Nació en el Algarve, en Mexilhoeira Grande, el 29 de abril de1949 y ha fallecido ayer en Lisboa, el 17 de marzo.

Hombre de una gran amabilidad algo tímida y reservada, de gran cultura portuguesa y del mundo, al que costaba arrancarle las palabras porque en su discreción era lo más lejano a un pretencioso intelectual. Pero sus palabras, pausadas, eran siempre acertadas, como sus versos.

Su expresión natural era la poesía, aunque también cultivaba la novela, los relatos y el ensayo, como su ABC da crítica, donde explica para qué sirve la crítica literaria, la diferencia entre tradición y canon, el gusto; 110 páginas sin desperdicio. Nos entregaba su obra con regularidad, casi anualmente, con poemas introspectivos, pero también abiertos sobre el mundo. Nuno Júdice estaba en el mundo, en la vida.

Su discreción era también su vestimenta, una chaqueta de tweed de espiguilla azul las más de las veces, un porte elegante absolutamente portugués, sin estridencia alguna, como su conversación.

Sus poemas merecerían estar todos traducidos (en México lo han hecho más que aquí, en España) porque nos hablan de toda la historia de nuestro vecino país desde hace medio siglo pues Nuno fue un testigo y un actor comprometido, nunca en la torre de marfil, siempre atento a lo que iba sucediendo, como muestra su poema O nome de Wuhan. En su vasta obra, que empieza a publicar en 1972, podemos recorrer el Algarve, la poesía francesa, el Portugal rural, la botánica, los viajes lejanos, el mar, siempre, como en tanto poeta luso, hasta China o Cape Cod. Nuno Júdice es el ejemplo del portugués educado, cosmopolita, culto, abierto al mundo, con dominio de otras lenguas, un ejemplo de ese Portugal egregio que tanto admiramos y amamos.

Su mujer, Manuela, su apoyo, su compañera, optimista, vitalista, tan activa en la cultura, lo echará de menos, como lo echaremos muchos de los que hemos tenido la suerte de conocerlo y tantos lectores portugueses.

Encuentro, entre los papeles, este poema que traduje y que creo que es una buena muestra de su escritura:

EJERCICIO DE ASTRONOMÍA

Por Nuno Júdice

Ahora que es de noche, las luces se apagan en la plaza

y los autobuses pasan completamente vacíos

camino de las cocheras. Con la oscuridad, veo

todas las estrellas sobre mí. Adivino el brillo

de las que no veo en los mantos de niebla de remotas

vías lácteas; y oigo la música de las constelaciones

más cercanas. Hay estrellas que dejan en su rastro

el color liso de la piel de mujeres evasivas, y

si las mirase más despacio tal vez descendiesen

hasta mí, con sus manos de fuego perdiendo

fuerza y con sus ojos acostumbrados a la sequedad

del infinito deshaciéndose en un agua nebulosa.

Mas no recuerdo ninguno de sus nombres, y

busco sólo la luz fija de uno de mis pálidos

planetas de la noche, lo que no detiene su lenta

rotación en el fondo de mi cabeza y lleva

a cuestas su cuerpo que amé hasta quedar exhausto. Tiene

la luz de las tardes más frías del otoño, y me hace

ir hasta el centro de la plaza donde se reúnen los que

perdieron el abrigo de la memoria, y gastan los labios

repitiendo el mismo nombre, en un murmullo, como

si alguien los oyese bajo el suelo. También

diré tu nombre, y oigo partirse sus sílabas

en el suelo de piedra, llevándoselo para siempre.