permanentemente en boca de las personas, hasta en la televisión y las radios -que son bastante malas, por cierto-. A veces no sabe uno si hablan en serio o en broma. Hay una palabra muy graciosa que es ‘chirigota’. Es típicamente andaluza, esa no viene en nuestros diccionarios de hebreo y español (que son regulares, por cierto). Viene de las comparsas de carnaval y fiestas populares y la chirigota está por todas partes, sobre todo para criticar en plan festivo a los políticos, para criticar cualquier cosa.

Carta XV. Del mismo al mismo.

Me encuentro aquí dos tipos de españoles. Los unos se envanecen de su historia, de su pasado, de los adelantos que tiene el país, de su sanidad gratuita y general, de las autovías, los trenes, de la democracia, de todo. Y los otros, a los que les parece que el país es un desastre, que nada funciona, que hay que establecer la república, que todos los políticos están corrompidos. Para ellos, la conquista de las Américas fue un genocidio, con Al Andalus vivían mejor. Estos últimos son los más vociferantes contra nuestro país, admiran Cuba y Venezuela, defienden a Putin y son profundamente antiyanquis, aunque mandan a sus hijos a los Estados Unidos. Parece que hablan de países distintos.

El otro día, un alto cargo me dijo, entre la defensa de Maduro, Boric y Petro, que Israel era un Estado diabólico, que debía desaparecer. Yo, naturalmente, prudente, callaba. En general, todas las personas con las que he hablado mencionan inmediatamente las palabras colonialismo, invasión, apartheid. No me merece la pena discutir con ellos porque parten de la base de que Israel no debería existir. Así, la mayoría de los andaluces con los que he hablado y la mayoría de la prensa de provincias. No hay nada que hacer.

Carta XVI. Del mismo al mismo.

Querido Abitbol, me imagino que los servicios de nuestra embajada informan puntualmente de lo que se publica y emite aquí, cada día más contra Israel, es tremendo. Estamos acostumbrados, ya llevamos 75 años en la picota. A ver si puedes y tienes influencia en Jerusalén, con tus artículos y en la Universidad, para que nuestros compatriotas se rebelen contra este gobierno, porque así no vamos a ninguna parte y el odio y antipatía que ya nos tienen por aquí sólo va a ir en aumento. A cada bomba en Gaza, más nos odian. Todos dijeron que habría un antes y un después del 7 de octubre; yo creo que el después es que van a odiar más a los judíos, pero sin que eso signifique que quieran más a los árabes, porque si hay judeofobia, que se palpa, no te cuento la islamofobia. Es todo muy contradictorio, en Sefarad y en toda Europa. El desconocimiento aquí del mundo árabe y, sobre todo, el musulmán, es aún más grande que el desconocimiento del mundo judío. Se actúa por acto reflejo, no por conocimiento. Ya les vendría bien leer en España el viejo libro del iraní Fereydun Hoveyda, “¿Qué quieren los árabes”?

No deja tampoco de ser triste que tantos judíos e israelíes tengamos la nostalgia de Sefarad y seamos aquí tan poco queridos, es más, denostados permanentemente. Pero es que, además, los gobernantes que tenemos nos hacen un flaco servicio, parece que quieren hundirnos aún más. De todas maneras, ya estamos acostumbrados a ser siempre los acusados.

Como buena noticia, un oasis de cultura, he ido a ver la editorial sevillana Renacimiento, que dirige un gran bibliófilo y poeta don Abelardo Linares. Ha publicado mucha poesía y mucho autor injustamente olvidado en unas ediciones muy cuidadas. He encontrado el libro Retorno a Sefarad, de José Meir Estrugo Hazán, que vino al viejo país hace un siglo. Es, con el libro de Amador de los Ríos, esencial para conocer nuestra diáspora sefardita y nuestra historia. Linares ha publicado unos cuantos título, nueve, en lo que denomina Biblioteca Judaica.

Te dejo, voy a pasar a Portugal y ya te escribiré desde allí contándote mis impresiones, a ver si se me pasa el pesimismo, que me dicen mis amigos españoles que estoy desnortado y lo veo todo negro.

Carta XVII. Lisboa. Del mismo a David Querub.

Perdona, caro Querub, que no haya pasado por Madrid. Estuve por Andalucía. He llegado a Lisboa desde Sevilla por una bella carretera que pasa por la sierra de Aracena. Aquí me he encontrado con las hermanas Mucznik, que son muy respetadas, activas y tienen muy buenas relaciones con periodistas y con políticos de centro y de izquierda. Por cierto, Lúcia Mucznik ha traducido el gran libro Todavía ayer, de Samuel Agnon, que describe cómo vivían los judíos que se establecieron en Jafa (Tel Aviv) y Jerusalén tras la primera guerra mundial. Lo comparan con la descripción de Dublín en el Ulysses o el Berlin Alexanderplatz de Döblin.

