La iconografía de un tema cristiano como La última Cena obligaba a tal servidumbre que los muchos pintores que lo desarrollaron no podían sino variar un mismo esquema.

Juan Antonio Gaya Nuño

La Última cena ha sido un tema representado por centenares de pintores (y en azulejos, vidrieras y bajorrelives) porque la Eucaristía es uno de los momentos culminantes de la vida de Jesucristo y fue la cristianización de la fiesta judía del Pessaj. La razón de esta numerosa representación, la misma y siempre diferente, es que la Última cena es uno de los pasajes esenciales, de una gran densidad simbólica, de la vida de Jesús y del cristianismo, convirtiéndose en una institución. No es casual que Calvino la mantuviese junto con la Crucifixión como las dos únicas celebraciones que consideraba esenciales[1]. Su significación ha sido objeto de muchos estudios teológicos que siempre incluyen los Evangelios, los Hechos de los Apóstoles, las cartas paulinas y también el Talmud y la Mishna porque no se entiende si no es considerando la religión judía.

En esta ceremonia, el orden jerárquico de los apóstoles y la figura de Judas son esenciales, así como los colores de las túnicas, lo que se come y bebe: cordero, pan ácimo y las copas de vino, que deberían ser cuatro en la tradición judaica (según las cuatro formas de redención que explica el libro del Éxodo), que Jesús respeta, pero en este caso son tres, pudiendo ser la cuarta la esponja de vinagre que le dan, ya crucificado. La Pascua abre el año litúrgico judío con el nombre de hag hamatzot, fiesta de los ácimos, que celebra la huida de Egipto guiados por Moisés. En la Mishná (pesahim) se explican pormenorizadamente todos los procedimientos -el séder, el orden- para celebrar esa cena, desde la preparación de los panes sin levadura hasta el afikoman que culmina el ritual.

La representación pictórica de la Cena se inspira sobre todo en los cuatro Evangelios y simboliza muchas cosas: el compartir, el amor entre Jesús y sus apóstoles (que son más de diez, como exige el séder judío, doce, como las Doce tribus), la fidelidad y la traición, las promesas, la anunciada deslealtad (de Pedro, que le negará tres veces), los mandatos antes de la despedida definitiva precedida de los cánticos al acabar la cena. En ésta aparecen resumidos los mensajes y símbolos de todo el cristianismo, enlazando con la tradición judía porque, como ha demostrado Geza Vermes, la religión de Jesús era esencialmente judía.

En la cena aparte del anuncio de la traición y de la despedida definitiva antes de la Pasión, es una escena apacible, pero inquietante porque se cierne la amenaza y también se anuncia la negación de Simón. La Última cena cierra, además, definitivamente la religión sacrificial. Tras ella, se ejecuta el último y supremo sacrificio. Se cancelan todas las inmolaciones de animales, tan abundantes en los cinco libros de Moisés o Pentateuco y la siguiente religión tras el cristianismo, el Islam, no los hará tampoco necesarios.

Las variaciones de la Cena son muchas y todas tienen casi la misma iconografía, son iguales pero diferentes. La disposición de la mesa puede ser perpendicular o en la línea de la mirada del espectador. En general, el mantel siempre es blanco. Los estudiosos del color también podrán deducir otros significados, como no deja de ser curioso que Judas suela aparecer como pelirrojo (¿como Esaú?). Unos artistas han detallado mejor que otros las fases de la celebración y han sido más cuidadosos del séder -orden- de la cena; así, incluyen la sala bien aderezada -Bouts o Tiziano-, la jofaina o cántaro de agua para los lavatorios, los tres panes ácimos, uno de ellos partido en dos, las hierbas amargas (que puede ser un vegetal no dulce, como el apio), el cordero bien asado al fuego -no en parrilla-, las copas y el vino -que ha de ser tinto-, el recostarse de los apóstoles tras la cena, la bendición final. La más conocida fue siempre la de Leonardo da Vinci, cuyas reproducciones en plata o estaño presidieron tantos comedores españoles. Personalmente, mi favorita es la de Dieric Bouts, en la Iglesia de San Pedro, Lovaina, Bélgica.


[1] Dos libros esenciales sobre la Cena son: La cuarta copa, de Scott Hahn, Eds. Patmos, y La última cena, de Joachim Jeremias, Eds. Cristiandad.