Por cierto, en Aracena comí un jamón excelente, no se lo digas a nuestro rabí Benchetrit, tan cumplidor, pero es que era irresistible. Como decía aquel judío que preguntaba por el precio del jamón y el tendero le contestaba, ‘pero rab, es jamón’. ‘He preguntado el precio solamente’. Si no sabes que es jamón, no hay pecado.

Me imagino cómo lo estarás pasando en Madrid, con el clima que predomina, que veo por la prensa y la televisión, en el ministro Albares, maestro de la ambigüedad, y otros. Por lo visto, estuvisteis unos quinientos frente a la Embajada, nada, un pequeño testimonio del que nadie se hizo eco. Tras los bombardeos en Gaza ya me imagino que no os atrevéis ni a hablar. Me han dicho que la policía está protegiendo bastante bien los pocos centros judíos que hay, así como alguna tienda, como la de Chocrón. Menos mal. Recuerdo muy bien a la bella Elena Chocrón, siempre la primera de la clase, algo embrujadora con aquella mirada profunda, como de siglos. Ya estará mayor como yo, pero seguro que sigue teniendo el mismo encanto e inteligencia. Dale recuerdos del ‘malagueño’.

Si recibes muy tarde esta carta, no te extrañe, me parece que los correos portugueses no son muy allá, por lo menos por la lentitud que veo en las oficinas, hasta para ir sólo a franquear una carta.

Carta XVIII. Lisboa. Del mismo a Abitbol

Estoy medio instalado en Lisboa, ciudad a la que no había venido desde los lejanos ochenta. Da la casualidad de que estoy en la rua da Sociedade Farmaceútica, la misma calle en que pasó unos meses Hannah Arendt, huyendo de Alemania de camino a los Estados Unidos. Lisboa acogió a muchos judíos, a pesar de Salazar. Algunos se quedaron, como los Blaufuks o Ilse Losa.

Con una cantidad apreciable de turistas y tiendas internacionales, Lisboa ha perdido bastante de aquel encanto decadente que tenía, como una especie de Habana, con coches viejos, viejecitas en los cafés silenciosos y los autobuses verdes de dos pisos.

Qué diferentes son los portugueses de nuestros españoles. Hacen menos ruido, son más bien retraídos o tímidos y todos hablan inglés. He ido a la bella sinagoga de Lisboa, Shaaré Tikva, El portal de la Esperanza, y me he encontrado con algunos miembros de la comunidad, todos cariacontecidos, tristes y preocupados por la guerra. Tienen compasión por los gazatíes y, en general, censuran a Netanyahu. En general, no hay la agresividad que en nuestra Sefarad, aunque los comunistas, que apoyan a Putin y a Corea del Norte, por supuesto también se han negado a calificar a Hamas de grupo terrorista. No se puede decir que no sean perfectamente coherentes. Afortunadamente, son minoritarios y en vías de desaparición.

Aquí la comunidad lleva viviendo apaciblemente desde mediados del siglo XIX, cuando pudieron volver de Marruecos y de Gibraltar, principalmente. En 1912 fue promulgada una ley que concedía la nacionalidad portuguesa a los sefarditas perseguidos por la Inquisición. Salazar intentó que no se renovasen los pasaportes pero no pudo y muchos sefarditas se libraron en Francia de la deportación porque tenían documentos portugueses. Incluso Aristides de Sousa Mendes, el cónsul de Burdeos es considerado casi un héroe nacional, aunque Salazar lo persiguió y murió en la miseria. Nosotros lo honramos en la avenida de los Justos, en Yad Vashem, como sabes.

La comunidad ha tenido muchos personajes de renombre nacional, como el gran fotógrafo Joshua Benoliel, Ilse Losa, la familia Henriques de Castro, el médico Joshua Ruah, las hermanas Mucznik, y muchos más. Incluso un gran político, como fue el presidente Jorge Sampaio, tiene sangre judía por su madre. Hasta en la literatura aparecen personajes judíos, como en Los Maia, de Eça de Queiroz. Eso sin contar con las comunidades criptojudías que tras cuatro siglos han salido a la luz en Belmonte y otros pueblos de las Beiras, la región central de Portugal.

Otra gran diferencia con los españoles es el amor por su país de los portugueses, que se manifiesta incluso en cómo cuidan sus pueblos, como he podido comprobar viniendo por Serpa y cruzando medio Alentejo. También se muestran orgullosos de su cultura, que ha irradiado a medio mundo. Mientras las izquierdas españolas se flagelan por la conquista de América, incluso calificándola, como ha hecho una ministra el pasado 12 de octubre, de genocidio, aquí no son masoquistas.

Te seguiré contando.

Carta XIX. Jerusalén, Ein Kerem. De Abitbol a Jaime Benchidón

Tú, tan tranquilo en Lisboa mientras en Jerusalén vivimos como entre dos fuegos, entre los extremistas de Netanyahu y los árabes que nos detestan. “Tytire, tu patulae recubans…nos patria fines…” tengo casi la tentación de decir. Los árabes no distinguen entre judíos y los de Netanyahu nos consideran traidores. Aquí en el barrio de Ein Kerem se está tranquilos, no somos representativos; pero ir al centro es un reto, además de por los misiles que envía Hamas, por el clima general de tristeza, rabia, y mucho deseo de venganza por ambos lados. Es muy difícil discernir y cuando veo las fotos de Gaza me pregunto a dónde vamos a llegar. Sin duda, a que nos odien todavía más en todo el mundo. El aeropuerto de Daguestán es sólo una muestra.

Por mi edad ya no soy muy útil, pero sigo con mi trabajo de voluntario; ahora ayudo a preparar paquetes, ropa, hasta libros, para los evacuados del sur. También traduzco textos del español, de la prensa española y suramericana para las bibliotecas municipales que los suben a internet. Bastante deprimente por cómo nos juzgan. Para ellos somos peores que Putin, como ha expresado entre líneas el brasileño Lula que recibe a Lavrov pero se indigna con Israel.

Desmantelar los asentamientos en Cisjordania y volver a las fronteras de 1967 es imposible, y hasta los más pacifistas reconocen que es pena perdida. Cisjordania sería un bastión de Hamas. ¿Qué hacer? No lo sé ¿Recuerdas el libro Judas, de Amos Oz, con la historia de Abravanel? Fue muy criticado por judíos y cristianos, pero algo parecido nos acontece a los partidarios de los dos Estados que, como dicen en Sefarad, ‘no contentamos ni a tirios ni a troyanos’.

Pero yo creo, con Ben Ami, que a los primeros que no les interesa es a los propios dirigentes palestinos. Te cito:

“Una entidad nacional que lucha contra el malvado ocupante ha convertido la causa palestina en una de las más aclamadas de la historia moderna. A veces me parecía que las élites palestinas con las que negociábamos estaban tan enamoradas de la posición que ocupaban entre la opinión mundial que la preferían a una solución política, siempre imperfecta, al conflicto. Alegrarse de la desgracia de Israel por estar continuamente en el banquillo de los acusados del tribunal de la opinión internacional era la venganza de los ocupados, su forma de derrotar al ocupante y convertirse en la autoridad moral” (Ben Ami).

Esto me recuerda lo que decía Pascal Bruckner en su libro La tentación de la inocencia, en el que reflexionaba sobre la ventaja de declararse víctima, el juego de valores que se invierten y de los que se provechan los políticos. Anticipaba la generación woke. Pero muchos descartarán a Bruckner porque piensan que es reaccionario.

Carta XX. Tel Aviv. De Rosa Safron a J. Benchidón (por e-mail).

Caro Jaim,

Todos nuestros esfuerzos por la paz se han venido abajo por ahora. Todo habrá que volverlo a empezar. La gente está tan inmersa en el dolor y el horror que no piensan, salvo los más lúcidos, en el dolor de los otros, de todos esos palestinos atrapados entre dos fuegos, literalmente. En Israel estamos en manos de un fanático, corrupto e incompetente que les echa la culpa a los de abajo, como los malos directores que se quejan de las secretarias.

Espero que tu periplo por Sefarad y Portugal sea fructífero, que puedas influir en algo y alguien, en plan ‘embajador volante’.

Carta XXI. Lisboa. De Benchidón a Querub.

Tienes que venir a Lisboa. Todos hablan español o lo entienden y te vendría muy bien conocer esta comunidad pequeña pero respetada y con cierta influencia.  Podrías venir para la fiesta de las Luminarias, Janucá, el próximo diciembre. Sería un buen momento para reflexionar, lejos del ruido de Madrid. Los vuelos a 150 euros, unos 650 sekelim, baratos, y hay hoteles por 500 sekelim, para que te hagas una idea según tu escaso sueldo.

En los puestos de libros viejos, que hay bastantes, se encuentran sorpresas, como unos libros de oraciones de 1860, en hebreo e inglés, que no sé cómo han terminado aquí. Uno de los atractivos de Lisboa es pasear por las calles más perdidas, ir a los mercadillos de libros viejos, sentarse en un apartado café, silencioso, para leer la prensa, aunque cada vez hay menos quioscos. Me viene bien abstraerme de la realidad tan dura, cruel, que vemos todos los días en las pantallas.

En lo relativo a Gaza, a medida que pasan los días y la ofensiva de la aviación es más violenta, vamos perdiendo más el poco favor de la opinión pública, incluso aquí, que siempre nos eran más favorables que en Sefarad (lo que no es difícil porque allí son casi por completo hostiles, empezando por su gobierno y desde el principio). Por toda Europa cada vez son más las voces que piden o el alto el fuego (lo que serviría para que los de Hamas se reorganicen, pero eso no lo dice la prensa) o más corredores ‘humanitarios’. Vamos perdiendo, o ya lo hemos perdido, como dicen ahora, el ‘relato’.

No sé si en Israel habéis visto lo del bombardeo hace unos días del bloque 6 de Jabalya y lo que se intenta hacer para curar heridos en el hospital indonesio sin medios. Ha habido cien muertos e innumerables heridos, de ellos el 10% niños, para, por lo visto, eliminar a un tipo de Hamas. Estamos perdiendo cada día más legitimidad, incluso entre nuestros amigos que, aunque son incondicionales, no son de madera. Me dicen por whatsapp que no hay demasiada cobertura del interior de Gaza en los medios israelíes, que la gente está como anestesiada y no ve el sufrimiento de niños, mujeres, en la franja.

Carta XXII. Lisboa. De Benchidón a Abitbol.

Tengo la sensación de que vamos perdiendo pie a medida que hay más bombardeos, casi indiscriminados según veo en las televisiones portuguesas y españolas, sobre todo estas últimas, que parecen de un país árabe.

Lo que más me sorprende es la nulidad de la famosa Unión Europea. Son sólo los americanos los que están haciendo algo, mientras en Bruselas se debaten entre una especie de humanitarismo de cartón piedra, unas declaraciones medio contradictorias, Borrell, desde siempre el más crítico con nosotros -no en vano es español- y al final, casi nada. Son algunos gobiernos, el alemán, el francés, sobre todo, los únicos que hacen algo. Como la opinión pública es cada vez más contraria a Israel, se han quedado paralizados, congelados. La Unión Europea parece que quiere resolver todo a golpe de chequera. De la iglesia ni te hablo, rezando por la paz en abstracto, como han hecho con Ucrania, con una especie de ambigüedad que yo califico de hipócrita. No se quiere enterar de que en los últimos veinte años el 80% de los palestinos cristianos se han tenido que ir de los territorios controlados por la Autoridad palestina y del 98% de Gaza y no por nosotros.

Carta XXIII. Lisboa. Del mismo al mismo.

Querido Abitbol, creo que esta guerra, paradójicamente, nos está restando el favor de la opinión pública, que por primera vez en Europa Israel ya no tiene el favor, sólo en la derecha. La izquierda europea es cada vez más pro palestina, a pesar de Hamas y la Jihad. El daño que está haciendo Netanyahu en la opinión europea y americana borra y hace olvidar los horrores del pogrom del 7 de octubre. Mientras siga este gobierno no haremos sino perder.

No quiero ser demasiado pesimista pero veo que vamos perdiendo terreno. En nuestro Sefarad ya era así, siempre fue así, y el gobierno actual ha demostrado día a día su poca empatía con Israel, por decirlo suavemente, pero hoy observo que los liberales y las izquierdas europeas empiezan también a desertarnos.

Carta XXIV. Lisboa. Del mismo al mismo.

Mañana voy a Galicia, siguiendo este recorrido para seguir intentando comprender el sentimiento del pueblo español sobre los judíos, sobre Israel, lo que no es nada fácil ni, como dicen ahora, lineal. Pienso alojarme en Pontevedra, ciudad pequeña, más accesible que Vigo, que es enorme y comercial.

Ya sabes que en Galicia también son muy nacionalistas y hablan mucho de sus diferencias con el resto de España. Leen la historia a su gusto y según muchos, han sido oprimidos por Castilla. Pero al mismo tiempo, paradójicamente, los más destacados políticos de la derecha son y han sido gallegos, empezando por Franco.

Otra cosa que me llama la atención, sobre todo para nosotros, que le damos tantas vueltas a las cosas, como hemos aprendido de los talmudistas, es la simpleza de los análisis de la prensa. Son totalmente binarios, diría que tiene todavía la típica concepción maniquea de la historia, sobre todo los de izquierda. Excluyen toda complejidad, tanto de la sociedad israelí como de la palestina. Son como marxistas primarios, o ignorantes, con las consabidas consignas del antiimperialismo. Pero da igual, no van a entender. Es lo que discutíamos hace cincuenta años sobre la lingüística, el mensaje, los receptores del mensaje, cómo éstos reciben el discurso, con un mero esquema ‘estímulo-respuesta’. Nada nuevo bajo el sol (Eclesiastés).

Carta XXV. Lisboa. E-mail del mismo al mismo.

Me he encontrado con nuestra prima lejana, Sarah Assor, de los Assor de Tánger, familia de rabinos. Su abuelo Abraham fue rabino en Lisboa en los años cuarenta.

Aquí en Lisboa hay una curiosa mezcla en la Comunidad, unos sefarditas, otros askenazis.

Carta XXVI. Pontevedra. Del mismo a Rosa Safron

Sefarad es un país de paradojas. Una de las mejores traducciones del mundo de Maimónides, Guía de Perplejos, cuyo autor es el hebraísta más destacado, don David Gonzalo Maeso, fue publicada precisamente por la Editora Nacional, organismo creado por los franquistas ilustrados, que también publicó una excelente traducción de la Misná.

Como el que he encontrado en una librería de viejo de Vigo, Amor entró en la judería, de Luis Antonio de Vega, es una valiosa sorpresa. Su descripción de nuestros antepasados del viejo Tetuán, de su habla, de sus callejuelas, es única.

Esta afectuosa y romántica historia fue publicada en 1944, en plena segunda guerra mundial, a pesar de la alianza del franquismo con Hitler. El aprecio a los sefardíes fue una paradoja en el ancestral clima de antisemitismo español pues muchos escritores, por así decirlo, franquistas, como Agustín de Foxá, Manuel Alvar y De Vega mostraron su admiración y cariño por los sefarditas de Marruecos, Argelia, los Balcanes, Rumanía o Bulgaria, aunque fuera solamente porque habían conservado el castellano. Buscando quién fuera este olvidado autor, resulta ser nacido en Bilbao, amigo de Pedro Mourlane Michelena, admirador de un poeta que se llamaba Ramón de Basterra, muy católico pero como antiguo; fue como profesor a Larache, aprendió el árabe de Marruecos y pudo aún ser testigo de los últimos residuos de los sefardíes del Protectorado y del antiguo Tetuán.

Te gustaría, más que la historia, bastante romantizada, el lenguaje que recuerda de nuestros antepasados del siglo XIX. La historia narrada acontece durante la guerra de África en 1859 y 1860, y termina con el asesinato de Prim en la calle del Turco, hoy Marqués de Cubas, cuyos preparativos describe puntualmente. Es contemporánea del relato y amplio reportaje triunfalista -prácticamente propagandista- de Pedro Antonio de Alarcón en Diario de un testigo de la guerra de África.

Lo que hace muy interesante el libro es el retrato pormenorizado de la vida, vestimenta habla y costumbres de los judíos tetuaníes. Siguiendo los pasos del viejo Mosé Abencassef, desfilan la judía de Orán Sultana Cohén, Rica Bandolai, Fortuna, Ardueña, Rachel Asserfattia, Toledo, Plata, Solica, Yojeved, Luna y Noche Benchidón, ”ocho muchachas del Mellah de Tetuán”, de bellos nombres, y otros personajes … Salomón Zamora, judiego “avagoroso” (enfermucho) y “viejo de antigüedá”, Oro Benchitrol, ´el caudillito del Mellah´, Mair Eljardí, judío de Uazzan (muerto por los musulmanes). El vínculo entre los sefardíes de Orán y Tetuán fue muy estrecho, de lo que De Vega toma debida nota.

El hilo conductor, romántico, es el amor imposible del esbaniul bonico Antonio, soldado de la guarnición, con Rica Bandolai, que le advierte ante sus avances,

  • “Respeta la mansevía (la doncellez) como respetarías la vejetud. Alegate por tu vereda, que yo soy manseva adolorada por lo que dijiste. Hazte ahorrancia de tus ducados, que yo no quisiera ni las agujas de oro ni los vestidos con ricura…Si me vite peinar mi trenza, no te afigures que me la peino para el primero que tope por mi calleja”.

Y, cuando él se quiere casar y ponerle nombre cristiano, Rica le contesta:

  • “¡Ah, malugrado! – le interrumpía la hebrea- el que yo me yame Rica ti ispaventa… Manque me pusieras otro bonico sirá sólo por no darte avirgonzadura de estar casado con judiega; pero cuando nadie ti haga espiación de palabras, me llamarás Rica… ¿Y cómo pinsaste llamarme?”

Amor imposible, “no mi hagas engañación”; al fin, tras Ouad Rass, el 23 de marzo de 1860, las fuerzas españolas se repliegan y a la muerte de Prim, en 1871, diez años después, Rica resulta que está casada con Jonás y tiene dos hijas.

Otro amor platónico es el de Sultana Cohén por don Juan Prim,

“Sultana Cohén, temblante el corazón, casi ajena a la fiesta del Pessah, ilusionada por la barba galana de un general español, por la barba en cuyas hebras se había rizado una de sus sonrisas”.

“…asomó a una de las dos ventanas desde las que se veía la calleja, su rostro de color canela draquelado por los espesos tirabuzones. Sultanita Cohén se los peinaba por una barba galana.

Fue entonces cuando el general don Juan Prim, camino de la alcazaba, pasó por la judería…”

Y Prim también parece embelesarse con ella, “Sultana Cohén… aquella mirada del general don Juan Prim había dejado desguarnecida su alma”.

Pero ella está destinada por la familia a casarse con un judío, y está desolada,

“Todo un edificio de preciosos sueños se derrumbó en el alma de la oranesa, edificio del que era adorno y cúpula celeste la estrellita judía, que ella hubiera querido volver cristiana para bordarla en la guerrera del general don Juan Prim”.

El colofón, la imposibilidad de esos amores, es el párrafo “El viento frío que bajaba del monte entró en la Judería, se filtró en la sinagoga y agitó los lampadarios. Como hacía once años lo dijera, empinándose sobre los zarcillos de la oranesa silbó:

-Cristales no son campanas.” (las lámparas de la sinagoga y las campanas de la iglesia).

Recupera De Vega, al hilo de la novela, el viejo romance del Conde Velo (Vélez) y el de la Renegada, que cuenta Sultanita Cohén a los soldados españoles. Tienen su origen en el romancero hebreo de Marruecos, un poema poco conocido que reseña Paul Bénichou (Romancero Judeo-Español de Marruecos, 1944). También narra, en prosa, el romance de la Renegada, morisca que muere en la hoguera de la Inquisición.

Sultana también les recita a los soldados españoles viejos cantares de los judíos de Castilla,

“Dame a beber en la xarra

del almaida el agua fría.

No tengo xarra de barro

ni taza de loza fin.

Dame a beber en tu boca

si no tienes loza fina”.

De Vega indagó entre los judíos de Larache y Tetuán recogiendo estas viejas tradiciones y romances, como

“Me ven chiquitica,

pensan que so chica,

y las de mi edad

mandan hixos a meldar.

Me van xugar coche,

pensan só de doce.

Mi madre, ¿cuándo ya?

No puedo rimidiá.

Mi prima quince anios

hixo en el brazo.

Yo con veinticuatro

tavía sin casar.

Mi madre ¿cuándo ya?

No puedo rimidiá”.

O ésta,

“No alegate dama;

por la mañana bibiremos raki,

bibiremos mahia.

Parlarimos, burlarimos,

boda harimos.

No alegate dama;

de entre día

farimos la boda

con mucha alegría.

Yo ti lo seguro

con paso con paso,

que el que os crió

fue el qui está in lo Alto.

Ese relustror

que tenís en la frente.

Vos me parecís

la luna crecente.

No hagas ofensión

con tu griterío,

porque ese mansebo

lo es tu marío”.

El telón de fondo de las escaramuzas y combates, de los acuerdos entre Muley El Abbás y O´Donnell para llegar a una paz chica de una guerra grande, es la llamada guerra de África, un capricho de O’Donnell, provocada por un fútil motivo de mojones e hitos para desviar los problemas internos, tratar de emular a Francia, que había tomado Argelia veinte años antes, y dar cierto lustre al siempre problemático sentimiento patriótico español. Las bajas españolas fueron 70.000, de las cuales dos terceras partes por enfermedades y el cólera. Las de marroquíes ni las contaron.

Hay también un libro de Azorín, María Fontán, escrito en 1943, contemporáneo del de Luis Antonio De Vega, que menciona, sin nombrarlos, a los judíos escondidos. Es en Escalona, Toledo, con los antepasados de María Fontán, el bisabuelo Jeremías Maqueda, el abuelo Moisés Maqueda, padre de Isaac, cuya mujer es Ester Torrijos, la madre de Edit/María. Trabajaba el cuero y era colorero. Ester “se levantaba de pronto y comenzaba a cantar una canción antigua y lánguida, que parecía venir del fondo de los siglos. Sí; la tristeza inmotivada de Ester venía también de unos remotísimos antecesores”. Su hija, Edit, pasará a llamarse María Fontán “cuando escribas desde París firmarás Marie Fontan (…) y cuando vuelvas a Madrid, al cabo de dos años, ya no serás Edit Maqueda, sino María Fontán”, le dice el padre.

Carta XXVI. Pontevedra. Del mismo al mismo.

El problema de los españoles con los judíos es que nunca han elaborado qué significa el judaísmo porque no hay judíos. Contrariamente a otros países, los judíos dejamos de ser un problema político en Sefarad en 1492. Después, como mucho fuimos un problema penal, en manos de la Inquisición, al igual que herejes, blasfemos, homosexuales, bígamos, hechiceras, etcétera. En Rusia hubo pogroms hasta 1917, en. Francia hubo el caso Dreyfus, en Inglaterra, Argentina o Estados Unidos hubo una masiva inmigración judía que colocó a escritores, políticos, pensadores, en el centro del panorama cultural y civil. La sociedad civil de muchos de estos países estuvo infiltrada por judíos en todas las esferas económicas y culturales. Aquí, no.

Volviendo al tema de mi carta anterior, hubo otro escritor, el valenciano Blasco Ibáñez, que introdujo personajes judíos en sus novelas, destacando el chueta Valls, figura positiva y gran amigo del protagonista decadente de Los muertos mandan. En. Esa época sería otro de los motivos de criticar al escritor, ya suficientemente denostado por la Iglesia, como Pérez Galdós, que también introdujo solapadamente judíos en sus novelas, y en la principal, Fortunata y Jacinta.

Carta XXVII. Carta del mismo al mismo.

Un relato encontrado en una vieja revista.

Te mando, Abitbol iakar (querido), un curioso relato que he encontrado en una vieja revista que compré en un librero de lance granadino. La revista era como de antes de la guerra, amarillenta, con las hojas sueltas. No venía el nombre del autor y no sé si está basado, como dicen ahora, en una historia real, pero me ha parecido interesante:

“El cortijo de la Inquisición duerme bajo sus ruinas no muy lejos de Villacarrillo, en un altozano rodeado de rastrojos. En una loma amarillenta en medio de los olivares, se yerguen aun los muros decrépitos de lo que fue, según, los viejos, un lugar de mazmorra, tormento y muerte.

Se pueden ver todavía los restos de un horno, sus ventanas grandes, demasiado suntuosas para una vivienda normal. En el muro del norte hay, algo borrada por el tiempo, una misteriosa gran cruz pintada con sangre de toro o en almagre, como en las viejas iglesias, y otra más pequeña, con un INRI marcado muy fino y dos números 17…  Quizá fuera en el siglo XVIII cuando fue prisión tenebrosa por última vez. O no, según la historia que he oido después. Hay quien dice que hasta hace poco se podía entrar en las mazmorras, donde había ganchos de hierro en las paredes y una viga que se usaba como cadalso.

Villacarrillo era a principios del siglo XIX la cabeza del Partido Judicial de la parte oriental del entonces Reino de Jaén, con siete villas bajo su jurisdicción y nueve ayuntamientos. Parece lógico que una especie de delegación de la Inquisición tuviera allí también su sede.

No había muchos judíos conversos por aquellos pueblos a quien perseguir. Más probablemente serían sus víctimas mujeres acusadas de brujerías, como las que se reunían a hacer conjuros y adorar la Luna, dicen, en las inmediaciones de la torre mora de Los Lagartos. Esta todavía se alza en el camino de La Puerta a Siles. La torre (cuya etimología, como la del Cardete viene de lacerti, lugar defendido y fuerte) es muy anterior a los musulmanes, probablemente de la época de las guerras púnicas, como las otras tres que se alzan aún entre Orcera y Segura.

El interior del cortijo es hoy inaccesible al haber colocado los propietarios actuales, una empresa aceitera cordobesa, unas alambradas que protegen de los derrumbamientos pero ocultan para siempre la historia de esa aislada, enorme y singular edificación. Se pueden apreciar tres cuerpos diferentes, con sillares y mampostería diferentes. Un ave rapaz sobrevuela las ruinas en la mañana de julio aún no arrebatada por el calor.

La historia, o la leyenda, mejor, se complica porque tuve una borrosa noticia de un caso extraño ocurrido durante la Guerra de la Independencia. Al parecer, encontraron allí, hacia 1810, el cadáver desfigurado de un soldado francés. Es sabido que el IV Cuerpo de Ejército, al mando de Sebastiani, entra en Andalucía desde Villanueva de los Infantes por Montizón, aunque sufren bajas en una emboscada en las inmediaciones. En Montizón fue deshecho por los franceses el pequeño cuerpo de ejército mandado por Gaspar Vigodet, en enero de 1810.

Pero este francés, probablemente extraviado, errante tras el desastre de Montizón, no fue apresado por las tropas regulares, ni siquiera por la guerrilla que capitaneaba Antonio Calvache -que en octubre de 1810 fue apresado y ejecutado por los franceses-. Fue entregado por unos pastores que habían descubierto entre sus papeles lo que decían ser ‘cartas de moros’. Un cura desmintió esa tontería, propia de analfabetos, diciendo que era una libreta, o un libro pequeño, en hebreo, lo que hizo considerar que el soldado, de apellido Furtado o Hurtado, era en realidad un judío español, es decir, culpable de judaizar bajo el uniforme francés. Con ésas, fue entregado a lo que quedaba del Santo Oficio, que había ejercido su jurisdicción en ese cortijo. Allí ya había pocos oficiantes pues la supresión oficial de la Inquisición por Napoleón la había debilitado mucho. No obstante, no habían sido obligados a abandonar ese cortijo, donde se agazaparon como aves de presa, casi clandestinos, al acecho de los imprudentes que por allí se aventurasen. No se hizo autopsia del cuerpo, pero las notas de un albéitar –no hubo juez ni médico por medio-llamado Pulido dan cuenta de señales de atroces tormentos practicados en el infeliz soldado. Era la venganza de los decaídos inquisidores contra un francés y, por encima, judío. (La Inquisición sería reestablecida por Fernando VII y subsistió hasta 1834, en que fue abolida definitivamente por la reina María Cristina de Borbón, el mismo año del Estatuto Real).

Indagando sobre los Furtado, descubrí que eran oriundos de Bayona, en el ahora País Vasco francés. En 1789, año de la Revolución francesa, residían entre la frontera española y Burdeos hasta cinco mil descendientes de los judíos españoles y portugueses. En una Francia con veinticuatro millones de habitantes, sólo había unos 40.000 judíos y todos fueron hechos ciudadanos por la Convención. Los jóvenes judíos, liberados de su consideración segundona, se alistarían voluntarios en las tropas napoleónicas que para ellos eran el símbolo de la igualdad y equiparación con el resto de los franceses. Podían ser ya reclutas de la Nación. Iban, como iría Furtado, convencidos, no de que invadían un país, sino de que llevarían la civilización, el Código Civil y los derechos del hombre, la igualdad y la libertad, que lo liberaban del oscurantismo, e irónicamente, de su manifestación más siniestra, la Inquisición.

Pude averiguar que de la familia Furtado (que había adoptado la grafía portuguesa de su original apellido, Hurtado), en Bayona mismo, entre los chocolateros y los vendedores de tejidos, muchos de los cuales aún conservan sus comercios, salieron varios reclutas, uno de los cuales había desaparecido en la guerra peninsular, llamado Isaac. También llegué a saber que el librillo en hebreo que llevaba, y que le condujo a la muerte que le dieron los últimos celosos inquisidores, no era una biblia sino una obra de su ilustre tío, Abraham Furtado, miembro del Sanedrín y de la Asamblea de Notables convocada por Napoleón para organizar el judaísmo francés dentro del marco constitucional.

Curiosamente, he sabido también que en Úbeda hubo antes de 1492 una familia hebrea, los Hurtado, probablemente la misma, que huyeron a Portugal y probablemente son los mismos que en el siglo XVIII se asentarían en la Aquitania. El joven recluta había ido a morir, por azar o por el destino, tres siglos después, como un paria, muy cerca de la cuna de sus ancestros.

Tras este macabro hallazgo, que podría haber ilustrado uno de los ‘desastres de la guerra’ de Goya, el cortijo quedó maldito entre las gentes de la comarca y ni siquiera tras la Desamortización hubo muchos pastores, muleros o aparceros que quisieran habitarlo. Como mucho, fue utilizado su patio como pequeña tinada temporal, y para guardar cereal en trojes. En la primera mitad del siglo XIX el término se dedicaba a los cereales, casi veinte mil fanegas, mientras el olivar sólo ocupaba dos mil, y los viñedos, setecientas.

Los franceses seguramente lo tomarían y lo usarían para encerrar prisioneros a los levantiscos pastores de la sierra de Cazorla, abandonándolo después.

Esta es la historia que me ha contado un erudito local, bibliotecario jubilado, que vive entre sus papeles viejos, revistas del Instituto de Estudios Giennenses, sin que nadie le haga caso, en una cortijada medio abandonada, con unos añosos pinos, un parral, un pozo casi seco –aunque las lluvias de este año lo han rellenado- y unos patios destejados.”


[1] Rêve d’un monde disparu

Dont tu conserves la vertu

Ou rêve plutôt